EL PAíS › LOS PLANES DE KIRCHNER PARA CAMBIAR LA RELACION DEL PAIS CON EL FONDO MONETARIO
Para sacarse de encima el “único problema”
El diagnóstico es que el ente que preside Rato es la principal dificultad para el país. El Presidente espera ganar las elecciones, ganar masa crítica y dedicarse a las acciones contra el Fondo. Cuenta con los apoyos recibidos en Nueva York y la debilidad de “los burócratas sin peso político” fuera de sus oficinas.
Por Sergio Moreno
El presidente Néstor Kirchner planifica un cambio de escenario en la relación de Argentina con el Fondo Monetario Internacional. Nada dice sobre el detalle y espera, mientras madura las medidas, obtener en las elecciones de octubre un caudal de votos que le den masa crítica para emprender, como ariete de la labor gubernamental de los dos años que le restan de su mandato, las acciones acerca del organismo financiero. “Soy muy optimista sobre el futuro del país, sobre los próximos veinte años. El único problema de la Argentina es el Fondo Monetario”, repitió una y otra vez Kirchner a sus íntimos durante su paso por Nueva York.
El núcleo de la gira neoyorquina fue la confrontación con el organismo conducido por el español Rodrigo Rato, un burócrata que supo apretar la glotis cuando el miércoles pasado el presidente argentino le descerrajó un amable, pero ácido monólogo sobre la falta de apoyo del FMI a la Argentina. El mandatario chileno, Ricardo Lagos, no sólo fue testigo voluntario del encontronazo sino que apoyó los decires de su par criollo, tal como relató entonces Página/12.
Fiel a su estilo, Kirchner suele caracterizar al Fondo dura y categóricamente. “Es un organismo arcaico y desprestigiado”, dice el mandatario en la intimidad y destaca los apoyos que recibió de algunos pares suyos: Lagos, a quien cada día respeta más, el primer ministro sueco, el socialdemócrata Goran Persson (“es un hombre de peso dentro del FMI”, destaca el Presidente) y el mandatario norteamericano George W. Bush, que fustigó duramente a los organismos financieros internacionales en su discurso ante la Asamblea General.
Su concepto del conductor del Fondo, Rodrigo Rato, no es más indulgente. Kirchner suele decir que el ex ministro de Economía de José María Aznar es un burócrata ayuno de peso político, dentro o fuera de la institución. El patagónico y sus ministros se encargaron de resaltar la soledad con que se movía Rato en los pasillos del edificio de las Naciones Unidas. “No es (Horst) Köhler”, compara frente a sus consejeros Kirchner, con un dejo de nostalgia por el actual presidente alemán, la nostalgia que suelen prodigarse los viejos adversarios cuando mantienen el respeto por el otro.
El deseo oficial, en términos ideales, es obtener un acuerdo de refinanciación del capital durante dos años con el FMI. Pero en la Casa Rosada (y también en el Palacio de Hacienda) avizoran, por conocedores, los escollos que impone la institución. Kirchner suele decir que la Argentina necesita acordar, pero que cada vez que lo intenta, el directorio del organismo impone condicionamientos que el patagónico considera inaceptables. “No voy a dejar que manejen la economía”, categoriza.
Hasta aquí, los sentimientos, saberes y anhelos del Gobierno. Pero eso no es todo. Kirchner quiere cambiar la relación de Argentina con el Fondo Monetario, modificar el escenario establecido hasta ahora. Lo que ocurra ocurrirá después del 23 de octubre, cuando el Gobierno cree que va a obtener el respaldo político de cuya sensación adoleció estos dos últimos años, debido a que Carlos Menem lo privó de incrementar casi en 50 puntos (según presagiaban las encuestas) aquel módico 22 por ciento de los votos con el cual se erigió presidente.
Durante un breve intervalo de sus actividades neoyorquinas, en un salón del Hotel Four Seasons, Kirchner le dijo a dos allegados cercanos: “Yo tengo una idea clara de lo que hay que hacer con el FMI, pero es una decisión que deben tomar los argentinos a través de sus representantes. No voy a tomar yo solo una decisión como hicieron Menem o (Fernando) De la Rúa, que involucraron sin consultar a tres generaciones. Después del 24 (de octubre, un día después de los comicios), deberemos discutirlo. Y ahí veremos”. No hubo más datos. Pero sí una pista. La dio en el encendido discurso que desgranó ante unos mil emigrados argentinos en el teatro Native del barrio neoyorquino de Queens. “El Fondo le prestó una fortuna a de la Rúa cuando sabía que se acercaba el colapso. ¿Saben cuánto nos prestó a nosotros? Nada, cero peso. Ahora, si fuera por mi, no le pedirían nunca más un centavo al FMI”, aseguró, arrancando los aplausos de los presentes.
Perspectiva
Kirchner prevé un escenario benévolo. No sólo en el corto y mediano plazo, sino a 20 años, una media que parece excesiva si se tiene en cuenta los ciclos socioeconómicos argentinos. Pero el Presidente hace sus cálculos. Dijo en uno de sus discursos que si se hubiese juntado, “monedita por monedita” durante los pasados 20 años, ahora Argentina tendría reservas por 100.000 millones de dólares y sería uno de los principales países del mundo. “Miren a España, ahora es la octava economía del mundo”, se esperanza (y espeja) Kirchner al mirar el desarrollo del país que gobiernan el rey Juan Carlos y el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, al que considera un aliado.
El optimismo presidencial se asienta en los resultados económicos y sociales obtenidos desde 2003 a la fecha: siempre está dispuesto a exhibir los indicadores económicos en ascenso, y los de desempleo, pobreza e indigencia, en descenso. También insiste en remarcar una mejora en la distribución del ingreso, que ha hecho achicar la brecha entre los más ricos y los más pobres respecto de los números de comienzos de 2005. Al respecto, Kirchner está decidido a avanzar después de las elecciones en la discusión de lo que llama “una paulatina reforma impositiva”.
“Sin fantasías”, aclara.
Otros motivos del optimismo presidencial reconocen su génesis en lo que él mismo define como las políticas de Estado que se ha fijado, que se empeña en cumplir en su gestión y que, a su criterio, deberían respetar los gobiernos que lo sigan, con alternancia incluida. Las políticas de marras, según las enumera el propio Kirchner, son cuatro:
- Mantener el crecimiento económico basado en la producción, fundamentalmente industrial.
- Crecimiento permanente de las reservas.
- Crecimiento sostenido de la recaudación.
- Un paulatino esfuerzo por redistribuir equitativamente la riqueza nacional.
Pero hay una barrera que se interpone, según entiende el primer mandatario. Dice: “Con estas políticas de Estado –por las categorías enunciadas arriba– Argentina tiene 20 años de perspectiva favorable, con alternancia política inclusive. El único problema, lo único que se cruza, es el Fondo Monetario”.
En ese punto, Kirchner coincide con su consejero de lujo, el Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz. El economista señala en su best-seller El malestar en la globalización que “uno de los mayores obstáculos que afrontan los países en desarrollo se debe a seres humanos y está... en el FMI”.