EL PAíS › UNANIME RECLAMO DE LA IGLESIA EN LAS MISAS CRISMALES
Cambiar la conducta política
Casi todos los obispos, en las misas de Pascua, emitieron duros mensajes dirigidos a la nomenklatura de los partidos políticos, exigiendo la “conversión” de la dirigencia y hasta su desaparición.
Por Washington Uranga
Las voces de los obispos católicos se elevaron casi a coro a lo largo de toda la geografía del país con ocasión de las celebraciones de la Semana Santa para volver a reclamar cambios profundos en el rumbo político y económico, criticar nuevamente a la dirigencia, denunciar la corrupción y pedir justicia para los pobres y desempleados. El obispo de San Isidro e integrante de la Mesa del Diálogo Argentino, Jorge Casaretto, calificó el momento del país como “uno de los más críticos” de la historia y sostuvo que “la clave” del éxito está en “el cambio y la conversión de la dirigencia política”. Su colega Carmelo Giaquinta no dudó en pedir hasta la “autodisolución” de los partidos políticos si éste fuera el camino indicado.
El arzobispo de Tucumán, Luis Villalba, afirmó que “en Argentina y en nuestra provincia, deben morir definitivamente la corrupción de la vida política y social, el robo y la coima, la impunidad y la falta de independencia y de majestad de la Justicia”. Las afirmaciones de Villalba van mucho más allá de una alusión genérica, por cuanto en Tucumán se investigan actualmente hechos de corrupción en el Estado y otros en los que podrían estar implicados legisladores.
Los últimos pronunciamientos públicos del Episcopado no ahorraron críticas a la dirigencia. El vicepresidente del Episcopado y arzobispo de Rosario, Eduardo Mirás, dijo ayer que el pueblo “no está representado en su dirigencia política” y que “nada se hizo de lo que la gente exige en los cacerolazos”. El arzobispo rosarino agregó que “no hay un plan. Yo no conozco un plan (...) pero si hay una planificación hay que explicársela claramente a todo el pueblo”, insistió. Mirás afirmó también que “tendrá que haber una reforma seria del Estado y, consecuentemente, una reforma seria de la política”. Su colega Casaretto dijo además que “tenemos que apostar a la conversión de la dirigencia porque de lo contrario no vamos a encontrar el camino”.
El obispo emérito de Viedma, Miguel Hesayne, fue categórico al señalar que “como cristianos no podemos aceptar sistemas socio-económicospolíticos que no sean capaces de crear condiciones que permitan recrear una patria de hermanos en libertad y justicia solidaria y equitativa”. Pedro Ronchino, obispo de Comodoro Rivadavia, dijo en su mensaje del Jueves Santo que “la esperanza fundada en la fidelidad de Dios” es la “única capaz de combatir la corrupción generalizada, culpable de esta ‘muerte terminal’”. Hesayne sostuvo también que “la pasividad, o indiferencia, o falsas promesas frente a la miseria argentina es un pecado social que clama al cielo”.
El arzobispo de Resistencia, Carmelo Giaquinta, se lamentó además de que los partidos políticos “hayan involucionado hasta convertirse casi exclusivamente en grupos habilidosos para alcanzar y retener el poder en provecho de sectores privilegiados”, pero afirmó que estos mismos partidos “pueden ser rescatados como instituciones de la democracia si tienen la valentía de entrar en un período de profunda revisión, no temiendo incluso la autodisolución para poder resurgir a una vida nueva”.
En Lomas de Zamora, el obispo Agustín Radrizzani insistió en que “esta sociedad donde unos pocos viven y los demás viven mal debe cambiar radicalmente”, se lamentó del “clima enrarecido” que vive el país, se preocupó por la falta de “un claro horizonte” y por la “mezquindad del sálvese quien pueda” que priman en la Argentina, y convocó a realizar un cambio profundo basado en “la fraternidad y la solidaridad”. El obispo de Reconquista, Andrés Stanovnik, subrayó el tesón de “tantos hombres y mujeres de nuestro campo, de nuestro monte y de nuestros pueblos y ciudades, que miran con preocupación las señales de desintegración y de muerte que trae consigo la crisis, pero que no se dejan abatir por el desaliento: mujeres y hombres que creen, trabajan, se sacrifican, sufren,soportan y no bajan los brazos aun cuando se encuentran en el límite de sus esperanzas”.
Juan Carlos Maccarone, obispo de Santiago del Estero y uno de los delegados católicos en el Diálogo Argentino, dijo que “sólo a través del trabajo se podrá enfrentar con éxito esta situación de posguerra en la que está inmersa la Argentina y de la que muchos no tienen todavía cabal conciencia”. El obispo de Bariloche, Fernando Maletti, hizo un llamado a “jugarse por los demás” debido a que “en tiempos como los que vive el país no alcanza con ser honestos”. El obispo sureño agregó en su mensaje que “son tiempos en los que hay que ejercer la solidaridad con quienes tenemos al lado; porque trabajar para el bien común es la mayor felicidad que podemos tener los cristianos”.
Por su parte, el cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, al hablar en la misa crismal del Jueves Santo les pidió a los sacerdotes que “en el clima de falta de credibilidad en que vivimos, en el que toda persona tiene que dar examen cada día” los ministros religiosos repitan el gesto de “ungir al pueblo, comenzando por los más necesitados” porque hacerlo “llena de esperanza y marca el camino en este momento de crisis profunda”.