Viernes, 11 de diciembre de 2015 | Hoy
EL PAíS › MANIFESTANTES SE ACERCARON A ACOMPAÑAR LA LLEGADA DE MACRI A LA CASA DE GOBIERNO
Entre gritos de “vamos Argentina” y “Mauricio te quiero”, hombres y mujeres, la mayoría de mediana edad, se manifestaron en Plaza de Mayo. Muchos buscaban un lugar en primera fila para tomar una imagen del Presidente. Hubo expresiones contra las Madres.
Por Ailín Bullentini
Silvia subió corriendo las escaleras del subte C, que a esa hora sí paraba en Avenida de Mayo. Caminó hasta el andén del metrobús, miró hacia el Congreso y desistió. “Bueno, ya no llego, me quedo acá”, pensó en voz alta. Su jefe le había permitido extender su horario de almuerzo, pero no salir antes, así que se le hizo tarde para acompañar el recorrido que el presidente Mauricio Macri y la primera dama, Juliana Awada, hicieron a bordo de un Volkswagen blanco desde la Plaza del Congreso hasta la Casa Rosada. “Quería seguirlo desde el principio, qué mal... qué calor, por suerte me traje sombrero. ¿Cuánto están las banderas?”, le preguntó a un vendedor ambulante. Desde la 9 de Julio, a lo lejos, asomaban los caballos del Regimiento de Granaderos, que encabezaban el recorrido presidencial. Silvia intentó colarse entre quienes, colgados de la valla metálica que corría de extremo a extremo por Avenida de Mayo, celular en mano, aguardaban el paso de la comitiva. Pero no la dejaron. Se alejó un poquito y en puntas de pie comenzó a espiar. Ella también tenía la cámara de su iPhone lista.
“50 pesos, señora”, le respondió el vendedor, que esperaba deshacerse del centenar de banderas argentinas antes de que terminara “la pantomima ésta”, como definió a la ceremonia de asunción de mando. “¿Cómo pantomima? Es un día de fiesta”, le respondió Silvia, que lamentó haberle comprado la bandera a “éste que seguro es kirchnerista” y no a otro de los tantos vendedores que se ubicaban en la zona.
- Seguridad. Con la bandera en los hombros, la ansiedad bajó a Silvia de sus puntas de pie y la puso a caminar. “A ver, vayamos despacito a ver si conseguimos algún lugar” sobre la valla, propuso. Buscaba un primer plano de Macri porque “es como un momento importante para tener guardado, ¿no?”. Sobre los bancos de las veredas, sobre las barandas de las bocas de subte y los escalones de las fachadas de algunos edificios, muchas personas buscaban lo mismo. Pero no sólo debían vencer a los apostados contra la valla, que fueron cada vez más entrado el mediodía, sino también al cordón de Gendarmería nacional que recorrió toda la avenida.
Una señora que expulsaba en loop y a los gritos un “Mauricio, te quieroooo” se sintió convocada por una consulta realizada a los uniformados. “¿Cómo que para qué están acá? Para cuidar al nuevo presidente, para cuidarnos a nosotros, que lo vinimos a saludar. No vaya a ser cosa que nos quieran hacer daño los que se fueron”, dijo. La jornada también estuvo controlada desde el cielo, al menos dos helicópteros sobrevolaban la zona.
- Fanáticos. Cada tanto se asomaba un drone con cámara. “Eeeehhhhhhhhhh”, gritaban los curiosos cada vez que aparecía el aparato, agitaban las banderas y sacudían las manos con el intento de quedar inmortalizados “saludando al nuevo presidente”. El último “eeeehhhhh” se fundió con el “aaahhhhhhhhhuricio presidente, se siente, se siente, Mauricio presidente”. Desde el Volkswagen blanco, Macri y Awada saludaron; él siguió con revoleo de brazo el ritmo del “sí, se puede” que le regaló la gente, ella no dejó de sonreír. Avenida de Mayo y Tacuarí. Papelitos blancos volaron desde algunos balcones en donde también se celebró al nuevo presidente. Silvia alcanzó a sacar una foto desenfocada, guardó el celular y empezó a caminar a la par de la comitiva junto con varios hombres y mujeres. “Quiero llegar a verlo en la Casa Rosada”, explicó la mujer. Ayer era su primera vez “como manifestante”. Más allá de que las marchas kirchneristas –y en esa bolsa metió a muchas no específicamente partidarias– le parecían “violentas”, “nunca antes” había sentido “la necesidad” de poner el cuerpo, dijo mientras caminaba. Varios otros le pasaban corriendo por al lado: “¡Mauricioooooooo! ¡Vaaaaaaaamos, Argentina!” ¿Y ahora? “Ahora es más de fiesta. Vengo a festejar”, confió.
