EL PAíS › BIELSA, MACRI Y CARRIO PROTAGONIZARON UN DEBATE SIN SALIRSE DE SUS LIBRETOS
Cada maestrito mantuvo su librito
Los tres candidatos a diputados por la Ciudad de Buenos Aires ocuparon sus roles. Macri mantuvo sus posiciones de mano dura, antipiqueteras y municipales. Carrió desgranó una serie de propuestas progresistas y republicanas. Bielsa defendió la gestión del Gobierno y los resultados en la economía.
Por Martín Piqué
¿Cómo hacen tres candidatos para ocupar dos espacios, la centroizquierda y la centroderecha, con los que se identifica la mayoría de la sociedad? Ese fue el dilema que enfrentaron ayer Elisa Carrió (ARI), Mauricio Macri (PRO) y Rafael Bielsa (Frente para la Victoria) en el debate que cautivó a toda la dirigencia de la ciudad. Por su procedencia social, su discurso y sus intereses –repetición de frases sobre inseguridad, piqueteros y proliferación de villas–, Macri ocupó el lugar que se esperaba: el centroderecha. Quedaba vacante el espacio del centroizquierda, por el que hubo más discusión. Carrió se preocupó por quedarse con ese traje. Bielsa defendió al Gobierno. Y el debate fue entretenido, con ironías cruzadas, chicanas y –esta vez sí– mucho contenido político.
Carrió llegaba con un discurso variable, que combinaba tópicos clásicos del progresismo, como la exigencia de una política social universal y de más transparencia institucional, con opiniones contradictorias con esa pertenencia ideológica: su apoyo a una disminución de las retenciones al agro, la designación del ex delarruista Enrique Olivera como coequiper y su coincidencia con el grupo francés Suez en el abandono de Aguas Argentinas. Bielsa aprovechó dos de estos temas (las retenciones al agro y el retiro de Suez) para cargar contra la líder del ARI.
La universalización de los planes sociales fue uno de los planteos que dinamizó el debate. A Carrió le permitió contrarrestar cierto corrimiento al centro de los últimos tiempos. En ese punto, Bielsa defendió la política oficial de “generar trabajo” a través del crecimiento económico sostenido y la inversión estatal en obra pública. “En diez años vamos a tener grandes puentes con mendigos debajo”, fue la imagen que usó Carrió para denunciar una nueva versión de la teoría del derrame. “Si tenemos más puentes no vamos a tener mendigos, si son los que construyen los puentes”, respondió Bielsa. Ese fue uno de los cruces con más contenido ideológico –hubo varios– entre los participantes del debate.
Los candidatos se preocuparon por transmitir una determinada imagen ante las cámaras. Desde la llegada al estudio quisieron mostrar serenidad y sorprender con alguna ironía. “Hola Mauri. Hola Lilita, qué elegante”, saludó Bielsa mientras se ubicaba en su tarima. De vestido color salmón, la candidata del ARI no tardó mucho en sentarse y calzarse los anteojos para leer: con un grueso marco símil carey, pintados de verde y blanco, eran un toque moderno que llamaba la atención. Algo nervioso, Macri se ubicó en su lugar, a la izquierda de la pantalla –había sido sorteado en los días previos– e intentó una vuelta alrededor de la tarima. “Tengo un radio de acción muy corto. No me puedo mover por el micrófono”, dijo.
Los acompañantes se ubicaron en una de las gradas, todos juntitos. Entre el público estaba la esposa de Bielsa, Andrea De Arza; el dirigente del PJ porteño Víctor Santa María, los candidatos Mercedes Marcó del Pont y Claudio Morgado, y varios allegados del canciller, la mayoría funcionarios del Palacio San Martín. Por el ARI estaba todo el bloque legislativo –Eduardo Macaluse, María América González y Marcela Rodríguez–, el economista Rubén Lo Vuolo, la candidata a senadora Marta Maffei, más el primer candidato a legislador porteño, el ex correligionario Olivera. Junto a Macri estaban Horacio Rodríguez Larreta, Cristian Ritondo y Gabriela Michetti. La otra tribuna, repleta, quedó para los periodistas.
