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Pretendemos con esta reunión recorrer el largo camino atravesado en los últimos 25 años, con muchos logros que las jóvenes generaciones creen que vienen desde el fondo de la historia.

Yo concurrí a una universidad, en los años sesenta, en que las mujeres no podíamos usar pantalones y, recordando los largos pasillos de la UBA, nos creíamos iguales a los varones, pero... por nuestra condición femenina nos moríamos de frío.

En la siguiente década sufrí, junto con el dolor por la desaparición del padre de mis hijas, la humillación jurídica de no ser nadie para ellas, pues dado que mi marido era sólo un “desaparecido” y no tenía una partida de defunción, no era viuda, y no tenía ningún derecho con esos seres que intenté sacar a flote en la vida.

En los ochenta ya comenzamos, con el advenimiento de la democracia, a advertir que la misma era parcial para con nosotras y sólo con la sanción de las reformas al Código Civil, divorcio vincular, patria potestad compartida y mil cambios más que fueron sembrando una base para que, en los noventa, todas las reformas relacionadas con el tratamiento de la violencia, en el plano privado de la familia y en el público con el acoso sexual en el lugar de trabajo modificaran muchísimo la condición jurídica de las mujeres.

Con la llegada del nuevo siglo y gracias a la participación obtenida por la ley de cupo, se cambió el panorama parlamentario y en la actualidad contamos con una mujer abogada y presidenta de la Nación, por derecho propio, gracias a su experiencia y capacidad.

Y sí, el camino ha sido largo, pero muy grato y con muchos logros que tocamos con los dedos de la mano.

* A propósito del encuentro que se realiza hoy, a las 18.30, en la Asociación de Abogados de Buenos Aires, Uruguay 495.