EL PAíS › REFLEXIONES SOBRE LO QUE SIGNIFICA Y SIGNIFICO EL EX PRESIDENTE

Menem fue. ¿Qué fue?

Odiado, vilipendiado, seguido, es el presidente que más tiempo gobernó y el que para bien o para mal dejó una de las marcas más profundas. Desde el psicoanálisis, la filosofía, las ciencias políticas y la sociología, cinco visiones de la carrera, la perversión política y la ruidosa salida del ballottage de Carlos Saúl Menem.

LEON ROZITCHNER *.
La sombra de Facundo

Ahora que Menem ha hecho mutis por el foro donde se presentaba, como si fuera alguien, en el escenario de la política nacional, por fin podrá visualizarse y entenderse lo que siempre dijimos: que Menem no existe, y que aún en sus momentos de esplendor no existía. Digo: no existía como persona sino como apariencia pura. Era algo, no era alguien. Digo esto pensando en aquellos inocentes que hablan del estadista: No conocen su secreto.
Desde el punto de vista popular Menem fue el soporte imaginario creado por las más infantiles de las fantasías mayoritarias que, para no enfrentar la realidad de su propia y difícil existencia, fueron atraídas por una forma humana que tuvo la virtud de representarlas en su figura como realizadas para todos. Fue aquél que descubrió hasta el extremo límite qué significa tener poder sin tenerlo como propio, y el modo de ejercerlo para que aquellos que en verdad tenían la manija se lo permitieran. La apariencia de tenerlo también procedía de realizar, con toda impudicia y sacrificando las expectativas pueriles de la mayoría, trabajadas previamente por el terror de Estado y el terror económico, todas las faenas que el poder le pidiera. Son los argentinos quienes le concedieron existencia para que pareciera ser alguien viniendo de la nada de su vacío sin fondo.
En verdad Menem nunca tuvo poder, salvo aquél que le concedían los poderosos. Y esto sólo en la medida en que se sometía al mandato de aquellos que llenaban su ser vacío con sus propios objetivos: que le permitían ser lo que no era. Sólo se le pedía una sola cosa, esa única cualidad como correspondía al ser nada: satisfaciendo ese espacio de fantasía pueril que el terror había dejado abierto, como única realización, a la mayoría de los argentinos.
Para existir como persona se necesita ser alguien, y no parecer como si lo fuera: ser el lugar de un sin número de cualidades. Desde el comienzo siempre tuvo que asumir ante la gente el lleno de otro ser valioso: para comenzar se hizo nada menos, sin rubor, el espectro ridículo (patillas mediante) de un Facundo Quiroga. No era como Sarmiento, que invocaba su sombra: era la representación en su ser Menem de esa sombra. Su transgresión era esa: la falta de pudor y de escrúpulos para asumir cualquier apariencia que le permitiera, por su atracción popular, llegar a convertirse, cuando la trampa demostró el alcance nacional de su eficacia, en el entregador más obsceno de la Nación y del Estado, convertido en una empresa privada. Lo que comenzó con los militares con la desaparición de personas con Menem culmina, prolongando esa huella siniestra, con la desaparición virtual de la Argentina.
Menem asumió el sueño argentino, sobre fondo del terror militar y económico, cuando la moralidad y la voluntad de la mayoría de los argentinos alcanzó la dimensión más pesarosa y deprimida. Menem es una creación de los argentinos, y su figura no hubiera alcanzado ese nivel de apariencia de poder si la mayoría del país no lo hubiera investido con sus propios fracasos, con sus propias miserias y sus propias frustraciones: con lo peor que tenemos.
Por su intermedio, y como prueba de su desprecio por nuestro destino, la farándula mediática entró a convertirse en la clase política dirigente. Abrió ese espacio donde se representan las fantasías con las cuales los medios crean el imaginario pueril y sometido de la gente, para que sumidos en esas distracciones no se viera lo que realmente hacía. Se hizo Maradona jugando con la camiseta de Boca y de la cerveza Quilmes, se hizo Palito Ortega, se hizo Reutemann con la Pantera Rosa, frecuentador de príncipes, de presidentes y de Papas que le ratifican la apariencia como si fuera verdadera: es claro, les entregaba el país en bandeja. Y después de muchas otras metamorfosis, al fin por último se hizo bello y enardecido galán casándose con una decadente belleza televisiva. Fueron las nupcias de laTV con la TV: dos apariencias que se unían también se convertían en un hecho político atractivo.
Mientras la población se complacía en ese transformismo mágico Menem podía transmutarse instantáneamente en el soporte de lo que no era como si lo fuera. Bello desafío a la imaginación frustrada que el terrorismo de Estado y económico había dejado, como única línea de fuga, a todos los fracasos y las cobardías de los argentinos
Su mayor complicidad con los fundamentos del poder fue rendirle su tributo a los que habían abonado el campo de la sumisión ciudadana por el terror: el indulto. La línea que lleva desde el terror militar, que durante la gestión de Martínez de Hoz se había esbozado como entrega de todos los bienes nacionales, la cumple Menem a cabalidad, como continuador de la entrega suspendida por la derrota de las Malvinas. Y se hace torturador, y lo proclama, cuando impone el ajuste que el Fondo Monetario y sus socios vernáculos le pidieron: promete públicamente un ajuste como una cirugía sin anestesia, es decir sin evitar el sufrimiento, es decir prolongando la tortura y el exterminio en el modo como promete aplicarlo. Y le agrega la imagen de un vuelo sin paracaídas. Todos los argentinos, incluso los políticos, hicieron como si esa amenaza terrible no hubiera sido pronunciada. Menem muerte clavó su puñal en el imaginario de los argentinos, amenazados otra vez de muerte. Cuando decía “Ramal que para, ramal que cierra”, ¿era él quien tenía el poder para hacerlo? Nunca hubiera podido mantener abiertos los ramales para defender a la Argentina sin privatizarlos: tenía poder sólo en la medida en que los cerraba y nos destruía.
Menem es un soporte que tiene forma humana, sólo un efecto de estructura como dirían los althusserianos: soporte de una determinación para parecer ser alguien. Es el hombre sin cualidades de Musil, salvo una sola: la de investirse de todas las cualidades que sobre su figura vacía proyectaron la mayoría de los argentinos. Menem se llenó con todo lo peor que tenemos los argentinos: hizo resplandecer con su figura la imagen del gran triunfador, de ese transgresor que todos llevamos en lo más profundo de nuestra sumisión cotidiana. Con Menem los argentinos podían sacarse, por interpósita presencia, todas las ganas. Recibido por los grandes del mundo que debían jugar la comedia de este bufón que, como a todo entregador obsceno de la propia patria, en el fondo despreciaban.
Menem es el representante de la pulsión de muerte de los argentinos.