Organizado en tres bloques, el debate se ordenó por temas. Primero se expusieron las visiones sobre los gobiernos nacional y porteño, luego se discutió sobre seguridad y educación, y para el final quedaron las propuestas económico-sociales. En los primeros dos bloques, Bielsa comenzó a mostrar su estrategia: diferenciar un “proyecto nacional de desarrollo” de un “proyecto personalista” (una acusación implícita contra Carrió) y de la “ambición” sin contenido (con lo que apuntó a Macri). Según los asesores de Bielsa, una de las estrategias que intentaron llevar adelante fue mostrar números y resultados de gestión para dejar en evidencia que Carrió “sólo hablaba” y que Macri “lanzaba consignas” de memoria.
Con ese fin, Bielsa enumeró una serie de estadísticas (sobre la industria, el empleo, las negociaciones colectivas de trabajo, las reservas, las exportaciones, los pobres, los indigentes, el porcentaje del presupuesto destinado a educación). La intención, luego reconocida por sus asesores, era contrarrestar números concretos con el discurso “falto de rigor” de sus adversarios. El canciller había comenzado su exposición de cifras con una aclaración algo desafiante: “Este gobierno obtuvo el 22 por ciento de los votos y es el que apoya la mayoría del pueblo argentino”.
Lejos de la opción por los números, Carrió desgranó un discurso que apuntaba a la mujer y los jóvenes y que se basaba en las banderas del ARI: “Necesitamos un salto moral, un salto republicano, un salto en la distribución del ingreso”, resumió. En esa línea, había cuestionado las prácticas políticas del Gobierno, la cantidad de decretos firmados por el Presidente, el deterioro de la libertad de expresión, el clientelismo político. Hasta ahí, Carrió se mantuvo dentro de lo que se esperaba de ella. Se ayudó con unas carpetas azules que decían “Ministerio de Desarrollo Social” o “DNU” (por los decretos de necesidad y urgencia) y que consultaba con la ayuda de su asesor y vocero, Matías Méndez.
La líder del ARI dedicó mucho tiempo a criticar la visión que privilegia el crecimiento económico y que supone que sus efectos permitirán ir superando la pobreza. “Lo que estamos discutiendo es qué se hace con el superávit. El régimen laboral es el mismo de los ’90. El crecimiento es producto del derrame”, dijo. “Por cuarta vez desde 1900, el país creció cuatro puntos por cuatro años seguidos. Trabajo, crecimiento, mantenimiento de las variables macroeconómicas”, enumeró Bielsa a modo de respuesta.
Macri tampoco sorprendió, pero le habló a su público. Si apuntaba a eso, seguramente lo logró. Si buscaba sumar otros votos, habrá que ver. En todos los bloques insistió con el crecimiento de las villas en la ciudad “de 13 a 30 en los últimos años”, fue el primero que habló de piqueteros y obligó a los otros dos a tomar el guante y mencionó estadísticas que aseguran que en el distrito porteño hay “un robo cada cuatro minutos”. Su discurso tuvo el tono de un candidato a jefe de Gobierno porteño, acaso su aspiración más inmediata. Varias veces recordó que el presupuesto del gobierno porteño es de 6 mil millones anuales.
A pesar del énfasis municipal de Macri, ni la figura de Aníbal Ibarra ni el incendio de República Cromañón fueron mencionados. Bielsa esperaba algún golpe por ese lado y se anticipó a cualquier chicana: “Sí, lo voté a Ibarra, le pongo el cuerpo”, dijo el canciller. Atrapados por otras urgencias, los candidatos no volvieron a tocar el tema. Sí hubo otros contrapuntos e ironías que le pusieron pimienta a la discusión.
Una de las más festejadas partió de Bielsa, quien se burló de la forma de hablar de Macri: “No se entiende nada, necesitás subtítulos en castellano”. Carrió aportó lo suyo cuando ratificó, con una sonrisita, que cree que el Presidente maneja sólo “200 palabras” y el ministro del Interior sólo “cinco”. Menos acostumbrado a las chicanas, Macri no se privó de la suya, más leve. Cuando Carrió y Bielsa intercambiaban elogios, dijo que entre sus dos rivales hay un “amor” y una “larga relación” que alguna vez deberán confesar.