Sábado, 11 de junio de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Gabriel Fuks *
Cascos Blancos constituye una herramienta a disposición de la comunidad nacional e internacional, destinada a contribuir en la lucha contra el hambre y la pobreza a través de la ejecución de acciones, proyectos de desarrollo y misiones de asistencia humanitaria, como así también una plataforma de prevención y rápida respuesta ante situaciones de desastres socionaturales.
Hablando de cifras se puede señalar que cuenta a la fecha con una base de datos integrada por más de 2500 voluntarios registrados, con distintos niveles de especialización y experiencia, pertenecientes a distintos países de Latinoamérica y el Caribe, especialmente argentinos que, en los últimos años, ejecutaron proyectos y participaron de misiones, en el caso de Latinoamérica y el Caribe, en países como Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tobago, Uruguay, Venezuela o la zona de adyacencia Belice/Guatemala.
Sin embargo, por encima de la estadística y los registros e indicadores de gestión, podemos decir que lo más destacado de lo realizado es la consolidación de un modelo de trabajo basado en la participación y la organización de la comunidad con objetivos comunes. Esa organización es el voluntariado, una herramienta que, en el caso de Cascos Blancos, ha permitido tender puentes entre la sociedad civil y las políticas estatales.
Cada vez que se producen situaciones dramáticas, como los desastres, cada vez más destructivos y menos “naturales”, las comunidades, los gobiernos y los organismos internacionales trabajan en la búsqueda de nuevos marcos que contribuyan a evitar esos eventos o a paliar sus consecuencias. El camino es el del aumento de la resiliencia de naciones y comunidades, señalando a la pobreza como principal causa de la vulnerabilidad y remarcando la necesidad de un enfoque integral del riesgo y de incorporar a las comunidades en los procesos de reducción del riesgo.
Este proceso, de convocatoria, selección, capacitación y organización de mujeres y hombres convertidos en voluntarios, permitió que la Argentina, a través de Cascos Blancos, y especialmente en los últimos años bajo la presidencia de Néstor Kirchner y ahora de Cristina, estuviese presente a la hora dramática del desastre en situaciones tan extremas como el terremoto de Haití o el huracán Katrina en Nueva Orleans; en inundaciones de Bolivia o en la destrucción de Pisco, en Perú; en cada huracán asolando las costas caribeñas o las poblaciones de El Salvador, Honduras, Guatemala o Panamá; o junto a las poblaciones ecuatorianas. Del mismo modo en que, cada vez que son convocados, contribuyen en la organización de las comunidades afectadas por distintos eventos en la propia Argentina.
La presencia en nuestro país de Ban Ki-moon, secretario general de las Naciones Unidas, constituye un momento oportuno para recordar el compromiso de las comunidades a la hora de organizarse en voluntariados y la vocación de nuestro país de seguir aportando esta herramienta que es Cascos Blancos, que articula con el sistema internacional, especialmente a través de Voluntarios de Naciones Unidas (VNU), y junto a la mayoría las agencias relacionadas con la problemática humanitaria, como la Oficina de Asistencia Humanitaria de la ONU (OCHA), la Oficina Panamericana de la Salud (OPS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) o la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
* Presidente de la Comisión Cascos Blancos de la Cancillería argentina.
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