Domingo, 21 de septiembre de 2014 | Hoy
Por Mercedes López San Miguel
El hombre que elonga los cuádriceps se pregunta si la más reciente paridad entre las selecciones boliviana y argentina tiene una explicación psicológica o deportiva (tras la goleada de Bolivia a Argentina –6 a 1–, en abril de 2009). Es Evo Morales conversando antes de un partido entre el equipo de la presidencia y el de su mano derecha, el vicepresidente Alvaro García Linera. La escena aparece en el libro Jefazo, un retrato exhaustivo del presidente de Bolivia, recientemente ampliado y actualizado para dar cuenta de los últimos años de su segundo gobierno. Si en un primer gobierno el presidente aymara enfrentó a las elites del rico Oriente, que desafiaron su legitimidad, en la nueva administración encontró dificultades en su propia base electoral, incluyendo a los sectores indígenas. Sivak evita los juicios de valor, pero no por eso deja de señalar ejemplos de conflictos que Morales pudo sortear con éxito. El más resonante del último tiempo se originó por la construcción de una ruta que atravesaba el Territorio Indígena y Parque Nacional (Tipnis) y que generó la protesta de organizaciones de pueblos originarios, que cuestionaban el avasallamiento estatal y la contaminación ambiental de sus tierras. “En una marcha de sesenta y cuatro días las organizaciones multiplicaron sus apoyos –y llegaron victoriosos a La Paz, donde provocaron la mayor crisis de la segunda presidencia–. La popularidad de Morales bajó el 35 por ciento”, recuerda el autor; una cifra que luego repuntó.
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