EL PAíS › DOS VISIONES SOBRE EL RACISMO Y LA XENOFOBIA EXPUESTOS EN LOS ULTIMOS DIAS

Un debate Indoamericano

Un docente de un colegio público, ubicado donde volaron piedras contra los ocupantes, reflexiona sobre el lugar de la escuela, el parque y la política. Una especialista en medios desentraña el discurso discriminatorio de periodistas y medios.

Por Mariano Molina *

El Parque y la ciudad

Me crié en Villa Lugano y trabajo en barrios del sur. Conozco el Parque Indoamericano y he visto su proceso de deterioro. Los camiones que lo usan como lugar clandestino de descarga porque la ciudad lo abandonó. Está en una zona con muchos barrios, importantes niveles de marginalidad y donde las viejas rivalidades barriales hacen estragos en los adolescentes. Nadie imagina la misma situación en los Bosques de Palermo, Puerto Madero o Parque Saavedra.

Nadie lo imagina porque en la ciudad no discriminamos, pero da la casualidad de que estos parques reciben mejor atención que el Indoamericano.

En la ciudad no discriminamos, pero da la casualidad que la mayoría de pobres sólo vive en un sector de ella.

En la ciudad y en nuestro país no somos racistas, pero da la casualidad que los barrios pobres están habitados, en su gran mayoría, por personas de tez oscura y los barrios ricos por personas de origen más blanco.

En nuestra sociedad todas las vidas valen lo mismo, pero da la casualidad que si muere por motivos políticos un docente, un estudiante universitario o un trabajador sindicalizado inmediatamente se realizan acciones. Si muere un boliviano, un paraguayo, un pobre, todo es más difícil...

Los sectores medios y altos con acceso a la cultura pueden contar sus historias y crear sus relatos, pero da la casualidad que la historia de los sectores más pobres y desprotegidos, en estos casos, la cuentan mayoritariamente los voceros de las corporaciones mediáticas.

El Indoamericano es indudablemente reflejo de lo que ocurre en gran parte de nuestra sociedad.

La escuela

Los hechos demuestran que no alcanza con dar órdenes de no reprimir. En las aulas de la escuela de la Policía Federal, frente al Indoamericano, deben cambiar doctrinas y docentes para que comience a cambiar su esencia.

Otra tarea titánica tendrá Nilda Garre en su vida.

Otras escuelas rodean al Indoamericano y se practica la cara opuesta al discurso y acción del Gobierno de la Ciudad, se debate sobre los valores de nuestra sociedad, discriminación y xenofobia. En estos lugares se práctica una verdadera inclusión, donde podemos encontrar las banderas de los países del Mercosur como parte del decorado permanente o actos con las familias bolivianas, paraguayas, peruanas, con sus tradiciones, que se integran a la de las familias que provienen de otras provincias del país.

No es fácil la integración. A muchos docentes les cuesta, a las familias también, pero lo intentan y lo asumen como desafío. Es momento de reconocer a trabajadoras y trabajadores de la educación que diariamente protagonizan la epopeya de transformar la dura realidad desde el aula.

Seguramente no va a faltar familia o alumno de la zona que haya estado involucrado, directa o indirectamente. Nace ahora un nuevo desafío: cuando este tema deje los medios, la reflexión y la integración posterior van a seguir en la escuela pública de Villa Soldati, Villa Lugano o Bajo Flores.

Y ahí volverá el trabajo de hormiga del docente que intenta reflexionar sobre lo sucedido para construir mayor ciudadanía, en una sociedad a la que le cuesta asumir que todos tenemos los mismos derechos. Será nuevamente la escuela pública formal y no formal y la comunidad educativa, el ámbito de igualdad, respeto, inclusión y transformación.

La política

Asistimos al verdadero pensamiento de Macri y sus secuaces. Racismo, xenofobia, discriminación y un solo pedido: policía represora. Nada de la política que escucha, dialoga o trata de entender por qué seres humanos están dispuestos a vivir en un lugar tan abandonado para conseguir algo que los ayude a una mejor calidad de vida.

Los parámetros de una vivienda digna que tienen quienes reclamaron en el Indoamericano son modestos. Escuchar sirve para entender qué solicitan: una piecita, una cocina, un baño, agua, cloacas... condiciones más sencillas que los de la mayoría que leerán estas líneas.

El Estado de la ciudad no está dispuesto a asegurar esos pedidos y los muertos son de los sectores más humildes, mientras los agresores son la Policía Federal, la Metropolitana y parapoliciales. Y aunque reaccionó tarde, distinto rol tuvo –nuevamente– el gobierno nacional, que dio el micrófono de Casa Rosada a dirigentes sociales de distintos espacios políticos y ofreció propuestas.

La derecha necesita a Macri en la ciudad de Buenos Aires y mantener este baluarte como parte de la pelea nacional y latinoamericana contra los gobiernos progresistas y populares.

¿Qué falta que ocurra en la ciudad para que todos aquellos que se denominan del campo nacional, popular o progresista asuman la necesidad histórica de la unidad para derrotar –al menos en las urnas– a la derecha fascista y discriminadora?

