Sábado, 22 de julio de 2006 | Hoy
EL PAíS › PANORAMA POLITICO
Por J. M. Pasquini Durán
Haría falta mucho más que este espacio para enunciar los temas difíciles y urgentes que figuran en las agendas particulares de los jefes de Estado que se reunieron ayer en Córdoba con motivo de la trigésima Cumbre del Mercosur, sin hablar de las deficiencias crónicas de cada país y de la región, como la tremenda injusticia social, que esperan soluciones en el corto o mediano plazo. Tampoco podría agotarse aquí el número y la intensidad de las tensiones bilaterales o regionales de todo tipo en las que están involucrados los cinco asociados plenos entre sí o con terceros. En su discurso de apertura, el presidente Néstor Kirchner hizo referencia directa a estas controversias atribuyéndolas a las consecuencias lógicas de los problemas y los esfuerzos que ocurren en cada país para alcanzar el bienestar general.
A pesar de estas contabilidades, el espíritu y la letra de los mensajes pronunciados ayer por todos los participantes con derecho a voz tenían el aire celebratorio en múltiples sentidos de una ceremonia inaugural, en este caso de una refundación, cuando todas las expectativas esperanzadas están abiertas. Por cierto, una de las características del encuentro de Córdoba, a diferencia de otros anteriores, fue la disposición a hacerse cargo de los problemas y las diferencias, hasta los guiños amistosos entre los presidentes, con el único disimulo que imponen las reglas de la diplomacia y las cautelas de los frentes internos. Tuvo el coraje, además, de enviar un mensaje de paz al mundo con motivo de la invasión israelí al Líbano que amenaza con incendiar la vida internacional con otra guerra bárbara, que se sumará a las de Afganistán y de Irak con previsibles consecuencias para la economía, el comercio, la tolerancia y la vida del planeta globalizado.
Con algún rigor histórico, habría que señalar como el punto inicial de esa entereza y de la apertura hacia el futuro a la Cumbre de Mar del Plata, con George W. Bush incluido, donde la férrea oposición del Mercosur liquidó, en términos políticos, el proyecto norteamericano de libre comercio (ALCA). Desde entonces, Washington busca acuerdos bilaterales (TLC), pero incluso comenzó a tener dificultades en su propio Congreso para revalidarlos, como sucedió con uno de los últimos, el que firmó de salida el presidente Toledo de Perú, poco antes de la victoria de Alan García, quien ayer envió a su canciller a presentar saludos en Córdoba. Aún en minoría numérica y cara a cara con Bush, en Mar del Plata el Mercosur pudo medir el peso específico de su potencial político y la capacidad de maniobra que ganaba cada socio mediante la unión para sus planes nacionales de desarrollo. Otro precedente importante para la refundación de la víspera fue la cancelación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) de Brasil y Argentina, que se libraron de la tutela vigilante de ese acreedor calificado.
Luego, el encuentro de la víspera tuvo algunos ingredientes propios para el júbilo. El primero de todos es la incorporación plenaria de Venezuela, el quinto Estado miembro y el primero en sumarse desde la primera fundación del Mercosur, con lo cual se establece un nuevo eje geoeconómico en la región y se hizo posible la concepción del anillo energético regional, instrumento clave para la autodeterminación. Al proyecto del Gran Gasoducto del Sur, ya se sumaron las iniciativas de lanzar un bono multinacional para captar fondos internacionales y crear un banco del sur que atraiga los ahorros regionales y financie proyectos de desarrollo con espíritu de cooperación. En la víspera quedó ratificada, además, la decisión de institucionalizar un Parlamento del Mercosur que en un plazo no mayor de cuatro años será elegido por el voto directo de los ciudadanos. En los momentos de desánimo, explicó el brasileño Lula al asumir la presidencia protempore del Mercosur, hay que mirar hacia atrás, sobre todo en el último quinquenio, y comparar con el presente para advertir que han producido “una pequeña revolución”. Aunque Lula está en campaña para la reelección en su país, no exagera demasiado en la conclusión.
