EL PAíS › OPINION
El juez inicuo
Por Alfredo E. Allende *
Evangelio según San Lucas, capítulo XVIII, “El juez inicuo”.
Había en una ciudad un juez que no temía a Dios y no hacía ningún caso de los hombres. Había también allí, en esta misma ciudad, una viuda que iba a buscarlo y le decía: “Hazme justicia, librándome de mi adversario”. El juez dijo para sí: “Aunque no temo a Dios, ni respeto al hombre, sin embargo porque esta viuda me importuna, le haré justicia, no sea que al fin venga y me arañe la cara”.
Evangelio laico de un ciudadano argentino, capítulos 1853 y 1994, “Los jueces inicuos”.
Hay en una ciudad jueces crápulas que solo dictan sentencias según el temor que tengan, sin importarles el bien común. Si deben consentir en acorralar, acorralan, pero si les conviene reclaman que se abra el corralón donde están metidos sus conciudadanos. Los jueces inicuos dicen para sí: “Nosotros vinimos por encargos políticos y con promesas de alicientes de otro tipo. Aunque no respetamos a los seres humanos ni a la justicia, dibujaremos algunas sentencias para que no nos arañen la cara y, de paso, si podemos, para zafar tirando abajo a nuestros adversarios”.
En el primer caso, el Hijo del hombre fulmina con su santa ira al juez desvergonzado que ayuda a la viuda sólo para sacársela de encima. En el segundo caso, los Hijos de los hombres y mujeres del país al que pertenece esa ciudad, ni siquiera agradecen sus fallos que, eventualmente los favorecen, porque saben que fueron dictados por miseria moral.
Al juez de la vida, tal vez Jesús lo haya redimido. Pero no habrá perdón para los otros jueces porque ni un falso Nazareno estará, y porque han representado la ignominia, cuando debieron representar la rectitud; han sido agentes de las maniobras de políticas de hambre, cuando debieron defender los derechos humanos; han sido morosos en causas genocidas, cuando debieron ser los paradigmas de la Justicia.
* Diputado nacional - UCR.