SERGIO RODRÍGUEZ.
¿Menem fue? ¿Qué fue Menem?

La presencia personal de Menem, “ya fue”. Las escenas del miércoles 14 en “A dos voces” sobre “la bajada” de la segunda vuelta, lo presentó crudamente. Juan Carlos Romero habló rodeado por una escenografía de funeraria y en posición de quien despide a un muerto. Eduardo Menem desde un living familiar y con la pasión de quien defiende a un hermano. Para los “socios políticos”, Menem se ha transformado en un lastre del cual cada uno buscará la forma de desprenderse, más rápido o más temprano. Para la familia, es una posesión a defender.
¿Qué fue? Su inconsciente lo anunció desde su primer discurso ante la Sociedad Rural en 1990: “Me duele y debe dolernos a todos, que sigan existiendo hermanos con hambre y desocupación, niños sin educación y sin salud, ancianos desprotegidos, en fin, que perdure la industria entre nosotros... digo, la injusticia entre nosotros.” Desindustrializar: “Menem lo hizo”. Con lo que logró también más de un 17 por ciento de desocupados en 1994 y la actualidad. Una serie de variables convergieron en ese “logro”. Se apoyó en una historia nacional en la que predominó, excepto un pequeño período de 1946 a 1960, una economía agrícola exportadora asentada en la explotación por parte de unos pocos dueños, de grandes extensiones de tierra con poca mano de obra y pocos dueños. Lo que generó una cultura apoyada principalmente en la ganancia fácil y la expansión de la burocracia estatal, como contención social y recurso político.
Cuando se hizo cargo del gobierno, terminaba de hegemonizar la economía nacional el capital financiero concentrado, tras propinar sus golpes de mercado a un gobierno incapaz que a través de su ministro de economía Juan Carlos Pugliese había llamado a pensar con el corazón y no con la billetera. Renegaba así de lo que un financista de la talla de George Soros tiene muy claro: “Dejados a su propio arbitrio, los mercados financieros son proclives a conducir a extremos socialmente destructivos. La falacia de atribuir calidad moral al mecanismo del mercado cala aún más hondo. Lo que distingue a los mercados es precisamente que son amorales”. Al mismo tiempo ocurría que, apoyándose en desarrollos tecnológicos, informáticos y de las comunicaciones, diversas corporaciones del capital financiero multiplicaban su poderío a nivel de la naciente “aldea global”.
Con esas condiciones de posibilidad asumió el poder. Es un “tío patilludo” obnubilado por la acumulación de U$S, el goce del poder y el figurar en la escena mediática. Absolutamente falto de escrúpulos y con una habilidad muy singular, se adueñó del deseo y el goce de muchos, apoyándose en su propia ambigüedad y en su imagen de “vivillo” que como jefe podía hacerle ganar importantes sumas de dinero, de poder y de brillo farandulesco a sus “socios” y subordinados. Esa habilidad, que algunos llaman instintiva, el psicoanálisis la reconoce como proveniente de un entrenadísimo saber hacer inconsciente, para advertir qué espera la gente. Habilidad que usó para manipular inescrupulosamente e hipnotizar por demasiado tiempo a mayorías. Recordemos el “voto cuota” y la ilusión de millones de argentinos de que se había entrado al “primer mundo”. La “bajada” del ballottage arrasó con esa imagen y puso en escena la del cadáver. Como es sabido, el olor a muerto repele hasta a los deudos más cercanos. Después del entierro, sólo viene la disputa por los objetos.
Desde su falta de escrúpulos no tuvo inconvenientes para producir un giro de 180 grados en un movimiento como el peronismo, que aunque lleno de contradicciones se enraizaba en una ideología nacional y populista. Ese giro llevó a la mayoría de su aparato partidario a un fundamentalismo neoliberal y conservador que logró insertar a través de empujarlos a la defensa de la convertibilidad, hasta en la alianza opositora que llevó a De la Rúa y Chacho Alvarez a su escaso gobierno.
