EL MUNDO › OPINION
Es hora de empezar a planear la retirada
Por Adrian Hamilton *
Es la hora de utilizar la palabra tan temida: “Retirada”. Necesitamos una estrategia de retirada para Irak y debemos ser honestos sobre el tema. Esto no es una respuesta a la última atrocidad filmada: la decapitación de Nick Berg. La situación ya había ido demasiado lejos aun antes de ese video y de las fotos humillantes de Abu Ghraib como para permitirse el discurso trillado de no “rendirse ante el terror”, “mantenerse en el camino elegido” y todas las demás frases vacías de “resolución”. El hecho es que hemos pasado la etapa en la que la presencia de tropas norteamericanas y británicas era una garantía de seguridad en Irak, a veces resentida, pero ampliamente aceptada. En lugar de eso, ahora somos vistos como potencias extranjeras ocupantes y opresivas, y las imágenes de Abu Ghraib sólo han servido para grabar esa imagen.
Esto no significa que todos los iraquíes quieran que nos vayamos inmediatamente, dejando atrás un agujero en la seguridad que será cubierto por mafiosos y extremistas locales. No necesariamente significa que todos seamos vistos como malos. Una población ocupada seguramente mostrará cierta ambivalencia con respecto a las fuerzas de seguridad y a los “terroristas” que conviven entre ellos. Quieren una vida pacífica, pero también resienten el hecho de que deban depender de fuerzas extranjeras para tenerla. Pero, según se ha hecho cada vez más evidente en casi cualquier informe independiente proveniente del campo de acción, en los últimos meses nuestro rol de protector se ha transformado en un rol de opresor. Y esto tiene profundas consecuencias sobre la seguridad del país. Para empezar, significa que la policía y las fuerzas de seguridad reclutadas localmente no están preparadas para aparentar ser del mismo nivel que los ocupantes. Como Estados Unidos se ha dado cuenta en Faluja, los soldados iraquíes no abrirán fuego sobre su propia gente.
La percepción de los occidentales como parte de una fuerza alienígena también hace que sea mucho más difícil el reclutamiento de un equipo civil para ayudar con los programas de reconstrucción. La población local no tiene que odiarlos, solamente tiene que mantenerse a un costado mientras grupos rebeldes toman rehenes extranjeros y matan a los nacionales que los ayudan. Entonces, se entra en el círculo vicioso que ahora estamos observando en Irak, donde seguridad y prosperidad se hacen cada vez más difíciles de alcanzar y la población se hace más impaciente ante la ocupación.
Pero no podemos simplemente levantar campamento, dicen Londres y Washington. Dejaría al país vulnerable a la guerra civil y al caos. Es cierto. Pero el hecho es que nuestra presencia ahora se ha convertido en un obstáculo a la seguridad, no un medio para llegar a ella. Si en vez de nosotros estuvieran otros, es posible que el nivel de violencia de grupos rebeldes contra occidentales disminuya y que las fuerzas locales iraquíes pudieran mantener el orden.
El problema, por supuesto, es cómo retirarse dejando una situación de seguridad razonable para los iraquíes y a quienquiera que les parezca aceptable para que los ayuden. Es un problema especialmente difícil no solamente por el estado de inseguridad que hemos permitido que se desarrolle, sino también por las dificultades que presentan nuestros propios líderes para aceptar sus errores. El presidente Bush y el primer ministro Blair no pueden aceptar una estrategia de retirada sin aceptar que siguieron una política equivocada.
En vez, miran hacia la fecha ilusoria del 30 de junio para una entrega virtual del poder a los iraquíes y que la ONU acepte tomar parte para arreglar la entrega y preparar la elecciones para enero del año que viene. Pero la entrega del poder carece de significado si EE.UU. se mantiene al frente de la seguridad y del control de los fondos para la reconstrucción. La presencia de la ONU es frágil mientras tenga responsabilidad sin poder (queda por ver si aceptará este rol).
Lejos de buscar una estrategia de retirada, Washington y Londres están planeando aumentar el número de tropas en un terrible intento por resolver una situación de seguridad que su propia presencia empeora. Desesperados por despejar la situación para el 30 de junio, las tropas norteamericanas están atacando a grupos tribales en Faluja y al ejército de Mehdi, la milicia de Muqtada al Sadr en Najaf. El objetivo es lógico. Si uno quiere retirarse necesita dejar el campo libre. Pero la consecuencia es la contraria en la práctica. Cuanto más fuerte se le pegue a “terroristas” basados en el lugar, más enemigos se harán entre la población local. Lo mismo ocurrirá con las promesas de perseguir a los victimarios del pobre Nick Berg.
Hay una forma de terminar con este lío. Pero es necesario coraje político y una predisposición para aceptar los errores. El primer paso es disminuir la importancia, implícita o explícitamente, de la fecha del 30 de junio. Las elecciones son lo importante y nosotros y la ONU debemos trabajar hacia esto. No hay ningún propósito útil en enviar más tropas por mandato de Washington. Londres debe establecer claramente si tiene intenciones de aumentar sus tropas, si y sólo si, los líderes iraquíes se lo solicitan. No es una cuestión de cortar y correr, es simplemente aceptar la realidad: no podemos estar donde no somos queridos.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman