EL MUNDO

Guerra a las puertas de la Iglesia de la Natividad

Por Angeles Espinosa
Enviada especial a Jerusalén

La Basílica de la Natividad de Belén se convirtió ayer en refugio y trampa. Asustados por la intensidad de los combates que se desarrollaban en la ciudad, dos centenares de palestinos buscaron la noche anterior el amparo de sus muros. Muchos estaban armados. Enseguida se encontraron rodeados por soldados y carros de combate israelíes. “Es una provocación –aseguró a este diario Emanuel Shashon, portavoz de la Cancillería israelí–, están utilizando la iglesia como bunker, pero no vamos a caer en su trampa.” Mientras tanto, los vecinos denunciaban por teléfono que había muertos y heridos abandonados en la calle.
Una portavoz militar informó en Jerusalén de que docenas de palestinos armados habían forzado su entrada en la Basílica de la Natividad, el lugar donde según la tradición nació Jesucristo, y que disparaban desde el interior. De acuerdo con esta fuente, el ejército había llevado a un mediador para intentar desbloquear una situación complicada, si bien asegura que los milicianos parecían dispuestos a entregarse. Israel discutía también el asunto con representantes del Vaticano, que convocó sobre el tema a los embajadores israelí y estadounidense, y que en su diario L’Osservatore Romano publicó un durísimo editorial calificando las actuales operaciones israelíes como “guerra de aniquilación” contra los palestinos.
“La basílica, una iglesia, es un lugar de refugio para todo el mundo, incluso para los guerreros o los combatientes, con tal de que depongan sus armas, y en ese caso tenemos la obligación de darles refugio, sean palestinos o israelíes”, sostenía por su parte el patriarca latino de Jerusalén, el libanés Michel Sabbah.
Los palestinos optaron por resistir en Belén. A diferencia de otras ciudades tomadas por el ejército israelí en los días pasados, los activistas no desaparecieron en las callejuelas de la ciudad vieja y plantaron cara a los tanques. “Es el lugar donde afrontamos las batallas más duras”, admitió el coronel Miri Eisine. Las palabras de este militar parecían respaldar que no se tomaría por asalto la basílica. Mientras tanto, 80 personas que se habían refugiado en la vecina Iglesia de Santa María decidieron rendirse.
“En el ejército israelí entendemos el simbolismo de Belén para la gente de todo el mundo –aseguró el oficial–; por eso el jefe del Estado Mayor ha dado orden a las fuerzas que luchan allí para no disparar contra los edificios religiosos.” “Es una provocación –insistía Shashon–; quienes se han refugiado allí son musulmanes, en absoluto buscan la protección de una iglesia, piensan que vamos a dispararles, pero no vamos a caer en su trampa.” Sin embargo, el ejército seguía reforzando su presencia en los alrededores y rechazó el ofrecimiento de mediación del obispo Ryah de la Iglesia Anglicana.
Ryah llegó a mediodía al puesto militar que cierra el acceso a Belén junto con los otros jefes de las 13 iglesias cristianas representadas en Jerusalén. Todos los integrantes del grupo llevaban en la mano ramas de olivo, el tradicional signo de paz en esta región. Los soldados les impidieron el paso con el ya conocido argumento de que se trata de una “zona militar cerrada”. Rezaron durante media hora y regresaron a Jerusalén. Tampoco los cónsules de Estados Unidos, el Reino Unido, Italia y Japón lograron su propósito de entrar en Belén para evacuar a los numerosos ciudadanos de sus respectivos países (la mayoría monjas y curas) que han quedado atrapados en la ciudad, aunque Israel dijo que todos los no palestinos de los lugares tomados podrían salir en las próximas horas.
“No podemos salir de acá porque hay tanques por toda la ciudad”, relataba ayer a este diario Naser, un joven de Belén cuya casa queda cerca de la Basílica de la Natividad. Naser y su familia llevaban dos días oyendo disparos, pero a media tarde la situación parecía algo más tranquila y parecía inminente la entrega de los milicianos palestinos.
“Sabemos que hay bastantes heridos en la plaza y en la parte vieja de la ciudad porque los hemos visto en la televisión –aseguraba este interlocutor en referencia a la cadena local Shepherds–. Dos hombres han muerto desangrados porque las ambulancias no han podido llegar hasta ellos”, añadía. Más tarde, fuentes de la seguridad palestina los identificaron como un policía y un miembro del ala armada de Al Fatah.
Sus palabras eran confirmadas por otros residentes e incluso por el patriarca latino de Jerusalén, Michel Sabbah, cuyos esfuerzos tampoco lograron que el ejército autorizara a la Cruz Roja a retirar dos cadáveres de un domicilio particular. Una mujer de 60 años y su hijo de 38 resultaron muertos a primera hora del martes por disparos de los soldados y sus cuerpos empezaban a descomponerse ayer.
La primera ambulancia a la que se permitió entrar a recoger heridos palestinos llegó al hospital de Beit Jala con tres cadáveres y dos hombres heridos, todos ellos encontrados cerca de la Plaza de Manger, donde se encuentra la Basílica de la Natividad. “Creemos que hay al menos otros diez cuerpos en la zona”, declaró a los periodistas Peter mri, director del centro sanitario.

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