Nada de esto debe llamarnos la atención. No podemos olvidar que la Argentina se construyó sobre la base del arrasamiento de más de 300.000 indígenas que fueron los primeros “desaparecidos” en estas tierras del sur. Y esos indígenas fueron arrasados por los adelantos tecnológicos usados por unos pocos miles de españoles, muchos de ellos convictos, que venían con la ilusión de saquear lo que no había: plata y oro. Nuestro país lleva el nombre de lo que nunca tuvo: argentium (plata en latín). Su principal río lleva el mismo nombre (de la Plata). Pero lo que sí tuvo y tiene son grandes extensiones de tierras fértiles que dieron lugar a una reproducción geométrica de vacas, caballos y ovejas. Lo que permitió hacer del simple papel billete equivalentes de la plata que no existía, para goce de los criminales expropiadores de la tierra de aquellos indígenas.
La delincuencia combinada con el “progreso” tecnológico está en la refundación de nuestra comarca, ya que los verdaderos fundadores fueron los asesinados para ser saqueados. Sólo si logramos salir de ese “eterno retorno” que nos persigue, lograremos construir una Nación decente poniendo los avances tecnológicos al servicio de los argentinos.
* Psicoanalista


TOMÁS ABRAHAM *.
Qué lástima que Menem

Menem ha sido nuestro último presidente. Para todos parece ser así. Los medios en su afán de mostrarnos nuevas domesticidades comparan el estilo de la casa de los Kirchner con la de Menem, como si no hubiera habido desde el 99 otros decoradores. Ni De la Rúa, ni Rodríguez Saá, han tenidoal parecer su gusto kitch. Los hemos olvidado. Claro que tampoco nadie se atreve a divertirse por el momento cotejando el gusto de Menem con el de Chiche Duhalde. Hay que respetar a quien ostenta el poder.
Menem ha permitido a los políticos presentarse con una buena imagen. Todos se sienten mejores que Menem. Suena extraño que el presidente que más tiempo gobernó a la Argentina gracias al voto popular sea el más odiado. Más raro aún es que el político que sacó la primera minoría en las últimas elecciones –mayoría no sacó nadie– sea el diablo en camisa. Hoy comienza el antimenemismo oficial y oficioso. Mejor dicho hoy termina el antimenemismo que tanto nos dio de comer y hablar. Comienza una nueva etapa sin Menem. ¿Sin Menem? Es probable que el próximo gobierno necesite un gran hermano. Una vez que se desencadenen los primeros conflictos y presentación de facturas que harán Moyano, Daer, De Genaro, los banqueros, las empresas de servicio, el FMI, los gobernadores, los docentes, la bancada duhaldista, el gobierno tan pulcro y progresista apelará al Gran Hermano, es decir Duhalde, para que haga fumar la pipa de la paz. Y si este personaje se pone malo habrá que pedir la ayuda de otros.
Salvo que los Kirchner y Felipe Solá posiblemente acompañados por nuevas fuerzas libren una batalla para reformar el ejercicio de la política más allá de la confederación de padrinos en que se ha convertido. Pelea cuyo desenlace puede ser una nueva hiper con fuegos y fogatas dispersas. Por ahora el poder está bajo custodia de los mismos aparatos de siempre. Y el país está mucho peor –por su profundo deterioro institucional– que lo que muchos creen. Quiero decir que Menem probablemente continúe siendo una autoridad en el movimiento nacional justicialista.
En los círculos de poder de nuestro país –corporaciones, gremios, ejército, Iglesia, empresas periodísticas– Menem es “qué lástima que Menem...”. El que hizo lo que otros nunca se atrevieron a hacer, estabilizó un país incendiado, modernizó los servicios, duplicó el PBI, consiguió crédito barato para el país. “Qué lastima que haya hecho tantas macanas por su megalomanía...” Qué lástima. Termina una etapa. Menem es uno de los políticos de más relieve que ha dado nuestro país. Gobernó diez años con el voto popular. Hoy lo consideramos un extraterrestre. Es un estilo nacional. Nunca tuvimos nada que ver con lo que nosotros mismos hemos engendrado. Por supuesto que no todos lo votamos, tampoco todos hemos querido a Videla, Massera, Onganía, Perón con Isabel y López Rega. Pero por algún extraño motivo una enorme cantidad de gente sí. La memoria colectiva se reconstituye permanentemente. El pasado no ha sido clausurado.
* Filósofo



