Falta poco para el fin del ciclo lectivo, pero menos para que asuma Mauricio Macri en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. En ese escenario, los docentes porteños de todos los niveles empezarán hoy un paro de 48 horas en reclamo de aumentos salariales, presupuestarios y por “la convocatoria a las elecciones de Juntas de Clasificación y Disciplina”. La medida se hará sentir porque adhirieron los quince gremios que actúan en las escuelas públicas y privadas.

El pliego de reivindicaciones es extenso y la conflictividad se exacerbó en el segundo semestre del año. Tras su derrota electoral como candidato a jefe de Gobierno, Jorge Telerman, no terminó de hacer realidad la prometida continuidad en la recomposición salarial ni la posibilidad de optar por la obra social. Mirta Treviño, secretaria adjunta de la Unión de Trabajadores de la Educación (Ute), dijo a Página/12 que piden “un aumento del 30 por ciento en el presupuesto y un 20 por ciento de recomposición en el básico. Hoy el básico está en 547 pesos, el inicial en 872 y con el incentivo salarial y la garantía de la Nación llegamos a los 1040 pesos como el piso en todo el país”.

El 17 de octubre pasado, los gremios realizaron una huelga con los mismos reclamos, el plan se profundiza ahora cuando está terminando el año escolar y tiene como claro destinatario al inminente gobierno macrista.

“Tuvimos mucha paciencia, queremos tener respuestas. Hay un cambio de gobierno que se viene y sabemos muy bien quién es Mariano Narodowski (el designado ministro de Educación), no nos olvidamos que implementó un proyecto en San Luis que dejaba de lado el estatuto docente para contratar a los maestros. Los docentes estamos alertas, con temor por las políticas que se vayan a aplicar. Esto nos tiene muy movilizados”, comentó Treviño. Desde el entorno del pedagogo que acompañará a Macri contraatacaron: “No le tenemos miedo a nadie”, y recordaron que si bien la UTE se había alineado con la candidatura de Daniel Filmus “no hay que confundir la política con lo gremial”. Las cartas están echadas y se vislumbra que el partido será complicado.

La semana pasada, el malestar de los docentes se profundizó por la suspensión de las elecciones a las Juntas de Clasificación y Disciplina. Veinticinco mil maestros y profesores están habilitados para elegir a sus representantes en las quince juntas que regulan los concursos y los ascensos docentes por niveles (inicial, primario, secundario, superior) y modalidades (artística, educación física, técnica, entre otras). Hace catorce años se aprobó el Estatuto Docente y el proceso se cumple sin demasiado sobresalto. Cada junta tiene nueve miembros, tres por Educación de la Ciudad, cuatro por la mayoría gremial y dos por la minoría. Cada dos años se realizan las elecciones para renovar dos representantes por la mayoría y uno por la minoría. La semana pasada, el comicio se suspendió por una impugnación judicial presentada por uno de los quince sindicatos. La desprolijidad fue mayúscula, porque se suspendieron las clases para hacer la elección y, en realidad, tampoco se sufragó.

Por ese mecanismo se regula el ingreso de los docentes al sistema, los concursos y puntajes. En el caso de la Junta de Disciplina es única para todos los niveles y modalidades y es allí donde se juegan el mayor poder los sindicatos. La UTE –el gremio de base de la Ctera, el más numeroso– tiene la mayoría, pero esta vez se unieron en otra lista nueve sindicatos para disputarle la representación. Ese resultado marca la representación real entre el magisterio y es una variable relevante a la hora de mostrar quién tiene mayor fuerza a los ojos de la nueva gestión. El escandalete fue tal que la semana próxima se realizaría el comicio.

Desde el saliente gobierno porteño optaron por el silencio ante la medida de fuerza. Los gremios denunciaron que enviaron a la Legislatura el presupuesto 2008 sin ningún incremento, lo cual pone en peligro la posibilidad de cubrir el aumento de vacantes y torna más que difíciles las recomposiciones salariales. El verano se anuncia caliente.