Mucho se ha comentado la falta de glamour peronista del congreso en Parque Norte del viernes pasado. Sin discusiones ni debate ni calores, sólo la marcha al principio y al final. Pero lo cierto es que en el fondo la liturgia no se olvida. Así es que, por lo bajo, diferentes dirigentes políticos y sindicales plantean acompañar la normalización partidaria con una serie de símbolos identitarios. Sin ir más lejos, ayer algunos de ellos mantuvieron una reunión con el gobernador bonaerense Daniel Scioli y su vice Alberto Balestrini, en la que evaluaron “la pronta” reapertura del Museo Histórico 17 de Octubre, en la quinta de San Vicente, y el emplazamiento de un monumento a Juan Domingo Perón en la ciudad de Buenos Aires, justito detrás de la Casa Rosada.

Al encuentro asistieron el eterno Antonio Cafiero, el titular de las 62 Organizaciones Peronistas, Gerónimo Venegas; el secretario general del Instituto Juan Domingo Perón, Lorenzo Pepe; y los diputados Osvaldo Mércuri y Antonio Arcuri. A la salida, uno de ellos informó que “la figura de Perón tendrá 3,80 metros de altura, estará apoyada sobre un pedestal y coronada con un arco. Mirará hacia la Casa Rosada”. Pero no sólo la mirada, también el lugar elegido tiene una fuerte carga: a metros de la Rosada, justamente a pasos de Perón (esa calle a la que antiperonistas siguen llamando Cangallo) y Alem, al lado del helipuerto presidencial y del viejo monumento a Colón. La idea es que la obra se concluya en un plazo no mayor de doce meses, y su autor será Enrique Savio. Así, el General tendrá su propio bronce, como ya lo tiene Evita en Figueroa Alcorta y Austria.

En rigor, el proyecto para levantar un monumento en su honor viene de larga data. Fue presentado el 25 de mayo de 1987 por Cafiero, pero todo quedó en la nada. Fue recién hace dos años que la Legislatura porteña le asignó un espacio y, luego de haber estado trabado en el Senado, la iniciativa pasó a manos de la Secretaría de Cultura de la Nación que llamó a un concurso público en agosto de 2007. Y allí, otra vez conflictos. Es que el jurado se dividió en dos, los artistas y los políticos. Los primeros estaban convencidos de que la obra ganadora debía ser la presentada por Omar Estela y Javier Bernasconi, ya que ostentaba mayores méritos estéticos. Pero los políticos –entre los que estaban, entre otros, Cafiero y José María Díaz Bancalari– no coincidían: buscaban algo más tradicional y contundente.