Domingo, 15 de enero de 2006 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por José Pablo Feinmann
Apreciables réditos logrará la administración K si cuida la transparencia democrática y comunicacional del país, dado que los que quieren ir minando su legalidad con el propósito de alguna maniobra –por decirlo suavemente– turbia en algún cercano o lejano futuro han copiado su modelo de choque del que utiliza Estados Unidos con Venezuela. El análisis de esta mecánica de desestabilización resulta apasionante para los tiempos actuales. Tiempos que exigen a quienes reflexionan sobre la realidad multipolar y conflictiva del planeta una lucidez descarnada. ¿Cómo se actúa –cuando se lo quiere erosionar– contra un gobierno (Chávez o Kirchner o, a partir de hoy, seguramente Bachelet) claramente elegido por la voluntad de los pueblos en elecciones transparentes? Si la ilegitimidad no es de origen (algo que facilitaría la erosión desestabilizadora) se trataría de irla fabricando. En suma, se trataría de demostrar que esos gobiernos legítimos se ilegitiman durante el ejercicio de sus gestiones. La embajada norteamericana en Madrid (expresando el pensamiento de Bush y sus halcones de modo traslúcido) se ha preocupado por la venta de aviones españoles a Venezuela. Esta preocupación debe fundamentarse. Nada debiera impedirle a España venderle aviones a Venezuela. Estamos en presencia de una operación entre países con gobiernos democráticamente elegidos que ejercen la libertad de comerciar en medio de la libertad tan ponderada del mercado. Uno verifica –cuando Estados Unidos dice “no”– que la política interviene en el mercado cuando en él se realizan operaciones que Estados Unidos no aprueba. A primera vista no se entiende –digamos: en un plano formal– el motivo de la no aprobación. ¿No respeta Estados Unidos a países con gobiernos surgidos de las urnas? Si es así, se trata de inventar algo que ilegitimice a estos gobiernos legítimos. La embajada norteamericana en España expuso sus objeciones al gobierno de Chávez. Se nota en ellas el mecanismo de ilegitimación de lo legítimo. Los pasos fueron los siguientes: 1) El gobierno de Chávez ha sido democráticamente elegido; 2) “Pero” (todo “pero” es fatal en estas cuestiones.) Pero Chávez “sistemáticamente ha socavado las instituciones democráticas”; 3) Lo ha hecho presionando y acosando a los medios de comunicación y a la oposición política; 4) Y, de esta forma, se ha transformado en un gobierno autocrático reñido con las instituciones cristalinas de la democracia. El mecanismo es el mismo que se sigue en la Argentina. Cuando un amigo del mercado y los Estados Unidos como López Murphy propone crear un Foro de Defensa de la República empieza a urdirse la trama de la ilegitimización. Cuando se balbucean conceptos como hiperpresidencialismo o hegemonismo desmedido la cuestión se desliza hacia el concepto de autocracia. Cuando se hace Causa Nacional de la sin duda torpe e injusta defenestración de un periodista eficaz se busca crear el clima de un ataque masivo a la libertad de prensa, a la posibilidad de la libre expresión. O, más aún, se postula estar frente a un gobierno que se ilegitima por la negación autoritaria de todo disenso. Hasta el suéter de Evo Morales ha sido planteado durante estos días como una ofensa al protocolo y hasta a las instituciones, algo que marcaría su peligrosidad y su poco apego a las formas legítimas. El mecanismo de ilegitimización puede agarrarse de cualquier cosa. Con Evo, hoy empiezan con el suéter; no tienen otra cosa. Ya seguirán con otras. Están a la espera. Se tratará siempre de demostrar que los gobiernos de América latina se ilegitiman en el ejercicio del poder.
¿Cuál será la respuesta de los gobiernos con progresividad histórica que están señalando un rumbo nuevo –con sus lógicas diferenciaciones– para América latina? El valor de nuestra época es la democracia. América latina ha sufrido demasiadas dictaduras (la mayoría de ellas alentadas por el imperio que hoy se asume como el garante de la democracia) como para no saber que la vida encuentra su más alto valor en una sociedad justa y con derechos para todos. De aquí que por convicción y conveniencia deba cuidar la calidad institucional de sus gestiones. La conveniencia radica en que quienes quieren ilegitimizar a los gobiernos progresistas de la región buscarán socavar sus cimientos alegando agresiones a la democracia, a la transparencia de las instituciones y a los medios de comunicación. A Chávez ya le han dicho de todo. A Evo le dispararon munición gruesa en pleno suéter. A Kirchner se le dice fascista con una ligereza alarmante. Y hasta se lo ha llegado a comparar con Hitler y Mussolini. Esto podría ser risible si no fuera siniestro. Acaso –en nuestro país– sería posible apelar a la sensatez de la oposición y del oficialismo. Debieran dejar de jugar a este juego riesgoso quienes quieran vivir en democracia. La política debiera transitar por carriles que no impliquen, por parte del gobierno, una irritación a veces muy marcada ante los dichos de los medios opositores y, por parte de estos medios y sus partidos, una mesura en el uso de términos peligrosos que harán el juego a cualquier aventura desequilibrante al encajar en el esquema de ilegitimación que Estados Unidos tiene para Latinoamérica.