RICARDO SIDICARO *.
Pasos tácticos

Cuando se habla de que la renuncia de Menem afecta la gobernabilidad, hay que ver gobernabilidad de quién. Es la de los conflictos sociales y los sectores socioeconómicos que intentan sacar ventajas de los gobiernos débiles. El debilitamiento de la gobernabilidad inicial del nuevo presidente puede favorecer a sectores que pueden condicionar al gobierno, como lo dijo Kirchner en su discurso. Está en su capacidad tratar de encontrar políticas que le den apoyos en sectores amplios de la población y no en esos sectores dominantes beneficiados por Menem y la Alianza, que así terminó. El problema principal que va a tener es encontrar bases sociales para desarrollar políticas de Estado que permitan restringir el poder ganado en los últimos años por los actores socioeconómicos,
nacionales y extranjeros. En la lógica de los asesores
de Menem, la renuncia se piensa probablemente
como un paso atrás para dar dos adelante. Esos pasos esperan darlos si se debilita el gobierno de Kirchner y se crea una situación que precipite la crisis en los dos primeros años de mandato. Con su renuncia, Menem no sale de la política y seguramente está pensando que evitar el ballottage lo puede colocar a él como árbitro de la situación si Kirchner no logra una base de consenso. La decisión de Menem tiene más de movimiento táctico que de retirada.

* Sociólogo


FEDERICO SCHUSTER *.
Los cálculos irracionales

\Si uno aplicaba hace unas semanas un modelo de análisis de decisión racional, en términos de estrategia individual a Menem le convenía bajarse del ballottage. Perdía menos bajándose que compitiendo, porque los votos significaban una palada de tierra de la que iba a ser difícil salir. Esto era el análisis respecto de su supervivencia política, pero institucionalmente el tema es muy grave. El cálculo egoísta es gravísimo porque puede cerrar un proceso de elección en una Argentina debilitada, que viene de una crisis importante con un gobierno que se fue en la mitad del mandato, otro que duró una semana, uno provisorio y una profunda desconfianza social al sistema político. El ballottage hubiera permitido que quien ganara apareciera con un piso de legitimidad relativa. Le hubiera permitido no un cheque en blanco, pero sí un piso para comenzar, que después rápidamente iba que tener que reafirmar en los hechos. La situación de la primera vuelta fue buena para las instituciones: a pesar de las denuncias de fraude, hubo un voto positivo, la gente acudió a las urnas. Independientemente de lo que uno piense de los partidos y los candidatos, permitió la consolidación institucional. Lo mejor hubiera sido que Menem asumiera el sacrificio de presentarse en la segunda vuelta. La forma en que se bajó lo termina debilitando más. Una cosa es bajarse con un discurso monolítico y otra con tantas idas y vueltas. Con respecto a Kirchner, independientemente de que en principio pareciera que tiene una legitimidad que está dada porque todo el mundo sabe que ganaba cómodo, él no tiene los votos contaditos en la mano. Esto lo obliga a una estrategia política de legitimación concreta. La legitimidad dependerá ahora de la actitud que los sectores ciudadanos asuman y de su grado de compromiso.

* Politólogo, decano de la Facultad de Ciencias Sociales

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