- Formales. Ricardo, cuarentón, camisa del día arruinada por la transpiración del trajín, mochila al hombro, lentes de sol como vincha, también lo siguió a Macri hasta la Plaza. “Qué lindo, qué lindo, Mauricio, vamooooooooos”, gritó mientras corría por la vereda. En la calle, la mayoría eran hombres y mujeres de mediana edad que, como Silvia o Ricardo, iban de traje y corbata, de formales vestidos y zapatos de taco. Dos jóvenes trabajadoras sociales, Rocío y Anahí, quedaron atrapadas entre manifestantes en Chacabuco y Avenida de Mayo, y con un gesto señalaron su desacuerdo con quienes festejaban a Macri. Más adelante, Cintia fue más directa: “Váyanse todos a la mierda”, repetía en voz baja mientras intentaba llegar rápido al subte.
- Plaza. “Ay, está vallada”, se de- silusionó un poco Silvia, que esperaba acercarse lo más posible a la puerta de la Casa Rosada “cómoda, sin apretujones”. Aún quedaban algunas flores de papel con las que militantes kirchneristas adornaron el miércoles la reja que divide Plaza de Mayo para despedir a Cristina Fernández. Quienes estuvieron ayer recibiendo a Macri en la primera magistratura llenaron la mitad más cercana a la sede del gobierno.
–¿Va a hablar ahora? –le preguntó Marisa a su amiga debajo del paraguas amarillo que ambas eligieron locuazmente para la ocasión, porque sabían que iba a hacer calor y aprovecharon “para estar a tono”.
–Eeehhhh –celebró la figura del presidente ingresando en la Casa Rosada que repetía una pantalla gigante allá, a lo lejos.
–Eeeehhhh –la siguió Virginia.
–No, ahora le van a poner la cosa argentina (la banda presidencial) y le van a dar el bastón, pero no sé si va a hablar. Si querés nos vamos, hace calor.
–Eeehhhhhh –gritaron una vez más.
Desde la pantalla, Macri ingresaba al salón en donde recibiría los atributos presidenciales.
- Madres. Sólo unos pocos manifestantes se quedaron del otro lado de las vallas que dividen la Plaza de Mayo. Allí, la Marcha de la Resistencia de la Asociación Madres de Plaza de Mayo giraba en torno de la Pirámide. Al principio, el apoyo a Macri ignoró la ronda, pero luego empezaron a oírse las primeras reacciones, que en pocos segundos pasaron de los “Argentina, Argentina” y “sí, se puede” a “ladrones, dejen de robar”, “váyanse, zurdos, la Plaza es nuestra hoy”. Quienes dedicaron a las Madres esas expresiones no quisieron dar razones, pero unos minutos después festejaron con alegría cuando Macri dijo que había llegado “el momento de estar todos juntos”.
- Balcón. La celebración es por el inicio de la gestión Macri, pero sobre todo por el fin del gobierno kirchnerista. “Se terminaron los planes, eh, ahora van a tener que laburar”, imaginó un hombre, bandera de Argentina a modo de capa. Ante un caballo inquieto de los Granaderos, una señora se despachó: “Es la yegua de Cristina”, dijo y, momentos después, con invitación oficial, ingresaba al acto en la Rosada. Tras la ceremonia, Macri salió al balcón y les dijo a sus manifestantes que los amaba, antes de ponerse a bailar al ritmo de Gilda. A su lado, la vicepresidenta, Gabriela Michetti, tomó el micrófono y cantó. Silvia prefirió escuchar bajo la sombra de un árbol. “Al fin, Argentina, somos libres”, le quiso poner épica al “olelé, olalá, si este no es el pueblo, el pueblo dónde está”. Luego abandonó la arenga y se entregó a la cumbia y, aunque le pifió un poco a la letra de “No me arrepiento de este amor”, de Gilda, se fue cantando bajito, de vuelta al trabajo.
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