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Calendario a varias manos

El adelanto de las elecciones porteñas. Los motivos de Macri, a nivel local y nacional. Sus adversarios, distintas posiciones. El mapa electoral de las provincias, cómo se va construyendo. La primacía de los oficialismos, sus matices. Un repaso histórico. La necesidad de saber sin despreciar. Y algo sobre el demorado fin de la Guerra Fría.

 Por Mario Wainfeld

Mauricio Macri fijó fecha para las elecciones de autoridades porteñas, empezando por las de su cargo de jefe de Gobierno. Serán en julio, las precederán las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Se anuncia la aplicación del “voto electrónico” con la modalidad ensayada en Salta, que incluye la emisión paralela de papeletas que faciliten el control por otra vía.

El sistema federal permite (en varias provincias estatuye) la posibilidad de “desdoblar” los comicios de los nacionales. Es un modo de reforzar la autonomía de los distritos. A ese encanto institucional se añade otro pragmático: son los ejecutivos locales los que disciernen el momento electoral. La ventaja es relativa o contingente, porque su éxito está supeditado al veredicto popular. Como el técnico de fútbol que manda regar la cancha antes de los partidos, el local demarca el terreno. Después viene el partido, la dinámica de lo impensado.

Los objetivos, cantados y asumidos, de Macri son dos. Tanto mantener la primera y única provincia que comanda el PRO cuanto incidir por “efecto demostración” en las PASO nacionales que caerán en agosto, esto es cuando todavía flote en el aire el resultado porteño.

El PRO predomina en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) desde 2007 inclusive. Dos candidatos han obtenido sucesivas victorias desde entonces: Macri y la senadora Gabriela Michetti. Juntos en la fórmula ejecutiva en 2007, “Gabriela” por su lado en las parlamentarias de 2009 y 2011 y “Mauricio” en su reválida de 2011. Ahora, éste lee que la primacía está tan consolidada que puede repetirse sin ninguno de ambos. Aspira a que Michetti lo secunde en la fórmula presidencial. La mujer piensa distinto, ambos lo ventilan con razonable amabilidad en los medios. Horacio Rodríguez Larreta es el delfín supuesto, nadie cree que tenga el gancho de los otros, pero el jefe de Gobierno opina que para el terruño alcanza.

El Frente Amplio-Unen (FA-Unen) mayoritariamente lanzó la candidatura del diputado Martín Lousteau acompañado por el lilito Fernando Sánchez. Lousteau es una figura vistosa, decontractée. El perfil de Sánchez no alcanza a anular su carisma para votantes de clases medias o altas, no peronistas. Hay algunas divergencias en la coalición, pocas para las que es su idiosincrasia.

El Frente para la Victoria (FpV) y el Frente Renovador (FR) no tienen candidatos designados ni cantados. El macrismo confía en que el tiempo les juegue en contra. Si se mira con lupa, su prioridad en la carambola CABA-Nación es dejar bien atrás al FR del diputado Sergio Massa, con quien compite para llegar al ballottage contra el FpV en la competencia presidencial. Ese es el escenario más previsible, concuerdan dentro del amplio espectro de la oposición nacional.

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Ventaja deportiva: La superioridad de PRO es envidiable pero no muy original. Los datos de las numerosas votaciones sucedidas desde 1983 delinean una tendencia propicia a los oficialismos locales. Si cabe, se ahondó desde 2003: es razonable pensar que años de crecimiento y de bonanza jugaron a favor de los taitas provinciales, fuera cual fuera su bandería. Un crecimiento sensible del peronismo a expensas del radicalismo en ese lapso también parece consecuencia del cuadro político general de la larga década.

El año que viene se renuevan 22 gobiernos provinciales. En Santiago del Estero y Corrientes hay otro almanaque, producto de crisis institucionales domésticas. Ya se pronunciaron y confirmaron a sus mandatarios.

En 2011, en 20 provincias nada menos se confirmó al partido que ejercía el poder. Las reelecciones inmediatas también abundan, son contadas las provincias que las prohíben.

También priman las que eligen por simple mayoría, en una sola vuelta electoral. La CABA está entre las cuatro excepciones, junto a Chaco, Corrientes y Tierra del Fuego.

Sin hacer vaticinios prematuros y medio vanos, tal vez exista ahora un sesgo de opinión crítico hacia las reelecciones. Es difícil de medir y hasta de ponderar. Un dato más sólido puede apuntalarlo: hay distritos y protagonistas centrales de la política que no pueden aspirar a ser reelegidos ahora. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, desde ya. Dos figuras de primer nivel nacional, Macri y el gobernador Daniel Scioli, tampoco podrían, si quisieran. La regla rige también para los “gobernas” de Entre Ríos (otro presidenciable, Sergio Urribarri), Mendoza y Santa Fe.

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El calendario, por ahora: Salta y Chaco ya tienen fecha de sus elecciones anticipadas. En el Neuquén serán en el primer semestre. El gobernador cordobés José Manuel de la Sota franqueó que piensa hacerlo, como es habitual. Santa Fe desdobla y es predecible que lo mismo suceda en Misiones y en Tierra del Fuego. Al día de hoy serían 12 las provincias que se pronunciarían el mismo día que el padrón nacional. Buenos Aires, Mendoza, Jujuy, Catamarca, Chubut, Río Negro, San Juan, Entre Ríos, Santa Cruz, La Pampa, La Rioja y Formosa. Es una lista provisoria, puede cambiar. Un punto sintomático: todos los gobernadores son del FpV. Hasta acá la idea es amarrar las dos competencias para garantizar lealtades y potenciar el voto fiel. Scioli, que viene armando su “liga de gobernadores”, es el primer interesado. En este aspecto, entre tantos, todavía no está definida la estrategia de la presidencia.

