EL MUNDO

Allanamientos y explosiones con policías y militares

Por Guillermo Altares *
Desde Leeds

Los policías fueron puerta por puerta y pidieron a los habitantes que abandonasen rápidamente sus casas y que tomaran la ropa necesaria para tres días. Otros miembros de las fuerzas de seguridad británicas establecían un amplio cordón que partió por la mitad el barrio de Beeston, en Leeds, de donde procedían tres de los cuatro terroristas suicidas y que ayer, con una impresionante operación policial y una explosión controlada, vivió una nueva jornada de tensión. La policía de West Yorkshire no explicó los motivos del despliegue en el que participaron militares y expertos en explosivos y sólo confirmó que se había producido “una importante evacuación”.
A pesar de la muerte de los cuatro suicidas en los atentados, la investigación en Leeds no está cerrada. La clave puede estar en un departamento situado en el área estudiantil de Burley, en el norte de esta ciudad británica, en la calle Alexandra Grove. Allí se reunían los miembros del comando y la policía sospecha que construyeron las bombas. Unas 150 casas de la zona fueron evacuadas durante dos noches y los residentes, que pudieron regresar ayer, todavía no podían creer que estuvieron viviendo junto a un polvorín. Los medios británicos aseguraron ayer que el piso de Burley fue alquilado por un estudiante de química de la Universidad de Leeds, Magdi el Nashar, de 33 años, sólo tres semanas antes del 7-J, y que se encuentra desaparecido desde unos días antes de los ataques. Según el diario británico Financial Times, la fotografía de al menos un sospechoso fue distribuida entre los policías que participaron en la operación, durante la que sólo se produjo una detención.
El barrio de Burley, una zona agradable y arbolada situada cerca de un parque y no demasiado lejos de la Universidad de Leeds, está habitado por muchos estudiantes. Los residentes que regresaron ayer a sus casas intentaron recordar si alguna vez se habían cruzado con los suicidas que frecuentaron el barrio. “Pasaba todos los días junto a su coche, pero no recuerdo haberlos visto”, dijo Alexandra Darbwshire, de 22 años.
Portavoces tanto de la policía de West Yorkshire como de Scotland Yard aseguraron anoche que la casa de Alexandra Grove “estaba siendo todavía investigada” y no quisieron confirmar lo que la prensa británica daba por hecho: que este departamento era el lugar donde los miembros del comando fabricaron y almacenaron las bombas.
La rapidez de la evacuación y el hecho de que todos los residentes hayan sido mantenidos fuera de sus viviendas durante dos días hace pensar que la policía esperaba encontrar muchos explosivos. La contundente e inmediata evacuación de ayer en el barrio de Beeston, tras el registro en una casa situada a unas manzanas del lugar donde uno de los terroristas vivía con su familia, indica también que las fuerzas de seguridad británicas creen que el arsenal de los autores de la masacre del 7-J todavía no fue totalmente desmantelado.
“Es una comunidad que se encuentra en estado de shock y que no puede creer lo que está pasando”, afirmó ayer el ministro para el Desarrollo Internacional y diputado laborista por este distrito de Leeds, Hilary Benn, que visitó Beeston junto a los líderes musulmanes. “Vine a ver a la gente y para estar seguro de que las personas evacuadas están siendo bien atendidas”, agregó Benn, quien estuvo durante más de una hora en este barrio multicultural –con una mayoría paquistaní– y humilde del sur de la ciudad. “Tenemos que defender los valores de esta comunidad multicultural, que hemos fundado entre todos”, añadió el diputado.
Uno de los líderes de la comunidad, Sarwar Khan, secretario de la mezquita y centro islámico Cachemira, que fue desalojada durante la operación de ayer, intentaba conocer algún detalle de la operación en curso para transmitírselo a los desconcertados e inquietos vecinos. Las personas evacuadas fueron trasladadas en dos micros de dos pisos, mientras que los niños de un colegio cercano esperaban a ser recogidos por sus padres acompañados de sus profesores. “Todo esto es muy extraño, muy duro. Primero descubrimos que los suicidas vivían entre nosotros, procedían de aquí, y ahora cortan las calles del barrio y obligan a la gente a irse de sus casas. Jamás me hubiese imaginado que iba a vivir una situación así”, señala Rashid, de 50 años, dueño de la oficina postal de Beeston.

* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.

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