EL PAíS › ALBERTO SANTILLAN, EL PADRE DE DARIO
“Duhalde debía hacer una demostración de fuerza”
Alberto Santillán, enfermero del hospital Argerich, no tenía militancia hasta que su hijo fue asesinado en la masacre de Avellaneda. Hoy integra una comisión de familiares de víctimas y quiere que también se juzgue a los responsables políticos de la represión.
Por Laura Vales
Cuando Darío Santillán salió de su casa para ir a la protesta en la que sería asesinado, su papá, Alberto, sabía que existía el riesgo de una represión. Pero nunca pensó que la policía podía disparar con balas de plomo. Esa idea era algo que simplemente no se le hubiera ocurrido. Dos años después, no tiene dudas de que la masacre de Avellaneda fue decidida de antemano por el poder político. “El gobierno de (Eduardo) Duhalde tenía que hacer una demostración de fuerza y fue en esa dirección. Ellos venían pregonando mano dura, eligieron el 26 de junio porque iba a ser un acto masivo”, sostiene. Enfermero del hospital Argerich, Alberto no había tenido ningún tipo de militancia hasta que le mataron al hijo. Hoy integra la Comisión de Familiares y Víctimas del 26 que impulsa el reclamo de justicia. Y dice que Kirchner “no cumplió con su palabra de investigar la represión”.
–Usted cuenta que en su casa no había un interés especial por la política.
–Ni yo ni la mamá de Darío. El tuvo la posibilidad de acceder a un pensamiento distinto en el secundario. Eligió el trabajo social desde chico, por vocación, no por falta de recursos. Yo soy laburante, tengo la posibilidad de hacer dos turnos y medianamente la plata me alcanza para llegar a fin de mes. Tengo un departamento, tengo mis comodidades, así que Darío tranquilamente podría haber seguido estudiando o dedicarse a lo que quisiera, pero dejó todo para ir a trabajar en los barrios.
–¿Eso le cayó mal?
–No. Bueno, estamos estructurados para que los hijos de uno hagan la primaria, la secundaria, la universidad, consigan trabajo y formen la familia perfecta. Pero por más que no me gustaba yo respetaba lo que hacía. Y si pudiera volver atrás, se lo volvería a respetar.
–¿Por qué?
–Porque creo que ha sido libre, que ha sido feliz con esa opción de vida. El estuvo primero en el centro de estudiantes del colegio Piedrabuena, de Solano. En el patio habían dibujado la cara de los chicos de La Noche de los Lápices, ahí hicieron también los primeros cortes de ruta. Cuando había inundaciones iba a ayudar a los barrios, desde los 15 años. Después se fue de casa para trabajar en el asentamiento. Cuando venía, traía a los compañeros. Venía con seis, con ocho, con gente que realmente la pasa mal. Llegaba, abría la alacena y hacía comida para todos. Un día me enojé: “Dari, controlá un poco porque acá están tus hermanos también. Es cierto que yo tengo laburo, pero primero preguntá si alcanza”, le dije. Y él: “¿Sabés qué pasa, gordo? Cuando yo voy a la casa de ellos me dan aunque tengan poco”. A mí me compraba porque era papero, éramos pegados. Yo estoy en un segundo piso y a veces me peleaba con mi señora, daba un portazo y me iba. Y atrás sentía los pasitos de Darío: “Gordo, yo voy con vos”, me decía.
Alberto vive en el barrio Don Orione, de Almirante Brown, en un departamento de tres dormitorios que construyó el Fonavi. Estudió de grande: hasta los 26 años, trabajaba soldando caños. “Un día me mandaban a Moreno, otro iba a Varela. No ganaba un buen sueldo, andaba todo el día sucio, así que mi señora, que era enfermera, me impulsó y me puse a estudiar. Y hace 23 años que estoy en esto. Por vocación.”
–¿Tiene otros chicos?
–Sí. Los dos más grandes, Javier y Noelia, viven conmigo. Y Leo, el que le sigue a Darío, se fue a vivir a un terreno que el hermano había tomado con un grupo de familias en el barrio La Fe. Después de la muerte de Darío, yo pensé que en una de ésas iba a vivir con nosotros, pero quiso vivir allá. Se hizo su rancho, está contento. “Me voy para mi casa”, me dice.
