Viernes, 11 de diciembre de 2015 | Hoy
EL PAíS › LA CEREMONIA EN EL SALON BLANCO DE LA CASA ROSADA
El presidente en ejercicio, Federico Pinedo, fue el encargado de colocarle la banda a Mauricio Macri, que después de la ceremonia salió a saludar y bailar en el balcón. “¡Los amo! ¡Amo este país!”, gritó a la gente que estaba en la Plaza de Mayo.
Por Werner Pertot
Primero fue un amague. Se excusó porque tenía la banda presidencial. Luego hizo un movimiento con los brazos que remedaba a un paso de danza. Al final, se sacó la banda, se la entregó a su esposa Juliana Awada, y ahí sí: Mauricio Macri bailó en el balcón presidencial de la Casa Rosada. La vicepresidenta Gabriela Michetti no se quedó atrás. Con el tema de Gilda “No me arrepiento de este amor” sonando de fondo, tomó el micrófono y se puso a cantar la letra. El jefe de Gabinete, Marcos Peña, acompañó con las palmas y la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal ensayó unos pasos, con más ritmo que Macri. Toda la escena parecía gritar: el PRO llegó al gobierno nacional. Desde ese mismo balcón y ante la multitud que lo vivaba, Macri dijo: “Necesitamos que nos alerten, que nos avisen cuando nos equivocamos. No somos infalibles, pero tenemos mucha vocación por hacer”.
Macri arribó desde el Congreso hasta Casa Rosada en un Vokswagen Touareg 4x4 blanco, que se detuvo en la explanada. Hasta allí lo escoltaron los Granaderos a Caballo. De allí bajaron Macri –de traje, con corbata esta vez– y Awada –con un vestido blanco más formal que el de su casamiento– y los recibió el oficial de servicio del Regimiento de Granaderos, teniente Mariano Bovetti. “Buen día, señor Presidente de la Nación. Casa de Gobierno sin novedad”, le dijo. Pocos minutos antes habían ingresado los dos amigos del Cardenal Newman de Macri, José Torello y Nicolás Caputo, dos de los principales consiglieri del presidente. Los acompañaba el flamante ministro de Justicia porteño, Martín Ocampo.
El presidente Macri se dirigió al despacho presidencial con su esposa. Un rato más tarde, ingresó al Salón Blanco, donde lo esperaban los presidentes Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), Dilma Rousseff (Brasil), Tabaré Vázquez (Uruguay), Michelle Bachellet (Chile), Horacio Cartes (Paraguay) y Juan Manuel Santos (Colombia), además del rey emérito de España Juan Carlos. También estaba el ex presidente argentino Fernando de la Rúa.
Como ya era sabido, a la ceremonia no asistió la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner tras la controversia con el macrismo por el lugar donde debía realizarse y el fallo judicial de María Romilda Servini de Cubría que declaró que el mandato de CFK culminaba a las 0 horas de ayer. En el Salón Blanco, Macri estuvo escoltado por Michetti, por el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, y por el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, que lo aplaudía entre sonrisas. Macri lo saludó con un beso en la mejilla. El presidente en ejercicio, Federico Pinedo, fue el encargado de colocarle la banda, mientras el escribano adjunto de la Nación, Horacio D’Albora, relataba cada uno de los pasos. Luego le dio el bastón de mando.
El presidente caminó hasta el balcón escoltado por el secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis, y junto a Michetti, Awada y Antonia Macri. Cuando salió a saludar a la multitud, tenía el bastón en una mano y a Antonia a upa con la otra.
–Sí, se puede / sí, se puede –coreó la multitud, que batía bombos amarillos.
Macri tomó un micrófono y ensayó un breve discurso. “Es difícil –comenzó– transmitirles todo lo que uno siente hoy acá. Parece que fue ayer cuando nos animamos a soñar que los argentinos podíamos vivir mejor. Y hoy estamos acá, a punto de empezar una etapa maravillosa de nuestro país. ¡Sí, se pudo!” “Esto es lo que quiero: que nos podamos expresar con libertad en la Argentina, que podamos pensar diferente, pero trabajar juntos”, indicó. “Prometo siempre decirles la verdad. Siempre ser sincero y decirles cuáles son los problemas”, remarcó Macri. Michetti lo observaba junto a su novio, Juan Tonelli.
“El pueblo argentino es suficientemente inteligente para resolver los problemas. Esta Argentina la construimos todos juntos”, lanzó Macri y lo siguió un cantito de la multitud reunida frente a Casa Rosada: “Olé olé, olé olá, si este no es el pueblo, el pueblo dónde está”. Detrás de Macri, el ex secretario de Medios porteño Miguel de Godoy (con un inusual traje) y Marcos Peña lloraban de la emoción.
“Estoy complicado para bailar por la banda, pero cuando me la saquen empieza la música”, avisó Macri, en lo que parecía ser una broma pero no lo fue. “Le prometí a la presidente Bachelet el próximo disco con ella. La tendría que ir a buscar”, siguió con el chiste.
“Les quiero agradecer que crean en ustedes mismos. Yo estoy acá porque creo en ustedes y necesito que ustedes crean en ustedes”, recitó con lógica de autoayuda. “Les prometí armar un gran equipo. Y hoy ya tenemos un gran equipo de ministros listos para trabajar”, afirmó el presidente, quien de a poco empezó a levantar el tono para el gran final de su discurso: “¡Los amo! ¡Amo este país! ¡Con ustedes y por ustedes vamos a construir la Argentina que soñamos! ¡Gracias!”. Como si la Casa Rosada se hubiera transformado, de pronto y por arte de magia, en un bunker del PRO, comenzó a sonar de fondo la canción de Gilda con la que Macri recibió cada una de sus victorias electorales desde que ganó la Jefatura de Gobierno en 2007.
Y entonces, ¿por qué no? A sacarse la banda presidencial y bailar, mientras Vidal lo seguía en el pasito, Michetti tomaba el micrófono y cantaba y Tonelli se quedaba muy quieto observando la situación, sin saber qué hacer. Como broche final, Macri besó a su esposa frente a la multitud que lo vitoreaba. De algo no quedó duda: el estilo PRO llegó a Casa Rosada para quedarse.
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