Los gobernadores de otras banderías se inclinan (en promedio, mudable) por separar las dos instancias.

En 2014 hubo varias elecciones municipales, ninguna en ciudades “grandes”. Sus resultados se sobrevaloraron o extrapolaron con entusiasmo por los triunfadores. No hacen tendencia, ni siquiera provincial.

El gobierno radical de la capital de Mendoza estableció que se votará en mayo, con primarias a fin de febrero. La intención del mandatario kirchnerista, Francisco Pérez, es que esa importante mariposa no haga verano, unificando el resto de las elecciones.

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Mutaciones: Si Macri convenciera a Michetti para lanzarse a ligas mayores ofrecerían una fórmula con dos candidatos graduados en universidades privadas. Massa es otro, lo que habilita la perspectiva del primer presidente formado en esos centros del saber. El formato tradicional, absoluto desde 1983, es de egresados de universidades públicas. Y mayormente los protagonistas fueron los primeros de sus familias en conseguir esos diplomas. Al cronista le place suponer que esa tradición se enlaza con el imaginario argentino de ascenso social y promoción de las clases medias. A su ver, si cambiara no sería del todo ilógico, en una sociedad diferente, pero no deseable.

Hay otra característica histórica de las fórmulas presidenciales que está en crisis o sujeta a revisiones. Era clásica, en los partidos populares mayoritarios, sólo para empezar: combinar una figura proveniente “del interior” con una porteña o bonaerense. Para muchos argentinos los porteños y los bonaerenses (bien distintos, por cierto) se asemejan mucho. Esa variedad explica (claro que junto a otros factores) las parejas Raúl Alfonsín-Víctor Martínez, Italo Luder-Deolindo Bittel, Carlos Menem-Eduardo Duhalde, Eduardo Angeloz-Juan Manuel Casella, Menem-Carlos Ruckauf y hasta José Octavio Bordón-Carlos “Chacho” Alvarez. El kirchnerismo repitió el esquema, que había sido alterado cuando ganaron Fernando de la Rúa-Alvarez. De la Rúa es cordobés de origen pero hizo casi toda su carrera en la Capital, desde 1973, llegando a ser jefe de Gobierno.

Macri-Michetti es una neta fórmula “porteña”, aunque ésta nació en un pueblo bonaerense. El diseño clásico tributaba a cuestiones internas y asimismo al olfato político de la dirigencia política, que atisbaba el componente federal del voto. Las encuestas (ineludibles aunque acaso sobrevaloradas) han desplazado a ese olfato, minimizándolo.

Seguramente lo que prevalece, en un sistema político estable, es la valoración colectiva sobre el oficialismo. Es éste, mayormente, el que gana o es desplazado en las elecciones generales. En la subjetiva percepción de este escriba, el año que ya se viene ratificará ese criterio... aunque no se sepa todavía en qué sentido.

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Mirar para comprender: Los oficialismos prevalecen, el peronismo es imbatible en muchos distritos, las reelecciones cunden... Son hechos que deben balancearse con otros, también interesantes. El mapa de las provincias no es pétreo, los ciudadanos no votan idéntico en distintas instancias.

Fuertes partidos provinciales con añeja tradición anterior o paridos desde el ’83 fueron perdiendo el favor popular, minimizándose. Sin aspirar a ser exhaustivos pensemos en el Pacto Autonomista Liberal correntino, el Demócrata de Mendoza, la Fuerza Republicana (ejem) de los Bussi, Acción Chaqueña. Los distritos nuevos (CABA y Tierra del Fuego) tienen comportamientos especiales, diferentes a las medias de otras provincias, si la hubiera. En Tierra del Fuego, Santa Fe y la CABA (dos veces) han llegado partidos que jamás antes habían comandado provincias.

Con sufragio universal y obligatorio, los ciudadanos no reaccionan como manadas o rehenes: se expresan e inciden. En determinados medios, academias o quinchos queda bárbaro menospreciar los pronunciamientos colectivos. Es uno entre tantos modos de bajarle el precio al sistema democrático.

Prestarles atención y conocerlos, por lo menos, es una labor instructiva y necesaria.

Macri busca una redoblona. Trata de optimizar ventajas comparativas: un feudo propio, un liderazgo indiscutido puertas adentro y la posibilidad de ser candidato. Massa no tiene tanto. El FA-Unen dispone de mucho menos aunque el radicalismo podría recuperar terreno en las provincias donde atraviesa su peor momento.

El kirchnerismo mantiene indefiniciones fuertes, combinadas con la centralidad de la Presidenta.

Los salames de siempre protestarán porque se gasta mucho dinero y se distrae energía colectiva en la secuencia de elecciones por doquier. Omiten que es un pilar de la democracia, la mayor y más eficaz expresión (que no la única) de la voluntad popular. La mirada economicista, como en tantos órdenes de la vida, es miope, sesgada, de un materialismo trivial e ideológico.

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Imagen: DyN
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