EL PAíS › GALTIERI MURIO AYER A LA MADRUGADA DE UN CANCER DE PANCREAS EN EL HOSPITAL MILITAR
Murió el amigo del whisky y la tortura
Dirigió uno de los más notorios campos de concentración de la dictadura, especializado en quebrar prisioneros con sus tormentos. Llegó a la Rosada por el golpe palaciego contra Viola. Soñó con ser un caudillo y embarcó al país en la locura de Malvinas. El informe Rattenbach pidió que lo fusilaran y el Ejército lo condenó a 12 años de prisión. Pagó con seis, fue indultado por Menem.
Por Fernando Cibeira
El ex dictador Leopoldo Fortunato Galtieri, de 76 años, murió ayer a la madrugada en el Hospital Militar, víctima de un cáncer de páncreas. Galtieri cumplía arresto domiciliario desde julio del año pasado, luego de que se negara a declarar por el secuestro, tortura y asesinato de 18 militantes de Montoneros sucedido a principios de 1980. Galtieri formó parte del grupo de militares que dio el golpe de marzo del ‘76, pero si por algo quedará en las páginas negras de los manuales de historia será por su disparatada decisión de invadir las Malvinas en 1982, lo que derivó en un conflicto bélico desigual con Gran Bretaña. Esa guerra sin ton ni son le costó la vida a 649 jóvenes argentinos, pero Galtieri jamás se arrepintió.
Ayudado por los engañosos vahos del whisky, en su momento cumbre Galtieri se imaginó inmortalizado en calles, estatuas y plazas. Ya había dejado atrás su sangriento paso por la jefatura del Segundo Cuerpo del Ejército, con sede en Rosario, puesto que ocupó entre 1976 y 1979. Allí organizó el centro de detención conocido como Quinta de Funes, que tenía como objetivo infiltrar a los Montoneros.
En diciembre de 1981, ya como comandante en jefe del Ejército, confabuló para desplazar a Roberto Viola de la presidencia de facto de la Nación. El autogolpe lo colocó al frente de la Casa Rosada. Un asesor de seguridad del presidente Ronald Reagan, Richard Allen, lo definió entonces como “un general majestuoso”. Al fin y al cabo, un legítimo producto de esa factoría de dictadores asesinos que fue durante décadas la Escuela de las Américas, ubicada en Georgia, Estados Unidos.
Pero los yanquis no sabían del plan de Galtieri, de cómo se saldría del molde. El 2 de abril de 1982 ordenó la invasión a las islas, decisión que marcaría la parábola de su encumbramiento y destitución en el lapso de 74 días. Pero tuvo su momento, el 10 abril, ante una multitud en Plaza de Mayo. Su trabada dicción daba cuenta de su inveterada afición al scotch, su mayor compañía al momento de tomar decisiones. “Si quieren venir que vengan, que les daremos batalla”, arengó Galtieri y fue ahí que soñó con la posteridad. Días antes, la dictadura militar había tenido su primera protesta masiva en un acto organizado por la CGT y ahora, gracias a su jugada magistral, la misma Plaza de Mayo lo vitoreaba. “Las urnas están bien guardadas”, se había jactado una vez ante un periodista adicto. Se imaginaba un futuro de dictador eterno.
Los sueños duraron lo que una borrachera. Margaret Thatcher vio su propio filón y mandó su poderosa tropa al Atlántico Sur a enfrentar a un ejército improvisado y amateur. Estados Unidos se olvidó de los elogios a Galtieri y apoyó a su aliado histórico, con lo que la contienda quedó sellada de antemano. El 14 de junio se firmó la rendición y tres días después, en calzoncillos y al pie de su cama, Galtieri apenas si pudo oponer alguna resistencia al jefe del Estado Mayor, general José Vaquero, que le venía a pedir la renuncia.
Condena e indulto
El informe Rattenbach –la investigación realizada por el Ejército en 1982– recomendó que se condenara a Galtieri a degradación y fusilamiento debido a la forma irresponsable con la que manejó el conflicto. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas fue mucho más benévolo y lo condenó a sólo 12 años de prisión. En tanto, en el Juicio a las Juntas Militares, fue absuelto en la causa por la desaparición de 711 personas mientras estuvo a cargo de la jefatura del II Cuerpo y del aparato represivo en Rosario. Permaneció detenido en Magdalena apenas seis años, hasta que en 1990 Carlos Menem lo incluyó en la primera tanda de indultos.
