Domingo, 27 de mayo de 2007 | Hoy
EL PAíS › JORGE TELERMAN, JEFE DE GOBIERNO, POR LA REELECCION
Sigue diciendo que el país está mejor que hace cuatro años pero hoy se siente más cerca de Elisa Carrió. Cree que con él como enemigo, el Gobierno le permitió avanzar a Macri. La estética y las propuestas de su campaña.
Por Fernando Cibeira
La casa de Jorge Telerman, en Palermo, mezcla la actividad del último sábado de campaña de un candidato con la cotidianidad posible para su familia. Así, mientras Página/12 debe esperar en el hall de entrada junto al piano a que termine una entrevista televisiva, aun se pueden leer colgados de las paredes los coloridos cartelitos de bienvenida que le dejaron a su hija menor, Catalina, dos padres un poco culposos que no estaban para recibirla a la vuelta de un campamento. La intensidad aún no ha conseguido mermar la locuacidad de Telerman. Tal vez aparezca menos bromista que unas semanas atrás, cuando la campaña estaba en un punto menos candente. Sin decirlo textualmente, el jefe de Gobierno reconoce que –licenciados y facturas truchas mediante– hoy se siente más cerca de Elisa Carrió que de Néstor Kirchner. “Si alguien se la pasa todo el día queriendo hacerme mal, es muy difícil que lo apoye”, sostiene. Pero asegura que su atención no se desvía y que su principal objetivo es derrotar a Mauricio Macri y el discurso que representa. “Hay que desenmascararlo.”
–¿La campaña no está terminando como se había imaginado?
–Está terminando con estas situaciones preocupantes porque muestran intolerancia política. Por supuesto, me resultan más preocupantes porque siento que están dirigidas contra mí. Son síntomas de un peligroso autoritarismo. Apoyar a un candidato desde el gobierno nacional me parece lógico y lícito. Poner las instituciones de la República en relación con eso, es peligroso. Me hubiera gustado que la campaña no terminara de esta manera, pero termina con un juez federal, que algunas causas bastante importantes tiene: cité a declarar a un candidato a una semana de las elecciones. No hay antecedentes. Y menos por un tema así. Hablaba recién con otro periodista también egresado como yo del Centro de Estudios Buenos Aires (CEBA) si corresponde o no que nos llamen licenciados. He leído en los diarios que últimamente hubo algunas causas un poco más preocupantes para los jueces federales.
–¿Entonces usted dónde estudió periodismo?
–Por favor, no dediquemos mucho tiempo a esto. Estudié en el Centro de Estudios Buenos Aires, uno de sus titulares principales era Julio Bárbaro, actual interventor del Comfer. Fue en los últimos tiempos de la dictadura y los primeros de la democracia uno de los lugares más prestigiosos de Buenos Aires. Estudié Ciencias de la Comunicación.
–En la solicitada del Frente para la Victoria de la semana pasada mostraron facsímiles de algunos formularios que usted completó diciendo que era licenciado en Ciencias de la Comunicación.
–Uno que vi ayer decía “dónde estudió: en CEBA”. Es verdad, estudié ahí. Los otros no sé, porque ni miré la causa. No he tenido tiempo para dedicarle a esa estupidez. Pero son capaces de hacer cualquier cosa, de truchar... yo siempre aclaré que no tengo el título de licenciado oficial porque era un instituto privado. No existía la carrera de ciencias de la comunicación. Fui uno de los primeros docentes de la carrera de ciencias de la comunicación que se creó después, en democracia. Es un tema absolutamente menor, pero parece que compite en importancia con los gasoductos y los millones de coimas. Demencial.
–¿Y el de las facturas truchas es el mismo caso?
–Estoy convencido. Más allá de las facturas truchas, cualquier cosa que se quiera investigar de un gobierno no sólo es lógico sino también necesario. Lo que digo es que un juez librando una orden de allanamiento doce horas después de que el diputado (Miguel) Bonasso, en clara actitud electoral, hace la denuncia, no resiste tampoco ningún análisis.
–¿Está seguro de que no se realizó ninguna maniobra fraudulenta a través de esta facturación?
–Sí. Los mecanismos de compra y contratación del Estado son transparentes, pero están allí para ser mirados. Cuando un jefe de Gabinete tiene que ir a dar explicaciones al Congreso por el caso Skanska y la construcción de gasoductos, y dice: “cómo me preguntan por los gasoductos y las coimas de Skanska, si hay un gobierno que contrata publicidad y no se sabe cómo lo hace”, ¿qué tiene que ver eso con un gasoducto? Con lo que estamos viendo de Skanska, que comienza a conmover a todo el mundo. Y no abro juicio sobre algo que está investigando la Justicia sobre el gobierno nacional. Lo que es ridículo y peligroso es ir a la Cámara de Diputados, y para evitar hablar de lo que le están preguntando, se deriva a una cuestión tan lejana como los mecanismos de contrataciones del Gobierno de la Ciudad.
