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En medio de un silencio espasmódico de la dirigencia sindical, la amenaza de Luis Barrionuevo a Néstor Kirchner resultó fuera de contexto. “Ese hombre (por el Presidente) me va a necesitar a mí para llegar al 2007. La CGT estabiliza o desestabiliza, porque yo me paro en la central obrera y digo que vamos por más aumentos salariales y empezamos con las huelgas”, disparó el candidato a diputado por Catamarca.
Es obvio: ese pensamiento no es compartido por la gran mayoría de la dirigencia cegetista. Más bien lo contrario: el jefe de la central, Hugo Moyano, está apostando tan fuertemente por el Gobierno que dos de sus hombres más cercanos, el abogado Héctor Recalde y el judicial Julio Piumato, son candidatos kirchneristas.
Moyano ya decidió refugiarse en un estudiado silencio de radio en vísperas de las elecciones, y sólo se pone el traje de líder sindical para movilizar a su gremio, el de camioneros, a la hora de hacer un reclamo estrictamente sectorial. Verbigracia: puede bloquear el acceso a empresas de bebidas para reclamar mejoras salariales, como ocurre desde ayer, pero el blanco de la protesta es la compañía y no la política oficial.
Barrionuevo, en cambio, nunca fue un amante de los silencios ni de la diplomacia, y mucho menos de los eufemismos. Su pulseada con la familia Kirchner se remonta a poco antes de las presidenciales del 2003, cuando manifestó su abierto respaldo a la fórmula Menem-Romero
“Duhalde está tratando de convencernos de que Kirchner es el mejor candidato a presidente por el justicialismo, pero a mí no me convence”, dijo. La pelea se agudizó cuando el santacruceño, ya en la Rosada, comenzó a afectar los intereses económicos de Barrionuevo en el PAMI. “Mi tema predilecto es Resistiré”, ironizó el sindicalista ante la decisión oficial de desplazar a los representantes de la CGT del directorio de la obra social de los jubilados.
Ya cuando Kirchner le restó apoyo a Liliana Barrionuevo –hermana de Luisito– y la gobernación de Catamarca quedó en manos del candidato del Frente Cívico y Social, Eduardo Brizuela del Moral, la guerra se había vuelto encarnizada. El pingüino decidió dejar desamparado al PJ luego de la quema de urnas que encabezó el sindicalista y que obligó a reprogramar esos comicios. “No se quemaron las urnas, la gente no fue a votar”, intentó aclarar ayer en Radio Ancasti.
Por esos episodios, Cristina Kirchner promovió la expulsión de Barrionuevo del Senado. La mayoría de los legisladores del PJ lo protegió con una sanción menor: le dictó una suspensión. El líder gastronómico tomó la actitud de Cristina como una afrenta. Por eso no se olvida, cada vez que puede, de regalarle alguna frase. “No ve un pobre no sé desde hace cuántos años”, blandió tiempo atrás, cuando supo que la mujer sería candidata a senadora bonaerense.
En vísperas de una nueva elección, y con un Barrionuevo buscando convertirse en diputado por Catamarca bajo la sigla del PJ, volvieron a brotar los viejos rencores. El dirigente de la CGT ya se había despachado contra los Kirchner por la ingeniería de pelear con candidato propio a través del Frente para al Victoria. “Perón inventó el peronismo. Y lo que él (Kirchner) quiere hacer, es ser un peroncito en pequeño, inventando su propio partido. Y lo va a pagar caro el próximo 23 de octubre”, dijo.
Anoche, Barrionuevo pareció volver sobre sus pasos respecto de la amenaza de desestabilizar al Gobierno. Aclaró que se vienen años “difíciles” y que indefectiblemente “el Presidente se va a abrazar con todos los gobernadores, con el peronismo, con la CGT, para poder terminar sus mandato”. Más que aclarar, oscureció.