EL MUNDO › COMO ES EL CALVARIO PARA CRUZAR LA ALAMBRADA DE LA FRONTERA ESPAÑOLA
“Pasé sobre los cadáveres sin cortarme”
Por Manuel Altozano *
Desde Fnideq
El norte de Marruecos se ha convertido en un cuello de botella para los subsaharianos que intentan llegar a Europa. El tapón son las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla, hacia donde se lanzan desesperadamente porque no les queda otra salida. Las fuerzas auxiliares marroquíes y la gendarmería real han multiplicado sus redadas en los campamentos levantados por los clandestinos que esperan su oportunidad en los bosques de Bel Younech (a menos de un kilómetro de Ceuta) y Rostrogordo, junto a Melilla. La llegada del mes de Ramadán y la proximidad del invierno son las otras dos razones que los empujaron hacia España el jueves de la semana pasada, según sus testimonios.
En los últimos meses, Marruecos se ha convertido en un país en que ser negro, extranjero y pobre puede originar muchas dificultades. Las fuerzas de seguridad de ese país han detenido a 500 personas de estas características desde el jueves en los alrededores de Ceuta, según el delegado del gobierno marroquí en Midiq. Los arrestados van en autobuses escoltados por la policía hasta la ciudad de Oujda y allí se alojan en la Facultad de Derecho. Después de varios días se los acompaña hacia la frontera con Argelia, donde son abandonados en tierra de nadie.
- Mahmud Tauri: “Me llevaron a Argelia. Caminé durante 22 días”. Muchos de los extranjeros que permanecen en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Ceuta han sufrido ya varias veces esta experiencia. Desde Argelia, entran de nuevo a pie en Marruecos y alcanzan otra vez la frontera española. Mahmud, un joven de 22 años de Guinea Conakry, que se encuentra en el CETI ceuta, pasó por esta situación el 20 de febrero. “Iba andando por la carretera cuando me crucé con un policía que me pidió la documentación. Como no la tenía, me llevaron preso y me enviaron a Oujda y después a la frontera con Argelia. Desde allí conseguí volver a entrar. Caminé 22 días hasta que llegué de nuevo a Bel Younech”, explica. Mahmud no recibió instrucción alguna de nadie para cruzar y niega que la expedición hacia la valla se hubiera organizado previamente. “Yo sólo vi a un montón de gente que bajaba monte abajo desde el bosque hacia el río que lleva a la frontera y decidí seguirlos porque no podía más. Cuando llegué tuve suerte porque muchos de mis compañeros se habían quedado enganchados en la alambrada y pasé por encima de ellos sin cortarme”, añade.
- Abu Bakar: “Nos acosaban tres veces al día”. Abu Bakar Trauri, de Malí, asegura que fue la presión marroquí la que empujó a la gente a saltar. Después de que lo expulsaran tres veces hacia Oujda, se vio sin dinero y acosado por los soldados. “Hasta hace un par de meses, los militares marroquíes venían al campamento una vez al mes, esposaban a los detenidos para que no se pudieran mover y después los cacheaban para quitarles el dinero y los teléfonos móviles. Vivíamos en condiciones miserables.”
- Bari Amadú: “Durante las últimas semanas, nuestros campamentos estaban rodeados por los soldados marroquíes”, afirma Bari Amadú (23 años), de Guinea Bissau. “Bajar a los pueblos de alrededor para pedir comida a la gente se había convertido en algo muy peligroso y cada vez que había una redada nos tiraban la comida a la basura y nos quitaban el dinero”, añade.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12