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Gracias a un celular cámara se recuperaron algunas imágenes que se vivieron en el túnel del subterráneo después de las explosiones. Las imágenes son borrosas y muestran a grupos de personas guiadas por antorchas hacia la salida. Las palabras evocan mejor el horror. “La explosión ocurrió detrás mío. Algunas personas se hicieron cargo de la situación. Salimos por la parte de atrás del vagón. En el vagón siguiente se escuchaban golpes desesperados, como de gente que quería salir. De pronto el vagón se abrió en dos. Estaba partido, sin techo, sin nada”, dijo una mujer que viajaba en el subte de Liverpool Street en plena city de Londres. Otra que viajaba en la Piccadilly Line contó lo que vio: “Escuché una explosión. El tren se detuvo y salió humo por todos lados. La gente se puso a gritar y llorar. Muchos pensaban que iban a ahogarse”, comentó una de las personas que viajaba en la Piccadilly Line.
El siguiente es el comentario de un transeúnte que pasaba cerca del atentado al autobús. “Iba caminando tranquilamente y de pronto, en un segundo, estaba en el suelo cubierto de cristales. Alguien se cayó encima mío. Otra cayó encima de los dos. Arriba estaba el autobús con el techo arrasado.” Un poco más lejos otra persona comentó que vio al menos cinco personas saltar de la parte de arriba del autobús de dos pisos. En el medio de la tragedia, aparecen historias de suerte tan extraordinaria como las que se escucharon después de los atentados del 11 de septiembre. “Fui a tomar el autobús, pero el chofer me dijo que se había salido de ruta y que no sabía adónde iba. Decidí no tomarlo. El autobús arrancó y explotó después de unos metros, prácticamente delante de mis ojos”, señaló al Servicio Mundial de la BBC un productor del Servicio Somalí. Otro transeúnte comentó: “Escuché el sonido, y podía ver el ómnibus a la distancia. El techo voló por los aires. Sonó como un tiro de revólver, al principio pensé que era un tiro de revólver”.
De una manera u otra, el horror de los atentados llegó a todos los rincones de la nación. Baste como testimonio lo que ocurrió en un colegio secundario de chicas al que asiste la hija de este cronista en el sudeste de Londres. “La directora nos llamó a media mañana para contarnos lo que había sucedido. Nos dijo que podíamos llamar a nuestros padres. Hubo un momento de pánico. Era muy difícil comunicarse porque se habían cortado las líneas de los celulares y entonces tuvimos que usar un número reducido de líneas de tierra para todo el colegio. Estábamos todas llorando. Pensábamos que no los volveríamos a ver. ¿Dónde estabas?”, me preguntó al final de un día agitado mi hija Miranda.