Domingo, 5 de diciembre de 2010 | Hoy
EL PAíS › UNA ENCUESTA MUESTRA EL BAJO IMPACTO DE LAS FILTRACIONES DE WIKILEAKS
La mayoría los considera rumores y sólo una muy pequeña minoría piensa que afectan al Gobierno o cambian la relación con Estados Unidos. Las teorías conspirativas sí ganan a la hora de explicar las filtraciones.
Por Raúl Kollmann
Casi la mitad de los argentinos cree que los cables filtrados a través de Wikileaks son “simples rumores que ya se conocían”. Sólo el ocho por ciento de los consultados sostiene que afectan al gobierno nacional y una amplia mayoría diagnostica que no cambiará en nada las relaciones entre Estados Unidos y la Argentina. Puestos a buscar el trasfondo de las revelaciones, la gente se inclina por la teoría conspirativa, afirmando que la publicación de los documentos es una maniobra que favorece a la oposición de Estados Unidos, a los adversarios de Barack Obama y Hillary Clinton.
Las conclusiones surgen de un estudio realizado a pedido de Página/12 por la consultora Opinión Pública, Servicios y Mercados que encabeza Enrique Zuleta Puceiro. En total se entrevistó a 1100 personas de todo el país, mediante el método telefónico, respetándose las proporciones por edad, sexo, nivel económico-social y lugar de residencia. La conducción técnica de la investigación estuvo a cargo de Gustavo Di Lorenzo.
“Desde el punto de vista de la opinión pública –analiza Zuleta– diría que el huracán Wikileaks ya se fue de las costas argentinas. Pareció esas tormentas anunciadas en que la gente toma todas las precauciones, asegura las puertas y las ventanas, y al final la tormenta se desvanece en el mar antes de llegar a la costa. Pareció que iba a ser una tormenta de consecuencias, pero termina siendo percibido como una serie de chismes que ya se conocían. Y, además, pronósticos catastróficos formulados por analistas, economistas, periodistas, casi todos opositores, que terminaron siendo totalmente errados. También se suman diagnósticos psicológicos que no se verificaron para nada en la realidad, rumores sobre la intimidad de Néstor y Cristina sin comprobación alguna, y supuestos giros de los Kirchner hacia el militarismo en Malvinas o el chavismo. Todo eso exhibió más ignorancia que otra cosa y no tiene efecto porque los ciudadanos no perciben eso. Encima, agarra al Gobierno en un momento muy bueno.”
Los datos demuestran que el 60 por ciento de los consultados por OPSM saben de Wikileaks y siguen las filtraciones. Otra cosa es que tengan real impacto. Por ejemplo, respecto de las relaciones con Estados Unidos, 60,1 por ciento de los encuestados afirma que la filtración afectará poco o nada las relaciones con el país del norte. “En el vínculo con Estados Unidos hay dos planos –señala Zuleta–. Uno es el de los gobernantes. En ese nivel no se perciben choques ni rupturas. El ciudadano común percibe que hay una buena relación entre Cristina y Obama o Hillary. El otro plano es el de la sociedad. Tradicionalmente ocurre que los argentinos rechazan las guerras norteamericanas, sus aspiraciones imperiales, al tiempo en que imitan bastante sus costumbres de consumo. Pero, globalmente hablando, no son tiempos en los que aparezca en el centro de la escena un personaje irritante como George Bush, fuertemente repudiado. Yo agregaría dos cosas. En primer lugar, las relaciones exteriores argentinas atraviesan un buen momento, según lo percibe la mayoría. Néstor era secretario general de la Unasur, Cristina aparece con todos los líderes mundiales y no surgen grandes cuestionamientos. Y también hay una tendencia a una diplomacia más personal de los presidentes: se ve a Pepe Mujica con Sebastián Piñera, antes a Néstor con Alvaro Uribe, a Cristina con Angela Merkel y así sucesivamente. Los diplomáticos juegan ahora de asesores, no de protagonistas. De manera que no se percibe una hipótesis de conflicto o de ruptura. Hay varios cables en los que, por ejemplo, el embajador Anthony Earl Wayne o el agregado político descreen de los análisis y dicen que no hay ninguna razón para que las relaciones entre los dos países no sigan teniendo buen futuro.”
“Por supuesto que en este y casi cualquier otro tema, hay entre un 30 y un 35 por ciento de los consultados que están férreamente en la oposición y ante todo hecho piensan que es el principio de un cambio. Son personas que creen que el actual gobierno es una pesadilla y piensan que la gente en algún momento se va a despertar. Entonces ven todo como un comienzo de un vuelco del actual estado de cosas. Son opositores a ultranza. Pero más allá de esa franja, las filtraciones de Wikileaks llegan en un momento en que el Ejecutivo está mucho menos cuestionado. Hubo tiempos de los Kirchner en que se decía que existe un tremendo viento de cola y que se estaba desaprovechando, con confrontaciones, con conflictos. Ahora eso no sucede o sucede mucho menos. Existe la idea de que las cosas funcionan, mientras en otros lados se perciben cada día nuevas dificultades y crisis. Se ve muchísimo en las encuestas: crece la evaluación positiva del oficialismo, crecen los apoyos a la gestión”.
Para Zuleta, “si uno tiene que hacer un resumen de lo que son las filtraciones, habría que decir que se trata de diagnósticos siempre negativos y catastrofistas que ya habían sido publicado por Clarín o La Nación. Las fuentes de esas opiniones son dirigentes políticos, economistas, consultores o periodistas que ya lo habían dicho. Aun así, impacta bastante que vayan a decírselo a funcionarios de la embajada de Estados Unidos. Suena a alcahuetería. Los cables mencionan con bastante precisión dónde y cuándo fueron dichas las cosas: en tal encuentro, en tal cena y así sucesivamente. El punto es que todo eso es revelado cuando la opinión pública ya no está en los seis meses posteriores al conflicto con el campo y a la derrota electoral del oficialismo, sino en un momento totalmente distinto. Y ya no está el clima de catastrofismo del que hablaron los que hablaron con los de la embajada”.
El escaso impacto se ve en que son muy pocos, apenas un 7,8 por ciento, los que creen que el wikiescándalo afectará mucho al Gobierno y lo mismo ocurre con los empresarios y los funcionarios. “Es muy probable que el ciudadano común, a esta altura, sepa quién es Julian Assange y que lo están por meter preso. Pero otra cosa es que piense que esto cambia cosas en la Argentina o le altere su visión sobre lo que ocurre en el país”, concluye Zuleta.
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