La Convención de Rosario no será finalmente escenario de debate entre los que quieren encolumnarse detrás de Néstor Kirchner y quienes impulsan la candidatura de Roberto Lavagna, pero unos y otros –radicales, al fin– apelaron ayer a los medios para despuntar ese vicio tan suyo: la interna partidaria. El motivo del cruce no fue ya la cuestión de qué hacer con el radicalismo en 2007, sino quién impide el debate. Es que el argumento que para justificar su ausencia en el encuentro de hoy y mañana dieron los K –que empezaron a preparar un reunión propia para el mes próximo– fue que el documento preparado por la conducción del partido cierra toda posibilidad de discusión. “No hay absolutamente nada cerrado. Eso es una excusa”, replicó el titular de la UCR, Roberto Iglesias.

La decisión de los radicales K de no enviar una representación formal a Rosario sumó un nuevo ingrediente a la crisis de la UCR y dejó en evidencia que ni siquiera dentro del sector afín al Gobierno todos están convencidos de lo mismo. En menos de quince días, los gobernadores e intendentes del radicalismo que adhieren a la concertación que propone Néstor Kirchner cambiaron tres veces de parecer con respecto a su presencia en la Convención: en el encuentro de Vicente López dijeron de enviar a un par de delegados a defender su posición, el lunes pasado anunciaron desde Bariloche que concurrirían y finalmente mañana no darán debate a la mayoría alfonsinista que quiere armar una coalición opositora con Lavagna de candidato.

Los K justificaron su súbito cambio en que la conducción de la UCR bloqueó toda posibilidad de debate: la acusaron de tener preparado “un documento redactado y cerrado” con el “solo efecto de confirmar alianzas electorales ya acordadas, haciendo valer el peso de estructuras vacías de participación por sobre la voluntad de quienes han sido legitimados por el voto”.

Qué hacer frente a la Convención era una discusión que los K no habían saldado. El documento –que Iglesias presentó esta misma semana junto al titular de la Convención, Adolfo Stubrin, en el que predomina la crítica al Gobierno– terminó de inclinar la balanza a favor de quienes impulsaban el faltazo a Rosario.

Gobernadores como Miguel Saiz (Río Negro) y Julio Cobos (Mendoza) creían conveniente dar el debate en ese marco, pero incluso en sus propios distritos había quienes opinaban en contrario. “Teníamos toda la intención de ir, pero han decidido que lo conveniente es no ir”, explicó el mandatario mendocino y añadió que “no es dar un portazo, sino responder de la misma manera” que las autoridades partidarias, a quienes los K les endilgan tener resuelto también quiénes integrarán el grupo de “notables” que negociará las alianzas electorales.

Los que más fuerza hacían para ir a Rosario eran el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, y los demás bonaerenses que quieren seguir a Kirchner. Sus socios dicen entenderlos porque “son los que se tienen que bancar cotidianamente a (Leopoldo) Moreau y (Federico) Storani”.

Aunque la decisión tomó por sorpresa a varios K que aun ayer a la mañana decían que irían a la Convención, con el correr de las horas todos en el sector cerraron filas y unificaron el discurso: salieron fustigar a la conducción del partido, aclararon que no tienen disidencias entre sí y aseguraron que en su determinación no hubo influencia alguna del Gobierno. La fluidez de la relación entre los gobernadores e intendentes de ese sector y la Casa Rosada, sin embargo, no es un secreto para nadie.

Iglesias no calló frente a la crítica de los K, que a mediados del mes próximo harán un encuentro propio en Córdoba: sostuvo que “el documento expresa el pensamiento de muchos radicales que creemos que el Presidente está muy equivocado” y desafió a sus correligionarios que simpatizan con el Gobierno a “llevar otro documento que diga que el Presidente es fantástico y que nos expliquen por qué está haciendo las cosas tan bien”.