EL PAíS
Presupuesto en mano, Lavagna vs. los gurúes
Con su proyecto de Presupuesto 2006, el ministro descargó cifras contra los que denuncian un desborde del gasto. Dice que está bajo control, en cifras totales y en proporción al PBI.
Por David Cufré
La última muletilla de los economistas de la city es apuntar contra un supuesto aumento desmedido del gasto público. Lo dicen así: “El gasto crece más rápido que la recaudación”. Como en los últimos años la realidad les dio cachetazos muy dolorosos, se cuidan de no exagerar en los pronósticos agoreros que tendría esa política. Pero advierten que debilitar la viga que apuntala el modelo, como lo es el superávit fiscal, puede poner en riesgo toda la estructura. Además, alertan por un eventual impacto inflacionario. Roberto Lavagna no entró en el debate, pero les contestó a través del proyecto de Presupuesto para 2006. Allí queda en claro que la orientación fiscal sigue siendo ortodoxa, para disgusto de sectores progresistas que esperaban que el próximo año, después del test electoral de octubre, fuera el de la distribución del ingreso.
El primer dato que desmiente a quienes dicen que sale más de lo que entra figura en el capítulo que describe la ejecución del actual Presupuesto. Los ingresos previstos para el año, después de los giros a las provincias por coparticipación, ascienden a 90.363 millones de pesos. Los gastos, en tanto, se fijaron en 83.660 millones. Ambas cifras corrigen las pautas que el propio Gobierno había definido para este año. Y ahí está la clave: el resultado de la actualización es un aumento del superávit fiscal, todo lo contrario a lo que afirman los voceros del establishment. En la versión original del Presupuesto 2005, los recursos totales eran 82.105 millones de pesos y se imputaron gastos por 77.450 millones. El excedente alcanzaba a 4655 millones. En la nueva versión, el superávit trepa a 6703 millones.
Lavagna incluyó en el mensaje del proyecto de ley del nuevo Presupuesto un cuadro que también ilustra el perfil ortodoxo de la política fiscal. Allí se detalla la evolución del superávit primario –antes del pago de intereses de la deuda– desde 1997 hasta 2006. En el primer año, el ahorro fue equivalente al 0,49 por ciento del Producto Bruto. Ya en 1999 hubo un déficit del 0,16 por ciento, que se profundizó al 0,49 por ciento en 2001, cuando estuvieron en el Ministerio de Economía los reyes del ajuste fiscal, Ricardo López Murphy y Domingo Cavallo, quienes de tan obsesionados en recortar gastos no pudieron ver cómo todo se desmoronaba a su alrededor e igual terminaron con los números en rojo.
En 2002, el peor año para la economía en la historia reciente, Lavagna consiguió un superávit primario del 1,88 por ciento del PIB, que después trepó a 3,19 por ciento el año siguiente y a 3,89 en 2004. En 2005, el superávit se proyecta en 3,49 por ciento, por arriba, otra vez, de lo planteado por el Gobierno cuando hizo los números que anotó en el Presupuesto de este año, que era un 3,20 por ciento. En 2006, por último, el objetivo es lograr un excedente de 3,26 por ciento.
Un informe del diputado Claudio Lozano (CTA) agrega otros elementos para tener en cuenta en el análisis. No sólo discrepa con los economistas de la city, sino también con Lavagna. En este caso, porque el gasto público permanece en niveles muy bajos cuando, según su opinión, se requeriría una política más activa en materia de ingresos de la ciudadanía. El economista comparó la ejecución de los presupuestos de 1998 al 2004 y la prevista en los presupuestos de este año y el próximo. Para que los datos sean comparables, despejó la influencia de la inflación a través del Indice de Precios Combinados. Su conclusión central es que mientras en 1998 el gasto total fue de 45.153 millones de pesos, en 2005 caerá a 32.379 millones y en 2006 se ubicará en 33.766 millones. Por el lado de los ingresos, también deflacionados, en 1998 fueron de 42.465 millones, en 2005 serían de 34.974 y en 2006, de 36.447. Lozano reprocha que “el superávit se basa en contracción del gasto y no en una ampliación de los recursos”.
“La solvencia fiscal es el ancla fundamental para la sustentabilidad del modelo económico”, explica Lavagna en el Presupuesto para 2006. De acuerdo con su explicación, el fuerte crecimiento económico de los últimos tres años y la proyección de un cuarto ejercicio consecutivo con aumento, lo que no ocurre hace más de tres décadas, es producto de “la recuperación de la solvencia fiscal, la reducción del endeudamiento público, el incentivo a la inversión y la preservación de un tipo de cambio competitivo”. El argumento se completa con que todo parte del superávit fiscal, que permite afrontar el resto de las políticas.
Lavagna se defiende con otro cuadro que refleja la evolución del gasto en relación al PIB. Los datos muestran que no hay desborde. En 2001, las erogaciones fueron equivalentes al 23,57 por ciento del Producto. Los años previos, entre 1997 y 2000, osciló entre 20,24 y 22,38 por ciento. En 2002 llegó a un piso de 18,98 por ciento, para ubicarse luego en línea con la evolución histórica. En 2005 será de 22,52 puntos del PIB y en 2006, del 22,27 por ciento.