EL PAíS
Mientras Miranda bailaba en un casamiento, murió otro nenito
Tenía un mes. En un dispensario del pueblo más cercano a la choza donde vivía, no lo atendieron. Cuando llegó a otro centro de atención en un municipio vecino, falleció.
Por Felipe Yapur
A las tres de la tarde en el medio de la ruta provincial 304 hay dos cubiertas quemándose. Dos cañas tacuaras sostienen un improvisado cartel tiznado por el humo: “El Chañar está de luto. Responsable: Caps, Comuna”. A un costado, apretadito, alguien escribió “un B.B. más”. A cien metros, en una casilla desvencijada, Miguel y Norma Giménez lloraban a su hijo Juan, de un mes, que murió porque no había quién lo atendiera en el dispensario que funciona en El Chañar, una localidad ubicada a 20 kilómetros del despacho del gobernador Julio Miranda. A esa misma hora, en el paraje La Salvación, 150 kilómetros al sur, la escena se repetía. Allí velaban a Cecilia Dulce, una nena de 11 meses y 6 kilos, desnutrida del tercer grado que murió ayer a las 10.45 en el Hospital del Niño Jesús. Eran las tres de la tarde cuando en un salón de la Sociedad Rural de Tucumán, Miranda y su ministro de Salud, Enrique Zamudio, bailaban despreocupadamente en un casamiento. Tres postales de un Tucumán que se desmorona entre la indiferencia y la crueldad.
Como todos los días, a las siete de la mañana, Norma Giménez se levantó para alimentar a Juancito, el último de sus cuatro hijos. No pudo despertarlo. Despertó a su marido, cosechador de limón desempleado y sin suerte para conseguir planes sociales. Ambos lo tocaron, “estaba calentito y respiraba con dificultad”, recuerda Norma, de 22 años y sin trabajo desde siempre. Miguel se quedó al cuidado de las tres hijas restantes y Norma, con una cuñada, salieron a la ruta. Detuvieron a un colectivo que pasaba por allí y el chofer accedió a llevarlas hasta el Centro de Atención Primaria de la Salud (Caps) de El Chañar. Eran más de las siete, y a pesar de que ya era hora de atención nadie respondió a los golpes a la puerta. Desesperadas, las mujeres recurrieron al delegado comunal, Carlos Díaz, del partido Fuerza Republicana que conduce el genocida Antonio Bussi. Díaz se rehusó a prestarles el camión que usa para llevar los fines de semana a los jugadores de fútbol local. Ambas, indignadas consiguieron que alguien las acerque hasta el Caps del municipio de Alderetes. El viaje duró 10 minutos, una eternidad. Cuando llegaron sólo encontraron a una enfermera que alcanzó a ponerle oxígeno al bebé. No hubo caso, murió enseguida.
A Juancito lo velaron en la casilla de los abuelos, “porque no se está cayendo”. Sus padres lo lloraban mientras su abuela le acomodaba unas alitas de ángel de cartón. “Se me cayó el mundo”, dijo entre sollozos Miguel, el papá de 24 años.
Los pobladores de El Chañar, indignados, cortaron la ruta y exigieron respuestas a la doctora Pantalena del Caps que recién llegó a las 11. La policía local hizo llamar a la superior de la médica, la doctora Marta Ramos, quien no dudó en desacreditar las afirmaciones de los padres. Hoy, a las once, Juancito será enterrado. Los pobladores, en tanto, continuarán con el corte de la ruta y pedirán la destitución de Díaz.
Cecilia Dulce vivía en el alejado paraje La Salvación, pegadito a la comuna El Sacrificio, a 150 kilómetros al sur de Tucumán. Hacía 15 días que estaba internada en el hospital de niños de la capital. Su estado era desesperante. Era una paciente Kwashirko, el peor grado de desnutrición. Su cuerpito, hinchado, sin proteínas ni defensas, era atacado por una septisemia generalizada. Un respirador artificial la mantenía con vida, pero ayer su cuerpecito no dio más. Sus padres, en silencio, regresaron al paraje donde viven. Su hija se había convertido en la víctima número 14 del hambre.
Ayer, Miranda tuvo un día ajetreado. A primera hora se reunió 10 minutos con una distante y fría Hilda “Chiche” Duhalde, quien le informó que regresará a Tucumán el próximo martes. A las 10 participó de una reuniónde gabinete. Desde el mediodía hasta la 19, bailó en un casamiento junto a Zamudio, su ministro de Salud. Todo un sacrificio.