–La otra cuestión que apareció en estos días fueron las leyendas antisemitas en sus afiches.
–Lamentablemente, hay de vez en cuando en nuestra sociedad manifestaciones de xenofobia o de racismo. Obviamente, es hiperpreocupante.
–Pero en este caso usted no lo vincula al oficialismo, ¿o sí? Filmus también es judío.
–No, para nada. Mis enormes diferencias con el oficialismo están marcadas en las cosas que yo digo. No me gusta cómo se divide en propios y enemigos el campo político. Gobernar es hacer obras, hacer lo posible para que el ingreso se distribuya de otra manera, revertir la desigualdad, pero también promover valores. Si yo crispo y divido entre amigos y enemigos, conspiradores y leales, se genera un caldo de cultivo para que se manifiesten los odios en una sociedad.
–¿Hoy se siente más cerca de Kirchner o de Elisa Carrió?
–El país en muchísimos aspectos está mejor que hace cuatro años. Me pueden gustar cómo marchan algunas cosas, pero cuando yo decido incluirme o apoyar a alguien lo hago también por otras cuestiones. Una de las cuales, y no menor, es que no me quieran destruir. Me resulta muy difícil, como a cualquier ser humano, apoyar a alguien si me quiere destruir. Qué haré en octubre, lo veré después. En la coalición que yo lidero hay gente que va a votar en octubre de manera distinta. Uno tiene que estar atento también a qué tipo de sociedad está ayudando a crear. Si alguien se la pasa todo el día queriendo hacerme mal, es muy difícil que lo apoye.
–En síntesis, se siente más cerca de Carrió.
–Lejos de quienes quieren limar las bases republicanas y muy lejos de quienes quieren limarme a mí.
–En un reportaje a Página/12, Aníbal Ibarra dijo que sólo dos obras con las que promocionaba su gestión eran suyas.
–Ninguna es mía, no dos. Las obras no son de uno. Eso revela el insoportable narcisismo que tiene este muchacho desde su crisis y destitución. Busca la revancha personal, odia. Ninguna obra es mía, ninguna idea es mía, lo que hice fue poner en marcha un gobierno que no funcionaba.
–¿Qué opina de la campaña de sus rivales?
–La de Macri me parece enlatada, para que no se vea lo que piensa en serio. Me preocupa que pueda ser eficaz y en eso tenemos que estar alertas. Mucho más lo digo en Página/12 por los lectores. El discurso enlatado de Macri de “me abuené”, “empecé a entender el progresismo”, “el delito es sobre todo una cuestión de desigualdad”. Seamos capaces de decir que está mintiendo, él siente otra cosa. Frente al delito, en cuanto lo rascás dice “hagamos el banco de ADN para los violadores”. Es un pensamiento autoritario de lleno. Es Sobisch, corriéndose de Sobisch. Uno cambia de asesor, no cambia de alma ni de pensamiento. Lo que cambió Macri en estos dos últimos años fue su asesor. El es lo que es y seguirá siendo: alguien que se beneficia de los negocios con el Estado. Sigue siendo accionista, amigo, socio y familiar de las empresas que ganan fortunas vendiéndole servicios al Estado. Su campaña es prolija y preocupante si no somos capaces de desenmascararlo. Y el enorme error que ha cometido el gobierno nacional al ponerme a mí como enemigo, y es lo que critico de su campaña, es permitirle caminar a Macri mucho más libremente.
–¿Y su campaña, que buscó?
–Poner el foco en quién puede ser el mejor intendente, quién está más cerca de los vecinos, quién conoce mejor la ciudad. Y también, por supuesto, quién promueve algunos valores y condiciones de la política que no sólo lo pienso en la ciudad sino para todo el país.
–Desde lo estético tuvo algunas innovaciones audaces, desde un dibujito animado hasta el cuadro con su imagen al estilo Andy Warhol. ¿De dónde salieron esas ideas?
–Obviamente, de colaboradores, pero me parece que tiene que ver mucho con mi propia estética. He intervenido mucho en eso porque no creo en la pose desgarrada y exhausta del gobernante. Cuando a uno le toca gobernar es el momento de mayor honor que uno puede tener en su vida. Y el honor produce placer y alegría por más que también genere conciencia y dolor de los que la pasan mal. Mi campaña creo que refleja eso. Que los que estamos en el gobierno nos sentimos bien porque estamos gobernando.
–¿Y esas invocaciones al amor en sus discursos y en algunos afiches?
–Hace bastante que algunas corrientes políticas como la socialdemócrata se meten con la teoría de los afectos, en la que yo creo enormemente. Gobernar también es promover valores que representen afectos positivos: amor al otro, solidaridad, respeto. Las acciones del gobernante son pedagógicas para el resto de la sociedad. Si es honesto, transmitirá valores de honestidad; si no es honesto, lo contrario. Las sociedades se parecen a los valores que sus dirigentes promueven.
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