EL PAíS › EN LA MOVILIZACION, DE ONCE A PLAZA DE MAYO, NO HUBO INCIDENTES
Otra marcha en reclamo de justicia
Una multitud se movilizó mientras otro grupo quedó concentrado junto al altar de Once. Participó la monja Martha Pelloni.
Como si fuera un nuevo apellido, las fotos de los chicos que ya no están llevaban su nombre acompañado de la palabra justicia. Conformaban así una gran familia: Erica pide Justicia; Justicia por Lucas; Marianela Rojas, Justicia para Todos. Los nombres, se sabe, son muchos. Los carteles con las fotos estaban encima de las cabezas de los familiares que los sostenían, quietos al lado del altar de Ecuador y Mitre, o se agitaban al paso de los familiares que subían por Rivadavia para gritar ese apellido ardiente ante la Jefatura de Gobierno porteña. La marcha de ayer, al cumplirse dos semanas del incendio que hasta ahora cobró la vida de por lo menos 190 jóvenes, incluyó tres movilizaciones distintas, que compartían sentimientos y hasta cantitos. La de la Familia Piojosa, integrada por feligreses de Callejeros, se quedó junto con el silencio de las velas en plaza Once. La de un grupo de familiares decidió dar vueltas alrededor de esa plaza. La más convocante, nutrida de familiares, amigos, agrupaciones de izquierda y otros adherentes, entre los que se contó la monja Martha Pelloni, se dirigió a Plaza de Mayo.
El altar, que en un principio ocupó el vallado de Mitre al 3000, se expandió varios metros sobre el asfalto, como muestra de que el dolor de los familiares no tiene límite. Frente a la valla, a la pequeña estatua de un Cristo parecía que se le iba a doblar el cuello por el peso del manto de rosarios que le dejaron. Remeras y banderas percudidas por el humo que causó estragos en los pulmones de tantos chicos, flores en macetas. Tras el santuario asomaban las gorras policiales. Hacia él iban las personas que llegaban pisando las cruces pintadas en aerosol blanco sobre el asfalto. Una madre contó el motivo de su presencia: “El dolor”.
A un costado de la plaza, Sebastián, de la Familia Piojosa, apuntó con el mentón a la gente que se conglomeraba para partir: “Esos vienen para hacer política”. Pero en ese grupo había muchos familiares con las fotos de sus hijos en alto. Sebastián argumentó con una figura que estaba olvidada: “Te chupan. Te comen el coco y marchás no sabés con qué sentido”, explicó.
Zulema, mamá de Alejandra, que tenía 16 años, indicó que su motivo era “la búsqueda de justicia. Se tiene que determinar el grado de culpabilidad de los responsables para que vayan a la cárcel”. Mientras tanto, una chica de la Asamblea de Jóvenes Autoconvocados, que abarca a sobrevivientes y chicos de agrupaciones estudiantiles, vociferaba por un megáfono: “¿Dónde están los que fueron a buscar nafta para la camioneta? Chicos, sin nafta la camioneta no anda”. Se refería a alguna de las dos Ford que encabezaban la marcha, una plagada de papeles que decían “Abajo el acto de impunidad de Kirchner, Duhalde, Ibarra y Macri” y “Justicia para los pibes de Cromañón”. La de al lado llevaba la foto de Marianela Rojas, y abajo detallaba que su expediente es el 3432.
Cuando arribó la ansiada nafta, alrededor de las 20.30, comenzó la marcha. Entre las 4 mil personas que la integraban estaba la monja Martha Pelloni, que sabe de pisar el asfalto en reclamo de justicia. Contó a Página/12 que “esta masacre es el signo de lo que ya veíamos venir en el camino de la corrupción institucional. A las marchas tenemos que sumarnos más para limpiar este problema ético que hace a los funcionarios privilegiar el valor material por sobre la vida de las personas. Murieron 190 chicos, pero si no cambiamos, estamos ante la muerte de Argentina”.
Ante el altar, los seguidores de Callejeros juntaron monedas para ir a comprar velas. Familiares de 40 chicos rodearon la plaza Once cantando “ni la bengala/ ni el rock & roll/ a nuestros pibes los mató la corrupción”.
Los mismos versos se repetían frente a la otra plaza, la de Mayo, suplementados con pedidos de renuncia para Aníbal Ibarra. Una vanguardia de motoqueros subió a las veredas de la plaza y dio vueltas en torno de la pirámide. Los acompañaron las camionetas que habían carecido de nafta. Pacíficamente, la gente entonó “yo sabía/ que a los asesinos/ los cuida la policía” cuando pasaron frente al amplio despliegue de la Federal, que incluyó sendos camiones hidrantes al lado de la Catedral y del Cabildo. Los manifestantes continuaron luego de soltar las exigencias de rigor ante la sede del Gobierno porteño, totalmente vallado, y se concentraron en la plaza, cruzada de punta a punta por otro enrejado. Hacia las 22.30 se desconcentraron, descontando que se volverán a reunir el jueves que viene.
Informe: Sebastián Ochoa.