Día tras día el mundo se torna un lugar cada vez más peligroso. La administración Bush no cede en su voluntad de organizar ese mundo (el nuestro, este planeta, este cascote maravilloso en que vivimos y al que se va en camino de destruir) de acuerdo a sus intereses. Que el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, se artille nuclearmente no es algo que pueda tranquilizar a nadie. Pero tampoco debiera tranquilizar a nadie que Estados Unidos (con un presidente tan fundamentalista como fundamentalista es el de Irán) esté nuclearmente armado hasta los dientes. Si llegara a nuestro planeta (nuevamente) el marciano Klaatú, del notable film de los años cincuenta El día que paralizaron la Tierra, se preguntaría, con enorme inocencia, con enorme, también, sabiduría y sentido común, por qué una potencia como Estados Unidos asume como algo normal (y todo el mundo llamado libre también) que ella tiene el derecho de poseer arsenales atómicos descomedidos y un país como Irán no puede ni siquiera iniciar investigaciones en ese rubro. Por qué, Estados Unidos, le impide a España negociar libremente con Venezuela. Le preguntaría, Klaatú, al presidente de Irán por qué dice que el Holocausto no tuvo lugar cuando es atrozmente claro que sí, que lo tuvo y que ese lugar fue Auschwitz, y fue Dachau y fue Treblinka entre otras geografías del horror. Le preguntaría –Klaatú al presidente de Irán– por qué le parece tan importante hacer una muñeca tan boba como boba es la muñeca Barbie. Acaso, aquí, el líder posiblemente responda que la muñeca anti Barbie, de nombre Fulla, responde a los deseos de las pequeñas niñas y hasta de las jovencitas musulmanas pues incluye el hijab, es decir, un pañuelo que cubre la cabeza pero no la cara. Y que Fulla es más musulmana que Barbie pues nunca muestra las piernas ni los brazos, cosa que Barbie, definitivamente, sí. Klaatú diría que entiende pero que hay algo, no obstante, que no entiende: “No entiendo”, diría Klaatú, “porque ambas muñecas, Barbie y Fulla, se fabrican en el mismo lugar, China”. El líder iraní le diría que no todo tiene que entenderse en este mundo, que ése es un pecado típico del racionalismo de Occidente. Klaatú insistiría, ya que ha despertado su curiosidad que Fulla fuera diseñada por la empresa NewBoy, que tiene una importante sede en los Emiratos Arabes que, a su vez, se llevan bien con Estados Unidos, de donde proviene Barbie. Silencio del líder iraní. Y, por fin, Klaatú preguntará si es realmente imprescindible decirle a Barbie “la muñeca judía”. Encrespado, ahora sí responde el líder de Irán: esa muñeca, la Barbie, dice, con sus ropas escasas, sus piernas al aire y sus poses demoníacamente exhibicionistas expresa la decadencia del mundo occidental, al que, quién no lo sabe, pertenece Israel, y tanto pertenece que es su misma alma por ser el alma de Occidente el dinero y por ser el dinero el alma del pueblo de Israel. Además, añade, Fulla sólo tiene amigas, dos, de pelo más claro, que se llaman Yasmina y Nada, pero no tiene amigos porque es pura e inocente, no como Barbie, “esa judía”, que tiene un novio de nombre Ken. Y sería deseable, concluye, que se cuiden de mi ira porque Rusia, en un gesto que la ennoblece, nos ha vendido misiles antiaéreos Tor M-1. Tras lo cual Klaatú se entrevistó con el titular de Defensa ruso y le preguntó acerca de la cuestión, tras lo cual el ministro de Defensa ruso, Serguei Ivanov, le confirmó la venta y le aseguró que la misma no alentaba el armamentismo nuclear de Irán, tras lo cual Klaatú se entrevistó con George Bush y lo escuchó atentamente más de una hora, todos sus planes escuchó, todas sus ideas, todos sus proyectos hipernucleares, tras lo cual, entonces, Klaatú, una vez más y más convencido que nunca, volvió a paralizar la Tierra.
Pero el bueno de Klaatú sólo paraliza la Tierra durante una hora y luego se va. Deja una advertencia pero vuelve a su nave y la Tierra vuelve a sus obsesiones: la destrucción, sobre todo. Vivimos los tiempos de una multipolaridad negativa. Durante los años de la bipolaridad las dos potencias (la URSS y EE.UU.) no se agredían, pero las batallas más sangrientas se daban en otros territorios: Corea, Vietnam, el Tercer Mundo. La Guerra Fría fue despiadada en algunas latitudes. Cuando los militares argentinos decían librar la tercera guerra mundial no estaban delirando: la tercera guerra mundial se libró en los territorios de la periferia. Si Kissinger autorizó la masacre argentina fue porque esa masacre formaba parte de los planes de Estados Unidos: que el comunismo no hiciera pie en América latina. También la CIA asesoró a Pinochet en esta cruzada. Hoy hay muchos polos. La bipolaridad estalló en pedazos y el rompecabezas es aterrador el caleidoscopio exhibe formas y colores alarmantes. Rusia le vende a Irán. Corea del Norte se prepara. China elige el capitalismo y lo une a su tradición política autoritaria. Japón es un gigante caótico. Estados Unidos se hunde en Irak. Estados Unidos sigue torturando en Guantánamo y en centros de tormento ubicados en territorios europeos. Inglaterra ensaya genuflexiones varias ante Bush. Y América latina busca un camino propio. Que deberá apartarse, ante todo, de la destrucción y el caos.
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