EL PAíS › HISTORIA DEL PERONISMO Y EL SINDICALISMO

Entre la presión y la disciplina

 Por Laura Vales

Politólogo, investigador del Conicet y profesor de la Universidad de Buenos Aires, Arturo Fernández ha trabajado sobre la relación entre el movimiento obrero y la política. “Soy parte de la minoría que cree que el peronismo ha sobrevivido en varias oportunidades gracias a la CGT. En ’55-’58, en el ’66-’69, en el ’76-’80 y aun en la época de Menem: si no hubiera existido el MTA de Moyano es posible que la identidad peronista se diluyera”, desafía en diálogo con Página/12. “Pero aun así, la CGT no puede demandar cosas que hagan imposible la construcción social” que impulsa el Gobierno.

–En su discurso del jueves, Cristina les dijo a los sindicatos que no tolerará ninguna “extorsión” y pidió madurez para respaldar al modelo.

–Lo que ha habido es un avance político de parte la CGT, en el sentido de plantear que su presencia parlamentaria y en el Ejecutivo no es suficientemente representativa de su rol histórico, sobre todo histórico, y del peso que juega en la tríada que integran el movimiento obrero organizado que apoya al Gobierno, el Partido Justicialista con los gobernadores e intendentes y los movimientos sociales que hoy son una tercera pata del Gobierno. En ese marco, es lógico que la conducción de un movimiento político en formación que está sometido a grandes presiones internas trate de poner el máximo de disciplina y les recuerde a los gremialistas que no son bien percibidos por el electorado. Ellos deberían hacer un esfuerzo para comprender esta realidad, que en parte es consecuencia de una campaña de los grandes medios y los factores de poder, pero que ha entrado profundamente en la clase media. Deberían hacerse cargo, por ejemplo, de que no han hecho lo suficiente para revertir esa campaña. En este momento están en situación de hacerlo, este gobierno ha sido el ejemplo de cómo crear hegemonía cultural. La CGT ni siquiera lo ha intentado, y eso se paga.

–La CGT ha sido siempre aliada de los gobiernos peronistas, pero ¿de qué modo en cada uno?

–En el primer gobierno de Juan Domingo Perón fue dependiente, la cúpula sindical no tenía demasiada autonomía, porque Perón impuso una disciplina muy fuerte. Por el contrario, en el ’74, cuando el sindicalismo era ya la pata más fuerte del peronismo, hubo serios problemas con el pacto social porque los sectores más integrados al capital comenzaron a pedir aumentos de salarios por encima del pacto social que habían firmado la CGT y la patronal, que era la CGE (Confederación General Económica). La última intervención de Perón, ya enfermo, el 12 de junio, fue un llamado a la disciplina del sector sindical. Con Carlos Menem hubo una actitud de aceptación de las reformas de mercado por la mayoría de la CGT hasta que en 1991 se separa un sector de la CGT y forma la CTA, rompiendo el modelo sindical peronista, y en 1994 ya surge el MTA (liderado por Hugo Moyano) cuestionando la política de la convertibilidad. En realidad, es el primer sector peronista que se le planta a Menem. En la época de Menem, si no hubiera existido el MTA de Moyano es posible que la identidad peronista se diluyera.

–¿Cuál sería el eje de la alianza con el gobierno de Cristina Kirchner?

–Diría que por el hecho de que hay una política altamente favorable a los trabajadores. Después de muchísimos años vuelve a haber negociaciones colectivas anuales. Los sindicatos recuperaron poder adquisitivo, aunque cada rama es distinta, una cosa son los sueldos de los camioneros y otra la de los gastronómicos.

–Hay una lectura que dice que Hugo Moyano juega a erosionar el Poder Ejecutivo para conseguir poder, ¿la comparte?

–Moyano ha dicho públicamente que aspira, sea para el movimiento obrero, a puestos políticos importantes. Si en Brasil hubo un presidente sindicalista, ¿por qué no en Argentina, que tiene mucha más fuerza sindical relativa que Brasil? En realidad, yo creo que algunos de los que lo acompañan no comprenden que no harían una buena elección, por buenos y malos motivos. Los buenos motivos son objetivos: no son populares. Ahora, esa impopularidad en parte ha sido creado por campañas muy hábiles transmitidas por los grandes medios masivos actuando en favor del capital. Han destruido la credibilidad del buen sindicalista y del mal sindicalista. Es ridículo decir en un país donde hay corrupción estructural que sólo los sindicalistas son los corruptos.

–La crisis entre el Gobierno y la CGT, ¿es también una construcción de los medios, una exageración?

–El discurso de la Presidenta fue lo suficientemente duro como para señalar que hay una construcción social y que la CGT no puede demandar cosas que hagan imposible que la patronal llegue a firmar un pacto social. Al pacto social Perón lo impuso en su primera presidencia hasta que estalló con un golpe de Estado trágico para el país. Lo mismo pasó en el ’73, pacto social impuesto por Perón que no sobrevive a su muerte. Esto habla de la dificultad para hacer un acuerdo social por el cual la patronal admita el derecho laboral. De ahí el odio social de los sectores dirigentes, que es extraordinario si se piensa que los logros de este gobierno, que han sido importantes, llegan a un 30 por ciento de lo que se hizo en los años ’40 y ’50. El odio al presidente Kirchner y a la presidenta Fernández de Kirchner es imcomparablemente más grande que las reformas sociales logradas, que no han sido pocas.

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