Miércoles, 13 de abril de 2011 | Hoy
EL PAíS › MARíA LAURA BRETAL, SOBREVIVIENTE DEL CENTRO CLANDESTINO LA CACHA
Habló de los partos y el secuestro de los niños de Laura Carlotto y de otra detenida, a la que identificó como “Rosita”. Dijo que el plan sistemático de apropiación de bebés fue planificado por las Fuerzas Armadas como colectivo.
Por Alejandra Dandan
“La Cacha era por la Cachavacha, la bruja que hacía desaparecer a los niños y eso era parte de las verdugueadas que nos hacían a las que estábamos embarazadas ahí, jugaban con eso, nos decían: ‘Ahora le vas a contar el cuentito de la Cachavacha cuando tengas a tu hijo’”, contó María Laura Bretal.
Apenas se sentó, al comenzar una nueva audiencia del juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés, esa mujer, socióloga, que ahora tiene 58 años, miró el lugar donde deberían estar sentados los acusados. “Tengo conocimiento de los imputados –dijo–, pero no veo que estén presentes, me parecería interesante que estuvieran, para que se les refresque la memoria, para poder recordar el aberrante plan sistemático del robo de niños.” La presidenta del Tribunal Oral Federal 6, María del Carmen Roqueta, le explicó amigablemente que es un derecho de ellos no estar ahí. “Es un deseo, nomás”, dijo María Laura. “Me gustaría verles la cara como ellos nos habían visto a nosotros.”
María Laura fue convocada a declarar en el marco de la investigación de uno de los 35 casos del juicio, el del hijo de Laura Carlotto, el nieto de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, que estuvo detenida con ella en ese centro clandestino de detención de los alrededores de La Plata. María Laura fue secuestrada el 3 de mayo de 1978 en Ensenada con su hija de tres años y embarazada de cuatro meses. La secuestró un grupo de tareas integrado por la Policía Bonaerense y fuerzas del SIE (Servicio de Inteligencia del Ejército), al que identificó como una de las cinco fuerzas que operaban dentro del campo de exterminio y la misma fuerza a la que le adjudicó la posesión de Laura. Durante el trayecto, a su hija la cambiaron de auto. Después supo que esa noche la llevaron a su casa. “Obviamente se quedaron con las llaves, robaron. La nena se quedó dormida y al otro día avisaron a la madrugada a mi abuela diciéndole que la nena se había quedado sola en la casa porque yo me había ido a combatir con la guerrilla a Tucumán: así la había abandonado a mi hija.”
María Laura pasó una semana en el área destinada a las torturas. Permaneció en el centro clandestino desde el 3 de mayo hasta el 22 de agosto, cuando la liberaron. Estuvo quince días en las cuevas, descompuesta, con muchos vómitos y muy deteriorada. “Estaba engrillada, encadenada, un día me ataban los pies, al otro día me ataban las manos, siempre encapuchada.” A pedido de sus compañeros, pasó una semana en lo que llamaban el área de las embarazadas, un espacio con camas donde conoció a dos de ellas: Laura Carlotto o Rita y Rosita.
“Rita era una persona muy difícil de confundir: era hermosísima, morocha, alta, con el pelo largo, unos ojos inconfundibles, una mirada muy fuerte, y estaba destabicada porque hacía siete meses que ya estaba ahí. Así que yo a Laura ya la veo con un bombo de siete meses y estaba Rosita, que no supe quién era hasta hace muy poco que la reconocí en una foto, lamentablemente no es caso en este juicio pero ellas dos parieron adentro, las dos tuvieron a sus hijos varones, a las dos las asesinaron después y les robaron el hijo.”
Rosita tenía tres hijas. Con María Laura empezaron a enseñarle el jadeo a Laura y las cosas del preparto. Laura había tenido uno o dos embarazos antes, los había perdido y le resultaba muy raro, dijo, “que en esas situaciones infrahumanas en las que permanecíamos el embarazo podía llegar a término”.
