Viernes, 18 de septiembre de 2015 | Hoy
EL PAíS › RUBEN SANTOS DECLARO POR LA REPRESION DE DICIEMBRE DE 2001
Por Ailín Bullentini
Rubén Santos dice que es inocente. Lo dijo en 2006, ante María Servini de Cubría, la jueza que investigó la represión del gobierno de Fernando de la Rúa, y lo repitió ayer ante el Tribunal Oral Federal Nº 6, cuando decidió ampliar su declaración indagatoria en el tramo final del juicio que se le sigue a él, otros ex policías y al ex secretario de Seguridad de la Alianza Enrique Mathov por las cinco muertes que dejó aquel ataque policial en diciembre de 2001, corolario de una de las crisis más fuertes que sufrió el país. “Siempre acaté las órdenes de las autoridades políticas y de la Justicia”, repitió lo dicho en la investigación casi diez años atrás. La estrategia que había desplegado en el despacho de Servini de Cubría entonces le sigue sirviendo en la actualidad: cuida su alianza inquebrantable con Mathov; reconoce “excesos” de la Federal en las calles aquel día, pero resalta el “peligro” que “acechaba” la ciudad; descarga responsabilidades en quienes fueron los funcionarios policiales inmediatamente inferiores a su cargo, y quienes también está acusados, Raúl Andreozzi y Norberto Gaudiero; en el fallecido Ramón Mestre, ex ministro del Interior de aquellos años y en la jueza a cargo de la investigación.
“Es un traidor. Culpa a los de abajo y al muerto”, resumió Marcelo Roqueti, el abogado de Gaudiero, durante la audiencia de ayer. La reacción condensó las cantidades justas de bronca, desprecio y nerviosismo que la declaración de Santos provocaba a su defendido, el ex titular de la Dirección de Operaciones en aquel diciembre, y al resto de los ex funcionarios policiales acusados en el juicio. Gaudiero se la pasó negando con la cabeza, riendo descalificadoramente. Incólume en la sala, Andreozzi, ex superintendente de Seguridad Metropolitana, fue el único que cuidó sus expresiones durante los cuartos intermedios en los que el resto se desquitaron con insultos. “Hijo de puta”, “cagador, ¿quién me devuelve los años perdidos?”, “sinvergüenza”.
Antes de hablar de sus “sueños” como policía de la Federal, de recorrer su carrera y de destacar las menciones positivas que diferentes periodistas y escritores realizaron en obras publicadas entonces, como Emilia Delfino y Mariano Martín, Horacio Verbitsky y Graciela Fernández Meijide –en su libro La ilusión, la ex funcionaria de la Alianza hipotetiza con la posibilidad de que “duros efectivos de la Federal” hayan aprovechado “el desmadre social” para atacar a Santos, un “resistido” dentro de la fuerza– Santos terminó de leer tres indagatorias que ofreció ante Servini de Cubría en 2006 y que había comenzado el viernes pasado. En ellas, ya se vislumbraba la estructura de su estrategia: que “siempre” acató las órdenes “de las autoridades políticas y la Justicia”, lo cual describió como “correr a las personas detrás del vallado –que bordea a la Casa Rosada– y luego solo contención”; que desconocía quién había emitido la orden de que ingresara la caballería a la Plaza, que él no estaba en la Dirección de Operaciones cuando eso había ocurrido ya que estaba reunido en la Casa Rosada. Entonces, en Operaciones estaba Gaudiero.
“Niego categóricamente los cargos que se me imputan”, había remarcado en 2006, cuando también había solicitado que se investigara si “los testigos ofrecidos por Gaudiero –durante aquella instrucción– no habían incurrido en falso testimonio”.
“Sin razones, el 19 (de aquel diciembre), Servini de Cubría se presentó en la situación y comenzó a dar directivas”, arrancó Santos su declaración. Luego, aclaró que ese día, tarde en la tarde, la jueza pidió visitar la Dirección de Operaciones a lo que él respondió que “no había problemas” pero que “no” lo iban a encontrar. “Que la reciba Gaudiero”, dijo que respondió. El y Andreozzi, junto con otro efectivo, debían acudir a una reunión en la Casa Rosada solicitada por Mestre. “Lo llevé a Andreozzi porque fue mi mano derecha en toda la gestión. Tenía bajo su tutela a 20 mil efectivos para actuar en la ciudad de Buenos Aires. Yo podía tener respuestas y soluciones mucho más rápidas con él al lado mío”, relató. Desde entonces, Andreozzi entró y salió de la sala varias veces, nervioso. Santos describió brevemente cómo se habían repartido las tareas en la Casa de Gobierno sobre “la situación de conflicto” que se vivía en el país aquellos días. “La ciudad de Buenos Aires la manejaba el ministro del Interior (Mestre); el interior lo manejaba el doctor Mathov”, apuntó, ubicando bien lejos a su principal aliado en el mapa de alianzas de la causa del escenario de conflicto. Mencionó que Mestre “temía la toma de edificios emblemáticos” y, por si quedaba alguna duda sobre el rol de cada quien según su óptica, sumó un dato de color sobre la reunión con Mestre: “El ministro me miró y me dijo ‘jefe, el ministro soy yo, necesito información certera todo el tiempo’”. Tras esa reunión, mantuvo otra “breve” con Mathov, quien le pidió información pero “sobre las provincias”, y que, tras ese encuentro, al que ubicó a la noche del 19, pasó “por la Plaza” de Mayo. “Ya había manifestantes, mi custodia cuando pasamos por ahí se persignó”, contó.
Declaró que durante la madrugada del 20 recibió varios llamados de Mestre y que ya en la mañana desde la Casa Rosada le habían “transmitido la preocupación por la cercanía de manifestantes a la calle Balcarce”. Por lo ocurrido a media mañana durante el desalojo de la Plaza de Mayo, Santos relató una serie de confusiones que, casualmente, no pudo controlar, prever o descifrar. La primera tuvo que ver con la fuerza montada que intervino en la plaza, echó sus caballos sobre las Madres de Plaza de Mayo y cazó militantes de los pelos. “Recibí un llamado de Andreozzi que me comunicaba que Servini de Cubría ordenaba el cese de la represión y el retiro de la Montada. Entonces, ordené la intervención de Asuntos Internos porque quería saber qué hecho desconocía que justificara la intervención de la Montada”, explicó. Respecto a las detenciones, remarcó, apoyándose en escuchas de modulaciones policiales –toda su declaración indagatoria estuvo mechada por esas cintas– que él había ordenado “detenciones puntuales, de gente que estaba cometiendo delitos”.
Luego, apuntó contra Servini de Cubría a quien acusó de enviar un “mensaje impropio y desubicado a la gente para que se mandara” a la calle a protestar. Es decir que, para Santos, la cantidad de gente en las calles de la ciudad de Buenos Aires creció después de las declaraciones de la jueza ante los medios no bien llegó Plaza de Mayo. “Ella de algún modo les transmitió a los manifestantes una seguridad que no existía ni siquiera para nosotros. Esta gente vino a instancias de este impropio y desubicado mensaje”, remarcó, nervioso.
Santos culminará hoy su indagatoria, tras la cual confirmó que responderá preguntas. Por la tarde, se esperan los testimonios de un grupo de peritos del Conicet. Gaudiero y Andreozzi advirtieron que van a responderle a su ex superior.
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