Viernes, 15 de julio de 2011 | Hoy
EL PAíS › LOS ESPACIOS DE TECNOPOLIS QUE NO DEBEN DEJAR DE VERSE
Un alto horno, con hierro fundido incluido, en la escena de un espectáculo de Fuerza Bruta. Muestras interactivas, recorridos por la historia del desarrollo de la ciencia y la tecnología del país, todo con un gran despliegue visual.
Por Eduardo Videla
Con trajes plateados, como si fueran astronautas, los actores sacan una bandeja de hierro líquido, al rojo vivo. Otros con una cuchara gigante revolean el material recién salido del horno, y el metal incandescente se estrella en una lluvia de chispas contra un enorme muro de metal. Es la Pared de Fuego, uno de los espectáculos en continuado que ha montado el grupo Fuerza Bruta en Tecnópolis. “Cada veinte minutos sale una colada”, estima uno de los organizadores de la muestra. Pero el cronista ya ha visto dos veces, en diez minutos, ese estallido de fuego que luce mejor en horario nocturno.
La escena, que reproduce con una cortina de música tecno el trabajo en un alto horno, es una de las atracciones que el visitante no debe dejar de ver, si es posible, después de que caiga el sol. Está en el continente Fuego, uno de los cinco en que se divide la megaexposición, que abre al público hoy, a partir de las 12, y se puede visitar, con entrada libre y gratuita, hasta el 22 de agosto, todos los días, de 12 a 20.
En el continente Tierra no pasa inadvertida la Fénix 2, la cápsula que permitió rescatar a los 33 mineros chilenos, instalada en un pedestal donde pueden leerse algunas de las cartas que los trabajadores enviaron a sus familias durante el cautiverio. Sólo para la inauguración estuvieron dos de los protagonistas de esa historia, los mineros Juan Illanes y Mario Sepúlveda, que, después de posar para la foto con la pesidenta Cristina Kirchner, repitieron la ceremonia con cuanto visitante –en su mayoría invitados especiales– se arrimara con una cámara.
Una Experiencia Glaciar puede vivirse en el stand que lleva ese nombre, que consiste en una visita simulada al Perito Moreno. En un salón especialmente acondicionado, con temperatura que no supera los diez grados, enormes bloques de hielo resisten, apoyados sobre una superficie refrigerada, con un fondo donde proyecta, en tamaño de gigantografía, un primer plano del glaciar en plena actividad, incluidos los rugidos de cada desprendimiento de hielos. Como en Calafate, todo se mira desde una pasarela y, si bien no hace mucho frío, contribuyen a la sensación las azafatas vestidas con traje naranja, como si estuvieran en la Antártida. Antes y después, el recorrido incluye datos sobre poblaciones, fauna y características geográficas de todos los hielos argentinos, desde la Cordillera a la Antártida.
En el Continente Agua, un domo interactivo está dedicado a la represa de Yacyretá. Una tarjeta de cartón que el diseñador Nahuel Srnec llamó “realidad aumentada” permite ver, al acercarla a una pantalla –donde el propio visitante se ve proyectado por una cámara–, una imagen en 3D de una turbina o las compuertas de la represa, flotando, como si uno la tuviera en la mano. Lo interactivo no termina ahí: un acuario virtual muestra los datos de cada especie acuática, con solo tocar la imagen de un ejemplar.
Al fondo del predio de 50 hectáreas, en un enorme domo transparente, soplan los ventiladores hasta hacer volar una nube de papel picado. Allí, los actores de Fuerza Bruta ponen en escena otro espectáculo, La Globa, que pone en juego nada menos que la energía del viento. Los protagonistas se mueven por el aire dentro del esapcio, colgados de arneses, y hasta pueden llevarse en ese vuelo a algún espectador que se preste a la aventura. La escena, explican integrantes del grupo, se repite seis veces por día, cada 80 minutos, a partir de las 14.
Cerca de allí, el esqueleto del Tyrannotitan se ve tan real que no parece una reproducción. El original está en el Museo Egidio Feruglio, de Chubut, el territorio que habitó la bestia y donde fue descubierta. Su doble es obra de la Asociación Civil Patagonia Fósil, que lo expone en el stand La Tierra de los Dinosaurios.
Si alcanza el tiempo, puede recorrerse el espacio dedicado a los ferrocarriles, desde las primeras máquinas a vapor y vagones de subte de 1913 hasta los coches de doble piso, último modelo. En el sector aéreo conviven los pioneros Pulqui I y II con el cohete del proyecto Tronador. Y cuando los chicos se cansen de tanta tecnología, se los puede llevar al espacio de juegos sonoros.
Todo funciona en un marco de luces de colores y rayos láser que surcan el aire hasta estamparse en las nubes, de antorchas que escupen fuego hacia el cielo. En las calles, se cruzan con el público acróbatas, estatuas vivientes y artistas con zancos luminosos, como escapados de la Guerra de las Galaxias. Escenas del futuro en pleno presente.
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