Se dieron dos besos, como se estila en Francia, y ella se subió al Peugeot azul que la esperaba en el patio del Palacio del Elíseo. El auto cruzó la entrada mientras se escuchaba la fanfarria de la guardia de honor. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner se reunió ayer durante cincuenta minutos con su par francés, Nicolas Sarkozy. Quienes participaron la describieron como una entrevista distendida y amable en la que se encontraron coincidencias en temas que preocupan a ambas naciones, como la especulación financiera con alimentos y la necesidad de regular los paraísos fiscales.

La Presidenta llegó minutos antes del mediodía y fue recibida por los soldados de pantalón azul y chaqueta negra con botones dorados. Algunos tenían un sombrero con una plumita roja. Otros, un casco del que colgaba una larga cola de caballo negra. Sarkozy la esperó, sonriente, de traje oscuro y camisa celeste. Y ella le devolvió la simpatía. Estaba de negro y tenía un collar de perlas. Las piedritas del gran patio que hace de entrada al Elíseo dificultaban un poco el caminar con los tacos altos.

Para aprovechar el sol parisiense, la reunión se concretó en los jardines del palacio que fue confiscado durante la Revolución Francesa y es desde 1848 residencia oficial del presidente. Además de CFK y Sarkozy, se sentaron a la mesa de madera, por la Argentina, el canciller Héctor Timerman; el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini; el subsecretario de Medios, Alfredo Scoccimarro, y el embajador en Francia Aldo Ferrer. Por Francia estaban los consejeros Jean David Leavitt, Herni Guaino y Damian Loras y el embajador en Argentina, Jean Pierre Asvazadourian.

El encuentro arrancó con un mensaje personal del presidente francés para CFK: “Lo recuerdo con mucho afecto. Si bien puede parecer un sentimentalismo francés, quería que supieras que fue una conmoción política y personal la muerte de Néstor Kirchner”, dijo, palabras más, palabras menos, Sarkozy, según reveló el canciller. CFK, entonces, contó que estuvieron juntos durante 35 años y que juntos empezaron en la política. Luego, la Presidenta le entregó una carpeta con los detalles y avances de la investigación sobre el asesinato de las dos jóvenes estudiantes en la quebrada de San Lorenzo, en Salta. El mismo material fue entregado al padre de Cassandre Bouvier cuando se encontró con CFK el lunes. El presidente de Francia –informó el canciller– felicitó por los resultados de la causa judicial, que tiene tres detenidos, y al igual que Jean Michel Bouvier, dijo que los crímenes podían haber ocurrido en cualquier lugar. “Bestias asesinas hay en todo el mundo”, fue la frase que utilizó.

Luego, los presidentes pasaron a analizar los temas económicos y estratégicos. “Hoy es un día importante, tengo muchos problemas para resolver”, comentó el francés. Se refería a una videoconferencia que mantendría horas más tarde con la canciller de Alemania, Angela Merkel, y el primer ministro griego, Giorgos Papandreu, sobre la situación en este último país. “Quiero escucharte”, pidió entonces. “La Presidenta dijo que había que facilitarle a la gente recursos para que la economía siga funcionando y que la solución no pasaba por hacer ajustes”, contó Timerman.

Tal como adelantó Página/12, los presidentes abordaron los temas sobre los que vienen conversando en las reuniones del G-20: la especulación alimentaria y los paraísos fiscales. Luego de que se produjera un desencuentro porque Francia dio a entender que pretendía poner un tope al precio de los commodities, ambos coincidieron en que comparten la preocupación por los capitales especulativos en base a materias primas. “Hubo acuerdo en que el problema está en la especulación, no en los precios”, informó el canciller. CFK, entonces, remarcó la necesidad de volcar los recursos a la economía real y parar la especulación, y dijo que para que estas políticas sean eficientes deben ser acompañadas de medidas contra los paraísos fiscales. Sarkozy acordó enfáticamente con este punto, que ya había sido abordado por él mismo en el G-20 y que será retomado en la próxima cumbre en Cannes.

Café, jugo de naranja y agua bajo los dos grandes parasoles de la mesa del jardín. Los perros de Sarkozy –un labrador y uno más chico y arrugado– correteaban entre las plantas y las flores. Ella lo llamaba Nicolas y él Chistine. En fin, un encuentro amigable. “Es una relación estratégica, construida en estos años, especialmente desde el G-20. Hoy es muy buena y muy cooperativa”, resumió Timerman.