Sábado, 15 de marzo de 2014 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Norberto R. Méndez *
La crisis de Ucrania complica a la Argentina porque en ese país están en juego el derecho a la autodeterminación, el respeto a la integridad territorial, la no injerencia en los asuntos internos de un Estado y la defensa de la democracia, principios presentes en el diferendo de Malvinas y en la política argentina de rechazar los golpes de Estado.
El nuevo gobierno ucraniano acusa a Rusia de violar la soberanía y la integridad territorial de su país por haber ocupado por la fuerza a su República Autónoma de Crimea. Por otro lado, la mayoría de la población local se declara rusa y quiere pertenecer a la Federación Rusa, para lo cual organizó un referendo que legitimice lo que considera su libre autodeterminación.
Conviene resaltar algunas cuestiones que pueden incomodar al gobierno argentino para la toma de una decisión sobre el tema. Si Buenos Aires apoya la posición del gobierno de Kiev, estaría avalando el mismo principio de integridad territorial que esgrime frente al Reino Unido en la cuestión Malvinas. Pero si sostuviera la postura de los rusos de Crimea, significaría apoyar la cuestionable libre autodeterminación de un pueblo, porque éste se aparta de la constitución de un país al cual aceptó pertenecer de pleno derecho. Tampoco debe olvidarse que los insurgentes de Crimea están impulsados por una potencia foránea, la Federación Rusa, por lo cual no es la suya una lucha contra una Ucrania colonialista. Existe similitud con el caso de los ciudadanos británicos de Malvinas, los cuales no podrían haber elegido ser súbditos de la corona sin haber contado con la intervención armada de una potencia extracontinental como el Reino Unido, razón por la cual no pueden alegar el principio de autodeterminación, menos aún porque nunca existió una guerra de liberación contra una Argentina supuestamente opresora aunque haya intentado “recuperar” su soberanía por la fuerza en 1982.
Si nos atenemos a lo expuesto, parece obvio que la Argentina debe apoyar la posición ucraniana si quiere ser coherente con su política respecto de Malvinas en cuanto a la integridad territorial y la no injerencia en los asuntos internos. Pero en lo que atañe a la irrestricta defensa de la democracia, como ha puesto de manifiesto con firmeza en contra de los “golpes suaves” (al decir de la propia presidenta CFK) que se produjeron en Bolivia, Ecuador, Honduras, Paraguay, y que ahora están en proceso en Venezuela, la cuestión no es tan simple ni lineal. Salvando las diferencias, existen puntos de contacto entre la situación latinoamericana y el conflicto en Ucrania porque desplazar de la presidencia a Víktor Yanukovich fue un “golpe suave”, ya que éste fue legítimamente elegido en 2010 en elecciones supervisadas por agencias de la Unión Europea y varias ONG. Asimismo, las manifestaciones de la plaza Maidan pasaron de marchas pacíficas a violentos enfrentamientos y a la ocupación de edificios públicos de autoridades legalmente establecidas, todo ello con el beneplácito del gobierno norteamericano, que desde el principio no titubeó en inmiscuirse en la política interna del país, tomando partido al apoyar explícitamente la revuelta.
¿Debe la Argentina apoyar la restitución de Yanukovich por haber sido objeto de un “golpe suave” a manos de quienes el día anterior a su destitución habían pactado con él celebrar nuevas elecciones y al día siguiente cambiaron el libreto por una expulsión “constitucional” que se hizo reinstalando la constitución de 2004 que ya no regía? Difícil decisión, porque según su vocación democrática, la Argentina debería continuar con la política de no reconocimiento de gobiernos impuestos por la fuerza. En este contexto cabe preguntarse, ¿existen límites a la oposición al golpismo cuando el gobierno legítimamente elegido puede abandonar su legitimidad democrática en el ejercicio del poder o resultar ineficiente a la hora de democratizar y promover la participación ciudadana, como ocurrió con Lugo en Paraguay, Zelaya en Honduras o con el mismo Yanukovich en Ucrania? Siguen pendientes otros interrogantes. ¿Cómo se conjugan la libre autodeterminación de los pueblos y el respeto a la integridad territorial de los Estados? Además, atendiendo a la realpolitik, Ucrania está muy lejos de la Argentina, un país que ha redescubierto su pertenencia latinoamericana, que no le conviene entrometerse en áreas alejadas de sus verdaderos intereses, sobre todo en una confrontación que puede significar una reedición de la Guerra Fría. Estos son algunos desafíos que enfrenta la Argentina y todos los países que quieren construir un orden internacional más justo.
* Analista internacional, profesor de la UBA.
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