Otro elemento para las exaltaciones de la víspera fue, sin duda, la presencia de Fidel Castro, convocado para firmar un convenio comercial ampliado con el Mercosur pero que siempre es una figura emblemática cada vez que en América latina se quiere subrayar la voluntad emancipadora de la región. En un breve discurso de 45 minutos, el mandatario cubano desplegó su enciclopédico conocimiento de la realidad mundial, promocionó los reconocidos logros de su país en salud y educación, la disposición cooperativa hacia otros países en esos ámbitos, y aprovechó para dejar en claro su posición sobre algunos cuestionamientos. Aseguró que fueron logros como los que mencionaba, y nunca la fuerza, lo que pudo mantener al régimen cubano y aclaró: “Nunca tuvimos un solo desaparecido”. Llegará el día, sin duda, que sin bloqueos imperiales ni exclusiones injustificadas, Cuba pueda dar cuenta también del libre tránsito por su territorio de mercancías y personas, sin otro límite que los Derechos Universales del Hombre. De paso, Fidel respondió a las quejas en Bolivia y Venezuela de médicos locales que se sienten desplazados por los cubanos que trabajan en ambos países: “No queremos desplazar a nadie”, afirmó.
Para el encuentro fueron importantes también la participación del boliviano Evo Morales y de la chilena Michelle Bachelet (que iniciaron con mucha cautela algunas conversaciones sobre el antiguo litigio del corredor boliviano hacia el Pacífico), quienes elevaron propuestas concretas de participación que subrayan la intención de ambos de formar parte de proyectos de integración regional, si bien por ahora ninguno de los dos tomó la misma decisión de Venezuela respecto de la categoría de su asociación. En cuanto al pleito ambiental argentino-uruguayo, el presidente Tabaré Vázquez fue aplaudido cuando señaló que “entre hermanos siempre habrá alguna posibilidad de diálogo, sin necesidad de terceros”, pero el tema quedó afuera de los acuerdos generales, limitado a los términos binacionales donde lo ubica la diplomacia argentina. Vázquez informó que había conversado con Kirchner, lo cual no significa nada definitivo, pero termina con la imagen de teléfono roto que prevalecía desde que ambos se presentaron ante el Tribunal de La Haya. Más allá de las lógicas prevenciones de los ambientalistas, con epicentro en Gualeguaychú, la búsqueda de vías de solución a cuatro manos es lo que indica el sentido común y las obligaciones políticas emergentes del mismo ambiente refundador del Mercosur.
Otro dato para destacar fue que la coordinadora de centrales obreras de Argentina (con la CTA), Brasil, Paraguay y Uruguay, tuvo la oportunidad de hacerse escuchar en el plenario de presidentes, lo que es significativo por sí mismo, pero más que nada porque hasta el momento el Mercosur dejó de ser un espacio para negocios entre multinacionales pero todavía no pasó del umbral de relación intergubernamental. Más aún: en gran medida ese futuro esperanzado que apareció en los mensajes de la víspera depende en buena medida de los actuales jefes de Estado, ya que si hubiera relevos (Brasil y Venezuela tienen elecciones este año y Argentina el próximo) nadie puede asegurar hoy que seguirá el actual impulso, puesto que la oposición y, aún más importante, los ciudadanos todavía permanecen distantes de la evolución integradora.
Una prueba de esa distancia es que la Conferencia de los Pueblos, que sesiona en paralelo con el encuentro presidencial, aún está limitada a un segmento sociopolítico ligado a las influencias de las izquierdas o de núcleos sociales y religiosos de extensa trayectoria, sin reclutar aún con el tamaño y la pluralidad que se merecen los temas de la integración, no obstante el peso que tienen estos temas en cualquier diagrama, capitalistao socialista, de futuro. Aun con esas limitaciones, ese renovado compromiso permitió que ayer, como sucedió en Mar del Plata, una multitud acudiera a la cita del mitin final, para escuchar a Hugo Chávez y nada menos que a Fidel Castro, quien, otra vez, con ochenta años de edad, volvió a magnetizar a la audiencia y a seducir a miles de jóvenes que por cerca de tres horas vivieron la inolvidable experiencia de soñar despiertos con un mundo diferente, con el compromiso inexcusable de construir un futuro que se acerque cada vez más a los principios de la justicia.
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