EL PAíS › SHOCK EN EL CAVALLISMO TRAS LA DETENCION
Cuando Cavallo perdió la voz
Por José Natanson
Preocupado por el aislamiento político y el repudio social, Domingo Cavallo nunca imaginó que, justamente ahora, iba a terminar preso. Entró tranquilo a Tribunales y escuchó cómo Julio Speroni le comunicaba que quedaba detenido por contrabando de armas. Y por una vez, el Mingo se quedó sin palabras.
Shock
En los últimos días, Cavallo había escuchado versiones que indicaban que Speroni, a cargo del proceso por la venta ilegal de armas, podría reactivar la causa con el argumento de que la unificación permitió obtener nuevos elementos.
Sin embargo, Cavallo tenía demasiados problemas, había concentrado las energías en la mejor forma de recomponer su futuro y vivía obsesionado con la prohibición de salir del país. Era consciente de que su debilidad política podía resultar tentadora para el juez, pero nunca pensó que la cosa podía pasar a mayores.
Por eso, el ex ministro llegó a Comodoro Py bastante relajado, saludó de lejos a algunos empleados que lo conocen por sus asiduas visitas al edificio e ingresó al despacho de Speroni. Se sentó, revolvió su tacita de café y compuso una sonrisa, que se le fue borrando a medida que escuchaba las preguntas del magistrado.
Luego de preguntar diez veces, Speroni lo interrumpió y le comunicó que quedaba detenido. Cavallo apenas reaccionó. Paralizado, enmudeció durante unos segundos, y apenas atinó a preguntar lo que ya sabía:
–¿Detenido? ¿Detenido por qué?
–Por contrabando, doctor –respondió el magistrado. El pedido de alojamiento a Gendarmería estaba redactado, y una camioneta lo aguardaba para llevarlo a su nuevo hogar.
La defensa
“La verdad es que no la vimos venir. Pensamos que los problemas podían llegar por el megacanje y no por las armas. En realidad, era una causa que teníamos un poco olvidada”, reconoció ayer a Página/12 un legislador cercano a Cavallo.
Desorientados por una decisión que nadie esperaba, los abogados del ex ministro recién comenzaron a analizar ayer la mejor estrategia de defensa.
“Es un disparate”, aseguró ayer Rafael O’Gormann, uno de los defensores del ex ministro. Aún no definieron un curso de acción concreto, pero ya adelantaron que no recusarán a Speroni y que apelarán la medida (ver páginas 2 y 3).
Más allá de los detalles técnicos, cerca de Cavallo ayer hacían diferentes interpretaciones políticas sobre los motivos que habrían llevado al magistrado a tomar la decisión.
Una lectura, que formulaban los amigos y familiares más cercanos, incluía una difusa conspiración. “Está claro que el gran beneficiario de todo esto es el Gobierno, que logra ubicar al Mingo como el chivo expiatorio de todos los problemas de la Argentina. Sabemos que este tipo de cosas distraen a la opinión pública”, se consolaba una fuente cercana al ex ministro.
A diferencia de otras épocas, donde los cavallistas creían adivinar la mano de Carlos Menem detrás de cada causa contra su jefe, esta vez nadie mencionaba al ex presidente. “Es el único que está descartado, porque la causa de las armas implica a muchos funcionarios, y creemos que él es el que sigue en la cola”, explicaban.
Pero no todos pensaban de este modo. Un ex funcionario que acompañó a Cavallo durante su paso por Economía se inclinaba anoche por una visión más simple. “Como todos los jueces, Speroni está preocupado por el desprestigio de la Justicia. Aprovechó que Cavallo está desprestigiado y con pocos apoyos y actuó motu proprio. Lo que está claro es que ya teníalista la decisión. Si no, ¿cómo se explica que la orden a Gendarmería y la Trafic para el traslado estuvieran preparadas desde antes de la indagatoria?”, se preguntaba.
Desde el jardín
Finalizada la indagatoria, Cavallo fue trasladado en una combi al escuadrón Buenos Aires. Le hicieron un examen médico, le pidieron sus huellas digitales y lo llevaron a su celda, una habitación de tres por tres ubicada justito al lado de la de Enrique Mathov.
En el pasillo hay un teléfono público, que el ex funcionario utilizó para conversar con algunos amigos. “Tenemos que tomarnos las cosas con tranquilidad”, fue la instrucción que repitió a sus interlocutores. Lo entendieron todos menos Sonia, que se encontraba lejos de la Capital y estaba furiosa con la detención de su marido.
Un rato después del ingreso de Cavallo llegó su secretario de siempre, José Luis Giménez, con un bolso cargado de ropa, libros y algunos alimentos. Más tarde desfilaron otros amigos: los diputados Guillermo Cantini y José Luis Fernández Valoni, y el empresario Guillermo Francos. También estuvo su hijo Alberto.
“Lo vi bien. Sorprendido, porque no se la esperaba, pero muy entero y dispuesto a demostrar que esto es una barbaridad. Cree que en el mejor de los casos es una arbitrariedad del juez, y en el peor una maniobra. Igual, todavía no tiene el panorama muy claro y prefiere no hablar de más”, contó un hombre que estuvo ayer con el ex ministro.
En cualquier caso, todo indica que tendrá que pasar unos cuantos días detenido. Puede ponerse al día con Mathov, o conversar con su antiguo amigo, Aldo Dadone, preso por la causa IBM-Banco Nación. Además, últimamente había suspendido sus tradicionales caminatas mañaneras por temor a los escraches, y recorría en auto las pocas cuadras que separan su departamento de Libertador de su oficina en Tagle. En el escuadrón de Gendarmería hay un jardín: no es tan lindo como los Bosques de Palermo, pero por lo menos puede aprovechar el tiempo para bajar los kilos que subió durante su último paso por el Gobierno.