–En los últimos dos años, usted ha tomado un rol cada vez más activo en el pedido de justicia.
–A mí de alguna manera la muerte de mi hijo me abrió los ojos hacia otras cosas. Sobre todo, frente al dolor y la ausencia del que no está, veo que las cosas no pueden quedar así. Yo sé que va a ser muy difícil conseguir justicia. ¿Cómo hacemos para que se investigue la responsabilidad de Duhalde? A mí Kirchner me prometió que íbamos a formar una comisión para investigar las responsabilidades políticas, pero no cumplió. Me pareció una falta de respeto, me sentí usado como padre y sentí que usó la memoria de mi hijo. Porque yo en todo esto siempre tengo una cosa clara, trato de no ser un estúpido sirviendo a los intereses de nadie. Estoy en un ambiente que desconozco y trato de no ser un idiota útil. Pero si no estuviera en la lucha estaría encerrado en mi casa llorando. Además veo que por ser el padre de Darío alguna injerencia tengo, que es importante que esté.
–¿Por qué no se creó aquella comisión?
–Kirchner la anunció poco después de asumir, cuando nosotros no se la habíamos pedido. Fue una medida que seguramente le dio consenso. Pasaron los meses y le solicitamos una entrevista, la conseguimos porque intercedió Hebe de Bonafini. En esa reunión (era martes), a mí el Presidente me dijo que para el viernes o lunes a más tardar la comisión iba a estar funcionando, pero todavía estamos esperando.
–¿Se acuerda de cómo fue el día de la represión?
–Darío salió de casa, le había dicho a su hermana que estaba preocupado por lo que podía pasar, pero salió sin capucha ni palo. Recién en el puente, cuando vieron que la situación venía complicada una compañera le dio su gorro y otro le dio un palo.
–¿Y usted?
–Yo tenía la idea de que si bien el tema del puente podía estar agresivo, la policía no iba a pasar de un garrotazo, de que se llevaran a algunos presos.
–¿Por qué cree que hubo represión?
–Creo que el gobierno de Duhalde en ese momento tenía que hacer una demostración de fuerza y en esa dirección fueron. Ellos venían pregonando el tema de la mano dura, eligieron el 26 porque iba a ser un acto masivo y se equivocaron. Porque más allá de la muerte de Darío y de Maxi quisieron hacer creer que había sido un enfrentamiento entre piqueteros, pero por suerte hubo gente que se la jugó y puso lo que tenía que poner. Se publicaron las fotos y los testimonios, si no hubiera quedado todo en un cajón. Se supo que a Darío lo mataron por la espalda, mientras estaba desarmado, sosteniéndole la mano a un compañero herido.
–Ustedes armaron una comisión propia, de familiares y víctimas.
–Por reacción a la inoperancia del gobierno. Yo porque perdí a Dari, Aurora Cividino porque no conseguía cómo hacer la recuperación, así nos fuimos sumando y este mes convocamos a las reuniones abiertas para organizar los actos del 26.
–¿Qué reclaman?
–Que se llegue a todos los culpables, no sólo a los tres policías presos y los seis procesados, sino a los políticos que tuvieron que ver con lo que pasó en Avellaneda.
–¿Siguió la causa judicial?
–Sí. Y a esta altura tendrían que estar juzgados tanto los policías como los políticos. Hay tres policías presos, seis procesados y nada más.
–¿Hay elementos para probar las responsabilidades políticas?
–En la SIDE hay tres conversaciones telefónicas desde el despacho de Oscar Rodríguez, el entonces segundo de la SIDE, con Fanchiotti. Nosotros queremos que se abra ese archivo. Y están todas las declaraciones previas, que fueron públicas, anunciando la represión. Por eso queremos que se cite a declarar a los funcionarios para que expliquen por qué dijeron lo que dijeron.
–¿Cree que es posible que la investigación avance en ese sentido?
–Es todo muy difícil. Estamos peleando por eso. Si insistimos en reclamar, justamente, es porque vemos que no hay voluntad política de hacerlo.