Laura le contó que había sido secuestrado con su compañero, Chiquito; que ya habían secuestrado a su padre; que ellos militaban en la JUP, estudiaban historia y que a Chiquito lo habían fusilado un día después de llegar al centro clandestino. También le dijo que si su hijo nacía varón iba a llevar el nombre de Guido, su padre.
Para junio, Rosita, la otra embarazada, empezó el trabajo de parto. “Estaba casi postrada, estaba muy agotada así que casi no se movía, apenas iba al baño. Tiene su parto para el 18 o 19 de junio y la trasladan a la Unidad 8 de Olmos, porque al día siguiente uno de los guardias dice que había tenido un varón y, obvio, dijo lo que nos decían de todos: que la dejaron en libertad y que no habían tenido tiempo de comprarle el ajuar por lo rápido que fue el parto.” Nunca más nadie supo de Rosita y de su hijo, pero a partir de ese momento su partida se convirtió en una presión más para las embarazadas.
El 26 de junio, Laura empezó con contracciones y empezó a los gritos, un día que María Laura cree estar convencida de que era sábado: “El bebé nació el 26 de junio, pudimos sacar la fecha haciendo cuentas porque nosotros gritábamos que no pasara lo que le había pasado a Rita, que prácticamente lo tuvo ahí en La Cacha, porque los guardias habían estado tomando y no nos hacían caso y no tenían apuro por sacarla”.
En esas condiciones, empezaron a pedir temprano que la sacaran. Se la llevaron, uno o dos días después uno de los guardias del Ejército al que nombró como El Viejo Donoto, que era de los que más hablaban y más tomaban, les dijo que ya había tenido a su hijo. “Me olvidaba de que unas semanas antes –explicó– vino el que era como administrador en La Cacha y nos mostró el ajuar todo blanco que le habían comprado, que también era una forma de tortura psicológica para mí, que era la próxima.”
Diez días mas tarde volvieron a ver a Laura en La Cacha. Para entonces estaba confinada en el espacio llamado la Casita y sin su hijo. En esa ocasión, le dijo a María Laura que creía haber estado en un hospital militar porque había guardias armadas. La habían puesto en una habitación sola, tabicada, y había dado a luz engrillada. Que el parto fue normal, que había tenido un varón, que se lo dejaron de tres a cinco horas y que después ya no se acordaba más nada porque le habían dado una inyección. “Ella pensaba que era el hospital militar central, pero la verdad es que en ese momento no teníamos idea de lo que pasaba con las maternidades clandestinas”, indicó.
María Laura salió de La Cacha tres días antes del 26 de agosto, el día en que Estela Carlotto recibió el cuerpo asesinado de su hija. Cuando dejó el centro, Laura Carlotto todavía estaba ahí. Antes de irse, la habían escuchado gritar desesperadamente que estaba convencida de que la iban a matar, de que le habían quitado a su hijo.
María Laura fue liberada después del Mundial de Fútbol. Con ella salió otra secuestrada, Norma Akin, que entró cuando estaba de seis meses. María Laura explicó que las embarazadas del ’77 terminaron con los hijos apropiados, y lo mismo sucedió con las dos que compartieron 1978 con ella. Ella tuvo a su hijo en septiembre. Norma Akin también lo tuvo después de quedar liberada. En ambos casos, los apropiadores siguieron vigilándolas afuera. Cuando uno de los jueces le preguntó si creía que había alguna relación entre las fuerzas que operaban dentro del centro de exterminio y lo que sucedió con esos niños, ella dijo que las Fuerzas Armadas operaban como un colectivo, que el plan sistemático estuvo planificado por ese colectivo.
“¿Quiere decir algo más?”, le preguntó Roqueta al final. “Que me hubiese gustado que estuviesen imputados los ejecutores del plan sistemático, no sólo los ideólogos; que es muy importante que estén, (Reynaldo) Bignone en especial. Que hay que continuar estos juicios para encontrar a los culpables, cómplices y civiles que participaron, tanto médicos como jueces como la jerarquía de la Iglesia.”
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