Viernes, 6 de junio de 2008 | Hoy
EL PAíS › LA IGLESIA PIDIO QUE LAS AUTORIDADES LLAMEN AL DIALOGO Y QUE LOS RURALISTAS REVEAN SUS ESTRATEGIAS
“Ni la moderación en las demandas ni la magnanimidad en el ejercicio del poder son signos de debilidad”, dijo la Comisión Permanente del Episcopado que se reunió ayer para analizar el conflicto agropecuario.
Por Washington Uranga
Bajo el título “La Nación requiere de grandeza”, la Comisión Permanente del Episcopado dio a conocer ayer una declaración en la que reafirma la necesidad del diálogo, hace una reflexión sobre las consecuencias que la actual situación trae para el país y, al mismo tiempo, efectúa un llamado tanto al Gobierno como a los dirigentes agropecuarios para que, cada uno desde sus respectivas responsabilidades y “aunque hubieran reclamos justos”, encuentren vías de solución al diferendo. Piden “encarecidamente al Gobierno de la Nación que convoque con urgencia a un diálogo transparente y constructivo, y a los sectores en conflicto que revean las estrategias de reclamo”. Porque, agregan, “ni la moderación en las demandas ni la magnanimidad en el ejercicio del poder son signos de debilidad”.
“Queremos con nuestra palabra y nuestra acción pastoral contribuir al fortalecimiento de la paz social y de la democracia”, dice el comunicado dado a conocer tras un día de reunión. El encuentro, realizado en la sede capitalina de la calle Suipacha, fue presidido por el cardenal Jorge Mario Bergoglio, en su calidad de presidente de la Conferencia Episcopal y del mismo participó una veintena de obispos procedentes de todo el país. La Comisión Permanente es el órgano institucional de la Conferencia Episcopal que le sigue en importancia a la asamblea plenaria de los obispos y rara vez es convocada en forma extraordinaria como ahora ocurrió.
“Nos sentimos obligados a preguntarnos nuevamente y con dolor: ¿nuestras relaciones seguirán marcadas por la confrontación?”, dice el texto aprobado por los obispos. Y continúa: “¿Una vez más nuestra vida social estará signada por la fragmentación y el enfrentamiento? ¿Seremos incapaces de fundamentar nuestros vínculos en un diálogo sincero y constructivo? ¿No hemos aprendido nada de nuestra historia?”.
En concordancia con el adelanto que había hecho el vocero del Episcopado, el sacerdote Jorge Oesterheld, al anunciar la convocatoria a la reunión extraordinaria en virtud de que amenaza “a la paz social”, ahora la jerarquía católica afirma que “es preciso que tomemos conciencia de que situaciones como ésta que vivimos nos menoscaban como comunidad, nos aíslan del mundo y en definitiva perjudican especialmente a los más pobres”. Agrega también que “este conflicto ha puesto de manifiesto falencias profundas de nuestra vida republicana. La persistencia misma del conflicto y la aparente imposibilidad de resolverlo constituyen un signo de debilidad institucional; son una prueba del escaso aprecio que, como sociedad, otorgamos a la importancia y dignidad de la acción política como el ámbito propio para la superación de las diferencias y el afianzamiento de la amistad social”.
El párrafo anterior refleja el clima que se vivió en el encuentro, donde los relatos y las manifestaciones de preocupación superaron largamente los análisis. Pocas fueron las propuestas de acción más allá de la declaración. Sin embargo, los obispos se reafirmaron en la necesidad de “acompañar” de manera cercana el desarrollo de los acontecimientos y a todos los actores participantes.
Luego vino la apelación a la generosidad y a los renunciamientos. “Consideramos –dijeron– que la solución sólo puede encaminarse mediante gestos de grandeza y una vigencia aún más plena de las instituciones de la República.” Agregaron que, “como ya hemos señalado, tenemos que promover el verdadero federalismo, que supone el fortalecimiento institucional de las provincias, con su necesaria y justa autonomía respecto del poder central”, recuperando una propia declaración anterior.
No faltaron las alusiones a la acción del Gobierno. “No es propio de los poderes públicos empeñarse como parte en los conflictos, sino abocarse a su solución como principales responsables del bien común de acuerdo con las funciones que a cada uno de ellos les atribuye la Constitución Nacional”, sostiene el documento eclesiástico. Argumenta también que “la efectiva independencia de los poderes Legislativo y Judicial es un punto clave de la plena vigencia del estado de derecho”. Para subrayar que “una autoridad responsable significa también una autoridad ejercida mediante el recurso a las virtudes que favorecen la práctica del poder con espíritu de servicio: paciencia, modestia, moderación, caridad, generosidad”.
A los dirigentes agropecuarios los obispos les recordaron que “aunque hubieran reclamos justos, no es en las calles ni en las rutas donde solucionaremos nuestros problemas”, y pidieron a todos “un profundo examen de conciencia y (que) nos decidamos a obrar como ciudadanos responsables”. Para rematar pidiendo: “Pensemos más en qué podemos aportar a la Patria y no tanto en qué tiene que darnos el país”. Porque “todavía son muchos los hermanos que viven en pobreza y exclusión, y que esperan de todos los argentinos un compromiso firme y perseverante por la justicia y la solidaridad”.
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