Viernes, 20 de julio de 2007 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Miguel Rep
Si no hubiera sido mi amigo, hubiera dicho que se me murió un genio del humor, que en mi formación, al principio, fue muy importante. El Negro tenía un humor muy festivo y muy popular. Pero la verdad es que después fue mi amigo y ahí me di cuenta de su calidad como persona, su simpleza y su falta de pretensiones. Actuaba como un hombre común, pero no lo era para nada, por supuesto. Simples las hizo todas. Excepto esa enfermedad, todo fue simple en su vida.
Al principio de su carrera, era un dibujante realmente innovador. Lo considero de la generación de Satiricón y los que se destacaban realmente en esa generación eran él y Crist. Los dos realmente eran muy fuertes, quizá más fuertes en el dibujo que en el humor. A partir de ahí, Crist empezó a ser cada vez más fuerte en el dibujo y el Negro cada vez menos fuerte en el dibujo y más fuerte en el humor. Fue abandonando cada vez más el dibujo para dedicarse a la literatura, para dedicarse más que nada al contenido, a los textos, a los guiones y usando el dibujo como algo funcional. Pero al principio era un dibujo muy innovador, tanto lo que mostraba en Satiricón como en Hortensia. Luego, con su trayectoria, nos damos cuenta de que los humoristas que realmente valen, valen por el contenido más que por el dibujo. Son los que pasan a la historia, son los que dejan una huella, son los que calan profundamente en las vanguardias o en lo popular. En el caso del Negro, al principio, tenía un dibujo muy vanguardista, pero después caló en lo popular y hoy estamos llorando la muerte de un creador popular. Sólo hay un antecedente de ese tipo en el humor gráfico de la Argentina. Ese fue Divito, con situaciones muy parecidas: una personalidad fuerte, mediático, con creaciones muy populares. Y con un lugar muy fuerte: en el caso de Divito, Buenos Aires, y en el caso del Negro, Rosario.
Como escritor era excelente. Menos mal que dejó escrituras, porque los dibujos casi siempre se evaporan con el aire de los diarios; en cambio, los libritos los podemos volver a leer y a leer.
Estoy triste. Se me murió un amigo.
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