Voy a ponerle nombre y apellido: kirchneristas, sabbatellistas, Proyecto Sur, las dos CTA como mínimo, son el espacio que tiene que asumir que nadie solo va a poder gobernar esta ciudad y mucho menos cambiar situaciones estructurales. Necesitamos una unión posible. La no concreción de esa unidad es el auténtico juego a la derecha de la ciudad, el país y el continente.

¿Con quién estamos dispuestos a trabajar juntos? ¿Qué estamos dispuestos a hacer y dejar de lado por la unidad?

Las respuestas debemos encontrarlas colectivamente, no sólo en un grupo de dirigentes. Y deben ser prácticas que ayuden a cambiar la correlación de fuerzas y puedan dar un nuevo sentido de pertenencia a los sectores más desprotegidos de nuestra ciudad.

* Periodista y docente. www.radiosudaca.com.ar

Por Mariana Moyano *

Que se entienda

En abril de 2000 la revista La Primera se lanzó a la calle con una tapa desde la cual gritaba contra la inmigración con el sugestivo y paranoico título “La invasión silenciosa”. Una foto de un joven de tez oscura, rasgos duros y cabello crespo ilustraba la nota y para que no quedaran dudas de la línea editorial recurrieron al photoshop y le borraron un diente. Ese morocho, desdentado, pobre y extranjero se convertía en uno de los miles de inmigrantes que venían a la Argentina a robarnos a nosotros, los descendientes de vaya uno a saber qué ilustre estirpe– los puestos de trabajo, a usar nuestros hospitales y escuelas y a delinquir. No hay que explicar el imaginario sobre el cual se montaba el texto: el mismo cóctel de sentido común, racismo e ignorancia que dominó la escena de estos días.

Aquel artículo mereció la condena de muchos comunicadores bienpensantes, de buena parte del progresismo periodístico y de varios medios cuya línea de corte era la corrección política. Hubo quienes minimizaron los efectos de la publicación y estuvo Página/12 que se ocupó el 9 de abril de 2000 de desarmar una a una las afirmaciones de la revista. Pero aún no se hablaba de los medios en los medios. La vaca era, todavía, sagrada.

Mauricio Macri y los oyentes de las radios más escuchadas me llevaron inevitablemente a aquella tapa. “A diferencia de la inmigración que soñaron Sarmiento y Alberdi, no vienen de las capitales de Europa. Llegaron de Bolivia, Perú, Paraguay. Son el sueño hecho realidad de los ideólogos de la izquierda setentista”, decía la nota de Luis Pazos. Casi calcado lo que se oía en este presente.

El relato mediático que le cabía a Villa Soldati descansaba sobre la dicotomía “vecinos” y “ocupas”. No había que hurgar demasiado para viajar a otro pasado cercano en el cual desde el mismo prejuicio se colocaba a la “gente” de un lado y a los “piqueteros” del otro. Eran los días de la 125. Paseé por mis recuerdos y por el archivo. Y llegué a lo que decían en 2008 los movileros que se mezclaban cómodos entre las cacerolas. “La gente corre, corre asustada buscando una vía de escape.” “Escapan porque es gente de clase media alta que sabe que están llegando los piqueteros”, decía sin filtro y con voz agitada y temblorosa la cronista de Canal 13 desde la Plaza de Mayo el 25 de marzo de 2008. “La gente está asustada, se agarra de las manos...” porque “los piqueteros están avanzando firmes arrasando todo a su paso”.

Iba y volvía de La Primera a TN la misma matriz de paranoia y racismo. La “invasión silenciosa” se reciclaba en “piqueteros” que a la Atila “arrasan todo a su paso” y llegaba hasta hoy, cuando la catarata de calificativos encerró en un estereotipo de vagos, sucios, narcos, chorros, vivos y feos a toda la inmigración latinoamericana.

Ojos, cabezas y oídos se han abierto como consecuencia del cachetazo al discurso dominante que significó el debate sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Quizás haya sido por eso que me sonó distorsionado y obsceno el comentario de aquella misma cronista que se agitaba en Plaza de Mayo desde, esta vez, la radio del grupo. Decía ella bien a propósito y con ganas, así, como cuando la ideología dominante sale por la boca pero también por los poros: “Estoy de acuerdo con que en la Argentina hay una inmigración desenfrenada. Y me hago cargo de lo que digo: acá hay inmigración de baja calidad” y agregaba:

“Que se entienda...”.

A las 6 y 25 de la mañana del domingo 12 en que íbamos a celebrar la democracia y la vigencia de los derechos humanos ella pedía desde Radio Mitre “que se entienda”, que se entendiera que el valor de una persona está indicado en su partida de nacimiento y que hay seres humanos de otra calidad porque nacieron en la parte oscura, mestiza y aindiada de nuestro continente.

No es espontáneo pero sí es visceral. Hay allí una línea de conducta. “Que se entienda”, decía ella. Se entendió, le digo yo. Ahora claro que se entendió.

✱ Periodista de TV Pública y de Radio Nacional. Docente de la UBA.

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