Jueves, 26 de enero de 2006 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Washington Uranga
La primera encíclica de Benedicto XVI, redactada por el propio Joseph Ratzinger de puño y letra según las informaciones procedentes del Vaticano, pone en evidencia con claridad un estilo propio del Papa que asumió el pontificado católico hace nueve meses. Sin apartarse de los grandes lineamientos de su antecesor (a quien cita dos veces sobre un total de 36 referencias bíblicas y doctrinales) el papa Benedicto XVI se muestra, en este primer texto dedicado al amor desde la perspectiva cristiana, como un intelectual y un teólogo, con gran capacidad de análisis y de especulación, que no elude los debates teóricos sino que por el contrario –como en sus tiempos de maestro de teología y más tarde como guardián de la doctrina de la Iglesia desde la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio)– los afronta para dejar en claro su propio punto de vista, con la fuerza que ahora tiene al hacerlo desde el lugar del magisterio pontificio. Por eso no puede llamar la atención que toda la primera parte del documento se dedique a un análisis histórico, filosófico, teológico y bíblico que bien puede ser un texto para debatir en una cátedra universitaria o en un ámbito intelectual de primer nivel. En este sentido queda reflejado Ratzinger como intelectual y con su propio estilo. Pero al mismo tiempo, un primer análisis de la encíclica muestra una búsqueda de equilibrios en medio de la ortodoxia doctrinaria que ya se le conoce a Ratzinger. Por un lado, al referirse al amor entre el varón y la mujer lo sostiene sobre la base del “matrimonio, un vínculo marcado por su carácter único y definitivo”. Es la reafirmación de la indisolubilidad del matrimonio por parte de la Iglesia Católica. Pero por otra parte el Papa rescata la caridad como esencial al amor cristiano y discute con ciertas perspectivas marxistas acerca de la oposición entre caridad y justicia. Para Benedicto XVI es responsabilidad de la Iglesia tanto la caridad como la búsqueda la justicia. Advierte, no obstante, que la actividad caritativa cristiana “ha de ser independiente de partidos e ideologías” y “no ha de ser un medio en función de lo que hoy se considera proselitismo”. Cabe también una exhortación a los laicos católicos a comprometerse en la vida política y en la búsqueda de la justicia. En síntesis, un texto que busca marcar un estilo propio, en torno de un tema como el amor, con la pretensión de entrelazar criterios tanto para la vida personal como para la actuación en lo social y en lo público.
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