Ya en libertad, el ex general no renunció a la vida social, una manera provocadora de demostrar que no tenía de qué arrepentirse. Casado con Lucía Gentile, padre de tres hijos y con cinco nietos, Galtieri aparecióen las revistas de actualidad tomándose vacaciones en la costa y prestándose sonriente a las fotos. También le gustaba participar de los desfiles en el Día del Ejército y hasta una vez se atrevió a tomar el chocolate por el 25 de Mayo en el Edificio Libertador.
La reactivación de las causas por violaciones a los derechos humanos alteraron su tranquilidad. En 1995, el arrepentido ex jefe de inteligencia de la policía rosarina, Adolfo Salman, declaró que en 1977 Galtieri había asesinado a una pareja en un operativo ficticio bestial: estando dopados en un auto, primero los fusiló y después les tiró un paquete de trotyl.
En marzo de 1997, el juez de la Audiencia Nacional de España, Baltasar Garzón, libró su orden de captura internacional por los cargos de “terrorismo, genocidio, asesinato y detención ilegal”, responsabilizándolo por las muertes de los ciudadanos españoles Víctor Labrador, su hijo Palmiro y su nuera Edith Koatz.
Para la sentencia, Garzón tuvo en cuenta el testimonio del ex cónsul español en Rosario, Vicente Montesinos, quien se entrevistó con Galtieri cuando estaba al mando del II Cuerpo. “En toda guerra mueren inocentes, como sucedió con los bombardeos sobre Alemania”, fue la respuesta que le dio el general. El gobierno de Menem rechazó el pedido de captura pero Galtieri no pudo volver a salir del país.
Por un tiempo pudo esquivar las condenas pero no las citaciones. En 1999, Galtieri debió declarar ante el Tribunal Federal de Santa Fe por el secuestro y muerte de Blanca Zapata, ocurrida en febrero de 1977. En mayo de 2001, lo volvieron a citar por la desaparición de Alejandro Pastorni, un psiquiatra chupado en agosto de 1976 en Rosario. Poco después la Justicia italiana le inició un expediente junto a Jorge Videla y Emilio Massera por la desaparición de 11 ciudadanos italianos en el marco del llamado Plan Cóndor, que coordinó las acciones de represión ilegal entre los regímenes militares del Cono Sur.
Final preso
Finalmente, el 12 de julio del año pasado, el juez federal Claudio Bonadío lo procesó junto a otros ex militares, policías y agentes de inteligencia en una causa en la que investigaba la desaparición de 18 militantes de Montoneros ocurrida durante la contraofensiva que esa organización planeó entre 1979 y 1980. Entre las víctimas se contaron el miembro de la conducción de Montoneros Horacio Campliglia, y los hijos del escritor David Viñas y del actor Marcos Zucker, Lorenzo Viñas y Ricardo Zucker, respectivamente.
Debido a sus problemas de salud, Galtieri recién se presentó en tribunales ocho días más tarde y se negó a declarar. Bonadío lo dejó detenido en el Hospital Militar pero poco después le concedió el beneficio del arresto domiciliario. Con todo, en su departamento de Chivilcoy y Tinogasta, en Villa Devoto, Galtieri tuvo varios escraches, tanto de organizaciones de derechos humanos como de ex combatientes.
En agosto del año pasado, lo operaron por primera vez de un cáncer de páncreas que lo había demacrado. Su estado delicado duró hasta el sábado a la noche, cuando debió ser internado de urgencia. “Se agravó considerablemente en las últimas semanas”, explicó la jefa de guardia del Hospital Militar, teniente coronel Alicia Amato. Además del problema en el páncreas se le sumó una afección vascular. De acuerdo con el parte médico, Galtieri murió a las 4.15 de la madrugada por paro cardiorrespiratorio mientras se encontraba inconsciente. Sus familiares decidieron no velarlo y sus restos serán inhumados hoy a las 11 en el panteón militar del cementerio de Chacarita.