EL PAíS › SE ADELANTA LA INTERNA OFICIALISTA POR LA LISTA DE 2005
Los dos lados de la Plaza de Mayo
El gobierno nacional sigue midiendo candidatos para encabezar la lista de diputados por la Capital Federal para 2005, quienes hipotéticamente deberán enfrentar a Macri y a Carrió. Esta semana pidió otra encuesta. Ibarra tiene sus propios planes para no licuar su poder: Feletti y Telerman. Pero el jefe de Gobierno no quiere confrontar con su aliado, el presidente Kirchner. Las movidas de Alberto Fernández en el PJ. La pulseada con De Vido.
Por Sergio Moreno
Ambos habían acudido a Roma invitados a participar a un foro de debate que organizó el Partido Democrático de Sinistra, el centroizquierda italiano que conduce el ex primer ministro Massimo D’Alema. El jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, y el ex vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez se tomaron su tiempo para hablar de la política argentina, entre ellos, lejos de los tanos y a la vista de las fuentes de Bernini. Ambos coincidieron en que la supervivencia de Ibarra se jugará, en gran medida, en la elección de 2005, cuando en la Capital se elijan, entre otros cargos, diputados nacionales. “Si vos no ponés el número uno de esa lista, vas a desaparecer, al día siguiente te arman el gabinete de nuevo y no te sirven ni el café”, le dijo Chacho al ex fiscal. Ibarra atesoraba ese diagnóstico aun antes de haberlo hablado con el ex vice. Quizá por ello creció en el jefe de Gobierno la certeza de salir al ruedo con sus candidatos propios, que son dos, para confrontarlos con los que desean colar desde la Casa Rosada en la aún hoy vaporosa lista de candidatos a diputados por la ciudad. Parece que se habla de un tiempo lejanísimo, 2005, pero en las cabezas de varios es ahorita nomás.
La semana pasada Página/12 publicó una encuesta que había sido encargada por el gobierno nacional a la consultora Equis, de Artemio López, donde se medían distintos escenarios hipotéticos en la Capital Federal. Se confrontaba a los dos principales adversarios a vencer por el oficialismo –nacional y porteño, hoy firmes aliados–: Elisa Carrió, del ARI, y Mauricio Macri, por la derecha, contra varios potenciales candidatos: Cristina Fernández de Kirchner (que el lector de este diario recordará, llamamos CFK) se llevaba todas las palmas, venciendo ampliamente; pero también lo hacían en otras alternativas los ministros de Economía, Roberto Lavagna, y de Relaciones Exteriores, Rafael Bielsa. Otros, los ministros de Justicia, Gustavo Beliz; de Educación, Daniel Filmus, o el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, no medían tan bien como los mencionados anteriormente, pero hacían un papel decoroso, a pesar de que Carrió y Macri se imponían y se alternaban en la victoria según sea el escenario.
Esta semana, el Gobierno mandó a medir nuevamente a sus pupilos a una consultora distinta que la de la semana pasada. Los datos no tardarán en salir a la luz.
Estos encargos tempraneros y un tanto frenéticos no muestran más que la ansiedad que cunde en la Casa Rosada por la suerte de la Ciudad Autónoma. Dicha ansiedad, ¿es la del Príncipe o la de sus consejeros? Las mediciones han sido solicitadas por Alberto Fernández, pero es raro –casi imposible– que Néstor Kirchner no sepa de tales encomiendas. ¿Y por qué ocurre esto? Porque el Presidente entiende que cualquier germen de oposición –interna a los fondillos del PJ o externa– saldrá de la ciudad de Buenos Aires. No así de la provincia que lleva el mismo nombre, aun en manos de su aliado Eduardo Duhalde. Allí podría erigirse una suerte de núcleo resistente a los deseos del Presidente, pero no una oposición cerril. Además, como se ha relatado una y otra vez en este diario, Kirchner también pergeña planes para el principal distrito nacional.
Volvamos a la Capital.
