EL PAíS › UNA MASIVA CONCENTRACION EN APOYO AL SUSPENDIDO JEFE DE GOBIERNO PORTEÑO
Ibarra obtuvo el respaldo que buscaba
Los manifestantes se concentraron ayer frente a la Jefatura de Gobierno en apoyo a Ibarra. Entre los oradores hubo padres de las víctimas de Cromañón. El suspendido jefe de Gobierno habló brevemente y apuntó a Macri.
Por Santiago Rodríguez
En los cinco años que lleva al frente de la ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra nunca pudo juntar –porque, en verdad, jamás tampoco se lo propuso– tanta gente como ayer, a una semana de haber sido suspendido por la Legislatura. “No permitamos que se manipule el dolor”, pidió Ibarra a las más de doce mil personas que concurrieron hasta la Jefatura de Gobierno para manifestar su desacuerdo con la decisión de los legisladores de someterlo a juicio político por el incendio de República Cromañón y les agradeció su “compromiso con la democracia, porque a nadie le gusta que tuerzan el voto de la sociedad”. Fue una referencia elíptica a Mauricio Macri, blanco de varios de los oradores previos, entre los que sobresalieron tres padres de víctimas del boliche de Once. Con el propósito de instalar el debate sobre su futuro en la sociedad porteña, Ibarra seguirá su recorrida por los barrios.
Aunque fueron varios los que hablaron en respaldo a Ibarra, el plato fuerte hasta la entrada en escena del jefe de Gobierno fueron los padres de Cromañón. Arrancó Gladys Coronel pidiéndoles “a los legisladores que trabajen y lo hagan rápido. Si no hacen justicia con Ibarra tampoco harán justicia con nuestros hijos”.
A continuación, Juan Carlos Santillán explicó que “solamente quiero que los responsables directos, como Chabán, Callejeros, los policías corruptos, bomberos e inspectores estén donde tienen que estar” y apuntó que el juicio político busca un “chivo expiatorio”. “Un puñado de legisladores –añadió– quiere hacer política. La memoria de mi hija no está para la política. Sólo quiero justicia”.
Nancy Palma sumó su apoyo a Ibarra, con quien los tres se abrazaron en el escenario. “Fue conmovedor”, diría después el jefe de Gobierno sobre ese momento en el que se le llenaron los ojos de lágrimas.
La convocatoria a la concentración en apoyo a Ibarra sorprendió a propios y extraños. Siete mil personas auguraban en los días previos los hombres del jefe de Gobierno. Parados a un costado del escenario que se montó en Avenida de Mayo a unos pocos metros de su cruce con Bolívar, aquellos que dentro mismo de la administración porteña no daban crédito a ese pronóstico no ocultaban su asombro por la magnitud de la movilización.
“Resulta ser que teníamos un partido de masas y ni siquiera nos habíamos enterado”, bromeaba por caso un funcionario de primera línea. Quizás llevado por el entusiasmo, del locutor de ocasión que en cierto momento pidió a quienes estaban contra la valla puesta frente al escenario que bajaran los carteles “así el mundo puede ver cuánta gente hay acá”, los ibarristas que se mezclaban con los invitados en el sector reservado para las personalidades llegaron a asegurar que había “veinte mil personas”.
En el momento en que comenzó el acto se hizo difícil caminar las dos cuadras entre el escenario y Chacabuco. Más fácil fue andar las otras tres para llegar hasta la 9 de Julio, porque allí no hubo tanto amontonamiento.
Entre el público hubo de todo. Algunos tramos de la Avenida de Mayo fueron copados por militantes que llegaron organizados en micros que los esperaron estacionados en los alrededores: municipales, docentes y los encargados de edificios fueron algunos de los gremios que movilizaron. Además, hubo entidades sociales y organizaciones barriales y de villas, como así también agrupaciones políticas propias del ibarrismo y de sus diferentes aliados. Pero también se acercaron otros a todas luces espontáneos, como hombres de traje y mujeres que se notaban recién salidos de las oficinas e, incluso, algunas madres con sus hijos.
A metros de la esquina de Chacabuco se instaló, por ejemplo, el grupo del kirchnerista Partido de la Victoria. Allí, estuvo buena parte del gabinete de Ibarra: Roberto Feletti (Planificación), Diego Gorgal (Seguridad) y Donato Spaccavento (Salud). Detrás de la bandera argentina que cruzaba toda la calle con la leyenda “Ni contrabandistas, ni evasores ni golpistas”, se ubicó también Vilma Ibarra, la senadora hermana del jefe de Gobierno. Eduardo Epszteyn (Desarrollo Económico) alternó entre ese lugar y el espacio cerrado detrás del escenario, donde se acomodaron otros funcionarios como el jefe de Gabinete, Raúl Fernández; Marta Albamonte (Hacienda) y Daniel Rosso (Comunicación). Allí el más movedizo de todos fue Gustavo López (Cultura), a quien le habían confiado la coordinación del acto y corrió de un lado a otro durante las casi dos horas que duró.
La primera en hablar fue Vera Jarach –madre de Franca Jarach, una compañera de Ibarra del Nacional Buenos Aires desaparecida– y después subió al escenario Mónica Carranza, del comedor los Carasucias. “Todavía no ha subido como diputado y ya maneja a todos como títeres”, dijo la mujer en referencia a Macri, contra quien arremetió a continuación Miriam Medina, madre de Sebastián Bordón: “El macrismo es el menemismo y le decimos no al menemismo”, subrayó a su turno y remarcó que Ibarra “no es un asesino, sino un defensor de la vida”.
Detrás del escenario se mezclaban políticos como Abel Fatala; los diputados Francisco “Barba” Gutiérrez, Margarita Jarque, María Elena Barbagelata y Silvana Giudice; la senadora Diana Conti y legisladores como Roy Cortina, Alicia Caruso y Jorge Mercado; con el ex voleibolista Waldo Kantor y las Madres de Plaza de Mayo Tati Almeida y Alba Lanzilloto. También aguardaban su turno figuras de la cultura, como Arturo Bonín, Tito Cossa, León Ferrari y Esteban Morgado. Lito Vitale tocó el Himno Nacional.
Por el escenario pasaron también Angélica Matassa (madre de un chico asesinado en la masacre de Floresta), la mamá de Ezequiel Demonty y Tito Guerra, presidente de Nueva Chicago. “Hablan de corrupción y han vivido a costillas del Estado con negocios de autopistas y de correos en el que nunca pagaron el canon”, remarcó Guerra.
Ibarra, en cambio, no aludió en forma directa a Macri y su discurso fue breve; duró menos de dos minutos en los que agradeció a los presentes, pidió no manipular el dolor y alertó sobre el intento de “torcer” el voto de los porteños. “Empieza a hablar la sociedad y eso es importante”, remató Ibarra, quien confesó a Página/12 que fue “muy emotivo en lo personal compartir el escenario con familiares que pasaron situaciones de dolor y en lo político ver a toda esa gente que desbordó cualquier cálculo”. Fue la mayor convocatoria de su vida en su peor momento político.