Jueves, 10 de diciembre de 2015 | Hoy
EL PAíS › 2005
Por Martín Granovsky
Nunca antes pasó. En el gran hecho del 2005, los presidentes se vieron forzados a discutir en forma multilateral un tema que ya estaba cocinado y congelado a nivel de técnicos, vicecancilleres y cancilleres. Así fue que los 34 jefes de Estado y de gobierno, los miembros de una Cumbre de las Américas todavía sin Cuba, terminaron debatiendo mano a mano sobre si convenía formar un Area de Libre Comercio de las Américas. La conclusión en los niveles inferiores por debajo de los jefes ya había sido un No. Sin embargo el presidente de los Estados Unidos George W. Bush quiso torcer la voluntad de sus colegas ejerciendo el poder de quien el presidente de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos, llamaría “el comisario del planeta”.
Nunca antes se vio. Aunque las sesiones en Mar del Plata el 4 y 5 de noviembre de 2005 eran cerradas, las cámaras siguieron filmando. El presidente argentino Néstor Kirchner, cuando terminó todo, ordenó guardar copias y distribuirlas entre varios amigos desparramados por América Latina. Y el contenido –horas de disputa cara a cara, de ironías y peleas, de maniobras y acuerdos– finalmente trascendió. Fue como si un cónclave para elegir al Papa no sólo se filmara sino que, además, llegara al público. Una imagen única.
Una imagen única para un momento único de la historia americana. El resultado de la Cumbre de Mar del Plata fue, también a nivel de presidentes, el No a la formación de un ALCA. No hubo en la historia a nivel de Estados otro momento de rebelión colectiva exitosa contra un proyecto de Washington. Hubo Estados que se rebelaron. Se rebelaron pueblos. Pero nunca había ocurrido antes que cinco Estados juntos con los jefes a la cabeza trabaran un área de libre comercio que en rigor significaba la formación de un bloque americano dirigido por los Estados Unidos.
Las cumbres americanas llegan a acuerdos sólo por consenso. No se vota como en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Si no hay consenso no hay acuerdo. Los presidentes del Mercosur (Néstor Kirchner, Nicanor Duarte Frutos, Tabaré Vázquez de Uruguay y Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil), más el presidente venezolano Hugo Chávez, porque Evo Morales todavía no era presidente sino candidato, coordinaron sus esfuerzos para tumbar un proyecto que, dijo Lula entonces, sería peor que el Nafta entre los Estados Unidos, México y Canadá. Los cinco liquidaron el consenso que Bush intentó lograr mediante la acción del mexicano Vicente Fox, el canadiense Paul Martin y el panameño Samuel Lewis Navarro. Los cinco, con una postura que sintetizó Kirchner cuando dijo “somos naciones”, sellaron el final de una negociación que ya habían logrado trabar los argentinos Jorge Taiana y Alfredo Chiaradía y los brasileños Celso Amorim, Marco Aurélio García, Samuel Pinheiro Guimaraes y Adhemar Bahadian. “El ALCA es como una odalisca de cabaret barato”, definió una vez el negociador Bahadian. “Sin luz la bailarina parece linda, pero con luz las cosas se ven como son y tal vez la odalisca no sea tan linda y ni siquiera sea una mujer.”
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