EL PAíS › UNA ASAMBLEA BARRIAL DISCUTIO EL ESCRACHE A RAUL ALFONSIN
Un vecino ahí, por favor
La semana pasada el ex presidente terminó a las piñas con los caceroleros. Ayer, otra asamblea discutió si repetir los escraches. La mayoría cuestionó al líder radical, incluidos algunos afiliados. Pero hubo también quien lo defendió. Los argumentos, los diálogos, los personajes. La votación.
Que robó, que no robó. Que firmó el Pacto de Olivos, la Obediencia Debida y el Punto Final. Que hay peores que él. Que por qué no lo van a buscar a Menem “¿eh?”. Que es el símbolo de una forma de hacer política que le da “la espalda” a la sociedad. Que fue un gran hombre y le faltaron el respeto. Que “tiene huevos” porque se bajó del auto para enfrentarse con quienes lo estaban escrachando. Todo eso, y más, se escuchó anoche en la asamblea de Rodríguez Peña, donde los vecinos de ese y otros barrios se juntaron a discutir la coyuntura, pero sobre todo a definir si seguir escrachando al ex presidente Raúl Alfonsín, vecino del barrio, tal como lo hicieron hace una semana. Como la asamblea estaba dividida, los ánimos caldeados y el tiempo restringido –sus integrantes habían decidido marchar hacia la Plaza de Mayo– la votación que decidirá si el ex presidente radical seguirá siendo “castigado” quedó pendiente hasta el próximo miércoles. Ese día, también se votará un escrache a María Julia Alsogaray y a su padre Alvaro, ambos oriundos de Barrio Norte. Seguramente será más fácil lograr unanimidad.
Ocho y cuarto, ya antes de que empezara la asamblea, la gente que se iba juntando frente al Palacio Pizzurno debatía sobre la conveniencia de haberle hecho le miércoles pasado un escrache a Alfonsín en su casa de Santa Fe y Montevideo. Ese día, el ex presidente llegaba en un auto con sus custodios. Cuando vio la manifestación en su contra, ordenó que detuviesen el auto y se bajó. Ahí es donde las versiones empiezan a diferir. Alfonsín dice que alguien le pegó y que él devolvió a la agresión, pero los vecinos de la asamblea de Rodríguez Peña lo negaron rotundamente. “Pero yo no estoy de acuerdo con que hayan escrachado a Alfonsín. Hay peores; aquí cerca vive María Julia. Te pongo un ejemplo: si una persona le roba a veinte y otra le roba a dos mil personas, ¿con cuál te la agarrás?”, dijo a este diario María, una pensionada que alguna vez trabajó en el Ministerio de Educación y ahora se dedica a escribir poemas y frecuentar asambleas.
Ayer, el tema Alfonsín se llevó gran parte de la asamblea. El hombre tenía defensores y detractores. En el primer grupo había paquetas señoras del barrio y también un grupo de mujeres que no eran de la zona, pero fueron especialmente a defender al líder del radicalismo. Se abrió la lista de oradores. Víctor, un ciudadano que se definió como “independiente”, fue el primero en hablar. “Parece ser que la cuestión del escrache a Alfonsín afectó a mucha gente”, disparó, y la barrita de mujeres radicales contestó a coro: “Siiiiiiiiiii”. “La cuestión –siguió el hombre– es pensar si en el escrache al nombre de Raúl Alfonsín se lo repudia individualmente o como símbolo de una forma de hacer política que esta asamblea desmiente permanentemente cuando hace circular la palabra sin punteros, sin digitación y sin transas.” En el segundo caso, opinó Víctor, los escraches no son necesarios “porque se trata de que el lugar del escrachado quede vacante: a estos políticos no debemos tomarlos como referencia”. Respecto de la participación de partidos políticos que pretendan copar las asambleas, el vecino exhortó a sus pares a tomárselo con calma. “No hay que atemorizarse. En una asamblea, si la palabra circula libremente, ése es el modo de desestructurar un discurso digitado desde arriba por algunos partidos.”
En la lista de oradores siguió Nora, que a pesar de ser militante radical propuso seguir escrachando a Alfonsín y dijo no coincidir con que el ex presidente sea “un cadáver político” al que no hay que darle importancia, como sugirió uno de los asambleístas en una conversación informal. “Mi propuesta concreta es que sigamos con el escrache de Alfonsín sin perjuicio de escrachar también a María Julia. Ya que Alfonsín no está tan muerto: es senador y yo le pago con mis impuestos su sueldo. E influye tanto que consiguió por medio de su lacayo Arnoldo Klainer la libertad de Menem”, dijo, y los aplausos se fundieron con silbidos. A su turno, Mario, un hombre que no era de Barrio Norte, les propuso a los vecinos de la zona un provocador ejercicio de mnemotécnico. “Me parece que es bueno empezar con un ejercicio de memoria. Pero no de memoria corta, de lo que pasó hace dos meses en el país. Este barrio es el mismo que mayoritariamente en 1983 votó a Alfonsín para presidente y a Alsogaray para diputado. Que en 1985 votó a María Julia Alsogaray para diputada nacional, en 1987 a Adelina de Viola y a Alberto Albamonte y en el ’89 a Menem. Que en 1991 votó a De la Rúa diputado nacional y en el ’93 a Erman González. En el ’95 a Scioli, en el ’97 a Cavallo y....”, seguía entusiasmado el hombre, hasta los perplejos vecinos le pidieron a los gritos que redondearan, y le recordaron –acaso como ejercicio mnemotécnico– que sus dos minutos de exposición habían terminado.
Leticia, de Ingeniero Budge, pidió que la energía de los escraches se utilice para construir otras cosas. “Y a los políticos pito catalán. Los políticos están en nosotros. Quisiera que de esta asamblea surjan propuestas para que nuestros hijos puedan ir a la universidad como los hijos de ustedes, a los que nosotros les pagamos para que vayan.”
Y para completar el cuadro y cerrar la lista de oradores, no podía faltar la palabra de una militante radical de pura cepa que defendiera a su partido y hasta se animara a invitar a los asambleístas a acercarse al Comité. “El fascismo es la negación del otro. Ustedes representan a muchos, pero no a todos. La de ustedes es una voz más en el concierto de la Nación. Muchos radicales no vamos a dejar de ser radicales, les guste a ustedes el partido o no les guste. Yo coincido con muchas cosas de las que aquí se dicen, pero no en todas. Y si ustedes se sentaran a escuchar a los militantes políticos verían que tienen muchas coincidencias con nosotros”, dijo, pero los silbidos no la dejaron terminar. Un vecino le dijo que ella estaba invitada a ir cuantas veces quisiera a las asambleas. Ella hizo lo propio. “Ustedes pueden venir también”, insistió.
Otra vez los silbidos taparon su voz, y la señora tildó a los asambleístas “intolerantes”. A pesar del mal momento, se fue diciendo que participar había sido un gusto y dijo gracias.