Dos ases
Anteayer, Ibarra debió ratificar públicamente que su relación con el gobierno nacional era “excelente en lo político, en lo institucional y en lo personal”. El periodista de la agencia DyN que lo consultó sostenía que se habían producido roces con el jefe de Gabinete nacional, a lo que Ibarra replicó que sería legítimo que Alberto Fernández aspire a ocupar algún cargo en la ciudad. Ocurre que el jefe de Gabinete –que tempranamente dio a conocer su deseo por suceder a Ibarra en 2007– inició una dura movida en el PJ Capital (del cual tanto él como su jefe de asesores, Alberto Iribarne, son viejos militantes) a efectos de desplazar a Miguel Angel Toma de la conducción. Las escaramuzas están en plena evolución y todo indica que la resolución del episodio por el sello de goma del peronismo porteño terminará en manos de la jueza federal electoral María Romilda Servini de Cubría.
Pero hay otro hombre del Presidente con aspiraciones serias en el distrito y que también se ha lanzado a armar cohortes dentro del PJ Capital. El pingüino Julio De Vido, ministro de Planificación de la Nación, ha lanzado una línea interna junto con Edgardo Depetris, secretario de Organización de la CTA, que conduce a nivel nacional Víctor De Gennaro. De Vido pasa su ambulancia –como se suele decir en la jerga punteril de política criolla- levantando heridos del viejo aparato de Toma y aquellos desdeñados por las huestes del “albertismo”. Para ello se sirve de su condición patagónica y de su ladero sindicalista “progre”. Más de uno ve en esta alianza con el hombre de la CTA un guiño del propio De Gennaro.
No obstante, la evolución de De Vido en la capital parece más artesanal que la de su colega de Gabinete. Alberto Fernández cuenta con el poder que le imbuye el Príncipe y está utilizándolo.
Acaso sea eso lo que hace levantar la guardia a Ibarra, ese ansia temprana por probarse su sillón cuando apenas ha comenzado su segundo período al frente de la Ciudad Autónoma. Para Ibarra la cuestión es simple: mantener el poder y proyectarse allende el 2007. “Yo no voy a ser un espectador en 2005. Mi intención no es sólo influir en el distrito, sino decidir, de ninguna manera ser observador. Ojo: no intento confrontar, me parece que lo que haga le va a venir bien al Gobierno”, reflexiona el ex fiscal mientras mira la Plaza de Mayo que lo separa de la Casa Rosada.
El jefe de Gobierno ha comprobado que toda la deferencia con que lo trata el Presidente no es óbice para calmar los anhelos que se despiertan en torno a su sucesión. Considera que eso es legítimo –ya lo hemos visto– pero quiere ser actor principal en lo que vendrá. Ibarra tiene en carpeta dos potenciales candidatos a encabezar la lista de diputados nacionales para 2005. Ellos son:
u Roberto Feletti: ex presidente del Banco Ciudad, actual supersecretario de Obras Públicas de la ciudad, un área engordada por el propio Ibarra que tiene claro el papel determinante que cumplirá esa área en su gestión. “Con un año y medio de trabajo de la secretaría, Feletti será mucho más visible y se convertirá en un buen candidato”, dicen en el Palacio Municipal.
u Jorge Telerman: ex secretario de Cultura, actual vicejefe de Gobierno. Telerman tuvo una vistosa y excelente gestión al frente de Cultura, compitió ya una vez por la diputación de la ciudad –con una performance más que aceptable–, es conocido y tiene chances de aumentar su popularidad. “Va a crecer y yo no sólo no me opongo a eso, sino que le doy aire para que crezca”, ha dicho esta semana el jefe de Gobierno a sus íntimos.
La comparación es inevitable en el Palacio Municipal. “¿A quién tiene el Gobierno? ¿A Bielsa? ¿A Beliz? ¿A Alberto? Cualquiera de esos tres no son mejores que los dos nuestros”, especulan.
Excepto CFK. “Si baja ella –Cristina–, es otro cantar”, dicen, conocedores del poder de convocatoria que viene juntando la senadora en esta ciudad. Además, Ibarra y los suyos saben que CFK vencería sin demasiados esfuerzos a los dos grandes pesos a doblegar en 2005, Carrió y Macri, faena que, hoy por hoy, no aseguran ni Feletti, ni Telerman. Al respecto, Ibarra no se apura. “Hay que esperar. Todavía falta un año y medio, que en la Argentina suele ser mucho tiempo”, dice.
Un contertulio habitual del jefe de Gobierno porteño expuso una duda ante la mesa de arena.
–¿Y el Presidente? ¿Qué quiere hacer?
Ibarra respondió:
–El Presidente quiere ganar en capital. Todo lo que hagamos en ese sentido, él lo va a bendecir.