Jueves, 10 de octubre de 2013 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Alfonso Diez Torres * y Rodolfo Mattarollo **
Los argumentos contra la pena capital y las pretendidas justificaciones para perpetuarla son de sobra conocidos. Entre los primeros se incluye la irremediable vulneración de la vida humana, el irreparable error judicial, y la mezquina noción retributiva del castigo. Entre las pretendidas justificaciones se muestra en primer lugar el supuesto carácter disuasivo de la sanción, nunca demostrado, y un trasfondo de crueldad sobre el que se basa una pedagogía del miedo.
Más allá de los argumentos técnico-jurídicos, la pena de muerte nos coloca frente a un dilema de sociedad. Se trata de elegir el mundo que queremos construir para nosotros y las futuras generaciones. Un mundo que profundice los antagonismos, que vuelva totalmente irreparable el drama penal o un mundo que busque la pacificación de la existencia.
La Argentina y América latina han sufrido desde su origen las peores expresiones de la crueldad institucional bajo la forma de la tortura y la privación arbitraria de la vida. Pero también hay países de la región que lideran la lucha contra esas aberraciones, tal como ocurre en Europa, en cuyo Consejo no se admite a Estados que mantengan este castigo inhumano y degradante. La Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea prohíbe expresamente esta sanción. Desde 1997 no ha vuelto a tener lugar una ejecución capital en territorio de lo que hoy conforma la Unión Europea.
Resulta alentador constatar la tendencia creciente a nivel mundial en las dos últimas décadas a favor de la supresión de la pena de muerte al aumentar el número de países que la prohíben expresamente de 55 a 99. Actualmente, 140 países (más de dos tercios del total) son abolicionistas por ley o en la práctica. Pero no deberíamos contentarnos con el avance de la resolución de la ONU que preconiza la moratoria con vistas a la supresión definitiva de este castigo. Más todavía cuando este año, hoy, 10 de octubre, consagrado a la supresión de la pena capital, nos encuentra ante grandes desafíos que hacen cada vez más necesaria la defensa de la paz y de la vida en todas partes.
En el continente americano subsiste la pena capital especialmente en el Caribe anglófono. No obstante los casos de abolicionismo de hecho, esta situación requiere una permanente atención.
Las desigualdades de nuestras sociedades, tanto en el Norte como en el Sur, llaman no sólo a cambiar las estructuras, sino a implantar una auténtica igualdad de oportunidades que elimine los privilegios e injusticias sociales.
En la consideración de estos enormes desafíos es preciso reconocer que el crimen violento plantea graves problemas de seguridad ciudadana, que reclaman cambios de estructuras y cambios de mentalidades. La relación entre el crimen violento y la crisis socioeconómica son retos colosales que no serán resueltos con la pena capital ni con el “gatillo fácil”. Días de reflexión y acción como el 10 de octubre pueden ayudar a tender un puente entre nuestro convulsionado presente y una tierra más fraternal de pacificación de la existencia.
En los últimos años se ha avanzado mucho en este objetivo humanitario que tanto une a la Argentina y a la Unión Europea. Un día como hoy debe servir para recordarnos a todos que, más que nunca, no debemos retroceder en nuestro mutuo empeño porque como reconoció el 5º Congreso Mundial contra la Pena de Muerte celebrado en Madrid en 2012: un mundo libre de pena de muerte está a nuestro alcance.
* Embajador de la Unión Europea en Argentina.
** Embajador de Unasur en Haití. Miembro de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte.
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