EL PAíS › DUHALDE CULPO AL MODELO NEOLIBERAL, PERO CONFIA EN LA AYUDA DEL FMI

Muerto el modelo, que viva el FMI

La crisis se cobró ayer otra devaluación del real y obligó a Uruguay a extender el feriado bancario hasta el lunes. Duhalde diagnosticó el fin del modelo neoliberal, pero tanto Argentina como las demás víctimas siguen haciendo su única apuesta a esperar una ayuda del FMI.

 Por Raúl Dellatorre

A medida que la crisis se extiende, los gobiernos a los que les tocó en suerte sufrirla lucen cada vez más desorientados. Tomando seguramente argumentos prestados, ayer el presidente de la Nación, Eduardo Duhalde, rechazó la explicación de un “contagio” de la crisis argentina hacia los países vecinos y dijo que, en cambio, se trataba de una enfermedad común: “el colapso del modelo económico neoliberal vigente”, el cual “es evidente que tenemos que cambiar”. Sin embargo, desde el mismo gobierno y en el mismo día, el jefe de Gabinete reclamaba a los propios impulsores del modelo, los países centrales y los organismos internacionales, que acudan en ayuda de los países castigados por la debacle. Roberto Lavagna adoptó un tono más dramático, incluso, al advertir que se están agotando los tiempos. Mientras tanto, en Brasil los efectos de la fuga de capitales se miden por el nuevo nivel récord alcanzado por el valor del dólar, que por momentos llegó a igualar la cotización de las devaluadas monedas de aquel y este país, el real y el peso. En Uruguay, en tanto, se prolonga el feriado bancario hasta el fin de semana mientras nadie sabe, a ciencia cierta, en qué condiciones –para los ahorristas– abriría la plaza financiera montevideana el próximo lunes.
Pocas veces como ahora debe haber existido tan poca correspondencia entre el diagnóstico y las conductas. El barco se tambalea y navega a la deriva, pero todos parecen haber encontrado pareja para seguir bailando sobre la cubierta del “Titanic”. Uruguay y Brasil enviaron sendas misiones a Washington para gestionar una ayuda de los organismos internacionales que les permita seguir en la ruta, sin saber hacia dónde. En Buenos Aires, las autoridades gubernamentales se ufanan de la tranquilidad del mercado cambiario y financiero frente a las turbulencias financieras de los vecinos, y expresan su confianza en una pronta resolución favorable de las negociaciones con el FMI, cuyos técnicos evalúan en la capital argentina las normas para reestructurar el sistema financiero. Lo de Aldo Pignanelli del lunes, señalando que “el país es casi una fiesta”, no había sido una expresión aislada ni dicha en broma, según se comprueba ahora.
Una vez más, el ministro de Economía de Uruguay, Alejandro Atchugarry, postergó las definiciones sobre los pasos a seguir –apenas si rechazó de plano la probabilidad de un congelamiento de depósitos–, pero al finalizar la conferencia de prensa sus asistentes entraron al salón con una enorme torta con velitas para celebrar sus “primeros 50 años”. Brasil, en tanto, pareciera haber agotado todo su poder de fuego al torearlo, el martes, al secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O’Neill, repudiando sus declaraciones acerca del desvío de la ayuda hacia cuentas en Suiza que podrían realizar los países de la región. Ayer las autoridades económicas y monetarias brasileñas asistieron pasivamente a una nueva escalada del dólar, que llegó a cotizarse por la mañana a 3,61 reales –casi a la par del valor en pesos de la divisa en Argentina– para luego retroceder a 3,46 reales al cierre, 16 centavos por encima del cierre anterior.
A propósito de la declaraciones de O’Neill, el gobierno argentino no sólo no las rechazó, sino que Duhalde las convalidó. El presidente señaló ayer que “acá en Argentina hemos tenido muchísima plata que nos han dado y yo no estoy seguro dónde está, como no está segura la gente”, y agregó que “más del 80 por ciento de los argentinos” coinciden con la opinión de O’Neill porque “piensan que la plata que viene del exterior o del crédito internacional se esfuma por corrupción”. Apreciación que remató señalando que “desgraciadamente, hay razones para pensar así”. Por declaraciones no mucho más ofensivas que éstas hacia los argentinos, el presidente de Uruguay, Jorge Batlle, debió viajar a Buenos Aires pocas semanas atrás para retractarse y pedir disculpas públicamente hasta con lágrimas en los ojos.
Lo llamativo es que el actual gobierno, que Duhalde preside, está embarcado en seguir pidiendo la ayuda internacional en este mismo momento.Pero ni el capricho de las cotizaciones en los mercados cambiarios de Argentina y Brasil equiparando los valores del peso y el real, ni el reconocimiento de Duhalde del colapso del modelo neoliberal, han logrado torcer la mirada de las autoridades hacia una salida distinta de la crisis, independiente de los organismos internacionales y en base a la integración económica entre ambas naciones. Por el contrario, la mirada oficial pareciera posarse sobre otro tipo de integración: la de sumar más países de la región a la crisis. Ayer, el ministro de Economía, Roberto Lavagna, tras señalar que “las crisis tienden a pasar por encima de las fronteras”, advirtió que a la situación argentina “hoy se le suman dos (países más), o tres si incluimos a Paraguay”.
Tales afirmaciones de Lavagna no habrán sido recibidas con regocijo en Asunción, donde su ministro de Economía, James Spalding, declaró ayer que Paraguay “todavía está aguantando” los efectos de la turbulencia regional y remarcó que el feriado bancario en Uruguay era un síntoma de que “esa crisis que veíamos venir, en vez de irse eliminando, se está profundizando”. Por los dichos de Lavagna, se advierte que desde Buenos Aires no le tienen mucha fe a la capacidad de resistencia de Paraguay.
“Sería deseable que el FMI entienda que los tiempos no son infinitos”, rogó con el agua al cuello Lavagna ayer por televisión. Fue al atardecer de otro día agitado, varias horas después de que Duhalde lanzara su diagnóstico sobre el colapso del modelo, diagnóstico que el ministro prefirió ignorar. Y en vez de aceptar el debate sobre la viabilidad de seguir dentro del modelo, prefirió sumarse al coro de sus pares de Uruguay, Brasil y Paraguay de clamar por una ayuda del Fondo, seguro de que son ellos los que no entienden.

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Presidentes en espera. A Fernando Henrique Cardoso y Eduardo Duhalde se les agotan las resistencias.
 
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