Domingo, 15 de enero de 2006 | Hoy
Por Sergio Kiernan
Con fórmulas imperfectas y frases oblicuas, en Argentina se trató de entender el terremoto cultural que significa para los bolivianos la elección de Evo Morales. Bastaba preguntarle a un boliviano para encontrarse con una frase casi perfecta en su claridad: “Es uno de nosotros, uno de la tierra, uno que sabe lo que sufre un proletario”. No sólo se trata del origen étnico de Morales y su abierto orgullo por sus raíces: también y muy evidentemente es un tema de clase, con el agregado específico de que Morales es el primer presidente de Bolivia que es campesino, nacido y criado fuera de las ciudades.
Página/12 reunió a miembros activos de la comunidad boliviana en Buenos Aires, un puñado de entre un millón y medio a dos millones que viven en el país. Periodistas, activistas culturales y sociales, dueños de talleres textiles, un abogado, mostraron algo muy raro de ver en diálogos con esta comunidad tan maltratada: alegría y esperanza. Evo Morales resultó un alegrón inesperado entre conciudadanos que no pudieron votarlo y que en algunos casos no pensaron en votarlo. Primero, como dueño de un mandato claro en un país crónicamente peleón y dividido. Segundo, como un recambio drástico para una sociedad que siente que nunca tuvo buen gobierno. Y tercero, como una chance de que el Estado boliviano salga de su eterna indiferencia hacia su comunidad de emigrados más grande del mundo, que se sabe perfectamente desprotegida por sus gobiernos.
Emiliana Mamani pertenece a Qamasan Warmi –aymara por Espíritu o Fuerza de Mujer–, un grupo dedicado a cuestiones de género y de identidad indígena. Con muchos años en Argentina, tiene una historia de días larguísimos de trabajo, de aprender oficios y del orgullo “de haber progresado”. Ella es quien definió a Morales como un campesino, “que no tuvo padres que estudiaran y que llegaron a la tierra con mucho sacrificio.” Para doña Emiliana es esencial el origen social del nuevo presidente porque “la gente de arriba no sabe lo que le pasa a los pobres.” Su compañera de grupo Eulalia Uño, también activa en ese viejo reclamo de la comunidad de poder votar desde el extranjero, agrega que “se escuchó al fin una voz de siglos, una voz que viene de abajo.”
Melquíades Oña es abogado, activo en el Movimiento Boliviano por los Derechos Humanos y regular representante legal en casos de racismo y discriminación. “Es un momento histórico –dice Oña–, ¡un indígena en el poder! Bolivia fue gobernada desde 1825 por militares golpistas, criollos, doctores educados en las mejores universidades del mundo, que hablaban inglés pero nunca kechua o aymara, nunca por indígenas. El resultado es el último país de América, el de mayor emigración, el más pobre, el de la más alta mortalidad infantil. La esperanza ahora es que esto cambie con alguien en el poder que fue criado entre los pobres.” Oña distingue entre el muy posible énfasis que tendrá el gobierno de Morales hacia la justicia social y “la incógnita sobre qué modelo de crecimiento encontrará. Confiemos en que forme buenos equipos y que le ayuden su sentido común y su calle. Dinero hay en Bolivia, pero hay que redistribuirlo mejor. Lo que sí espero es que en los derechos humanos haya un giro de 180 grados, ya que es una base del discurso de Morales”.
Carlos Jiménez, de la Asamblea Carlos Coromayta, destaca un aspecto de la experiencia del exilio: la de no deseársela a otros. “Ojalá mejore la situación en Bolivia y no haya que emigrar”, dice. “Que reabran las fábricas cerradas por la importación, que pase como aquí en Argentina ahora.” Todos los presentes agregaron una condición indispensable para que esto ocurra, y la agregaron en kechua: Ama Sua, Ama Llulla, Ama Kella. No robes, No mientas, No seas flojo. “Si Morales cumple este viejo mandato de nuestros ancestros, si trabaja y no es corrupto, la gente entenderá las dificultades que enfrente y le dará tiempo”, define Jiménez.
Esto de las expectativas y la impaciencia es una preocupación que aparece constantemente entre los bolivianos de Argentina. Conscientes de la remota antigüedad de los problemas de su país, temen “que la gente espere soluciones en tres días”. Como los bolivianos ya no esperan, “pobre Morales, si falla o la gente piensa que les falló, va a haber una revolución”.
La periodista Lilian Camacho, veterana de varias campañas por ataques a sus compatriotas en Argentina, define tersamente que “Bolivia no tiene una política hacia sus emigrados. Los gobiernos hablan con Argentina de gas o de temas económicos, nunca de gente. Nuestro Estado nunca aparece en temas como las torturas y robos a los quinteros bolivianos o el tremendo asesinato de Marcelina Quinteros, que fue arrojada de un tren con su bebita, un caso impune. ¿Y qué pasa con nuestros hijos? Son argentinos pero les dicen bolivianos. Son de acá y de allá.”
Pedro Choque y Hugo Ticona, dueños de talleres textiles y directivos de la cámara que agrupa a estos empresarios bolivianos en el país, tienen otra larga lista de problemas en Argentina ignorados por sucesivos gobiernos, como la “difamación sistemática cada vez que hay un problema con un taller ilegal o abusivo, por no hablar de los asaltos o los problemas de documentación”. Los talleristas esperan que Morales “mande una comisión para ver lo que ocurre aquí, que alguien por fin diga algo por nosotros. Que haya un embajador que sea kolla o aymara”.
Cuando la periodista Camacho acota que además habría que tener algo de unidad en una “comunidad tan dispersa como nuestro país, llena de divisiones y problemas de identidad”, hay un asentimiento general. “La gente unida puede exigir, en lugar de pedir por favor”, dice Camacho. “Antes nadie pedía nada, porque si pedías algo ni te escuchaban”, agrega Eulalia Uño. Un presidente como Morales puede ser, justamente, un factor de unidad, esperan, reflejando nuevamente lo que ocurre en Bolivia. “Yo no puedo sacarme la piel, tengo que aceptarla”, dice el músico y activista cultural Fernando Torricos. “A los bolivianos nos cuesta aceptarnos como somos, nos dividimos, nos discriminamos, pensamos que el que es doctor es más que el de poncho. Tal vez el ejemplo de Evo nos ayude en esto.” Los talleristas asienten y agregan que es porque Morales “no tiene vergüenza de su apellido, de su herencia”.
El periodista Freddy Illanes aporta un elemento no muy fácil de entender que explica en parte la popularidad de Evo Morales en la comunidad argentina. “Evo es del campo y el 80 por ciento de los inmigrantes aquí también es del campo”, dice. “Es muy difícil para gente de campo mudarse a una ciudad como ésta y el deseo de todos es que Bolivia mejore para que la gente pueda quedarse. Pero hay injusticias tremendas que solucionar. En Bolivia yo era micrero (colectivero) y salía en mi recorrido muy temprano a la mañana. Para la segunda vuelta, ya no se podía pasar por los constantes cortes de calles de las ‘garraferas’, mujeres que exigían que apareciera gas para las garrafas de cocinar. ¡Ni gas tenemos en nuestro propio país! Y usted ¿por qué piensa que hay tantos ‘comerciantes’ callejeros en Bolivia? Porque no hay trabajo.”
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