Sábado, 29 de marzo de 2008 | Hoy
Entre los stands de libros que plagaban la entrada al seminario, se destacaba la venta de un juego de mesa, estilo el juego de la vida, llamado El Corralito. “Devaluá a tus competidores, acorralalos y, por las dudas, multalos y saquealos”, decía el logo, donde explicaba que el juego se va ganando mediante acciones de amparo y juicios al Estado y que al final se puede optar por una jubilación de privilegio o por vender la cacerola abollada. La peor carta que puede tocar es una roja, que dice en letras de molde: “PIQUETE”.
En busca de ejemplos para ilustrar la “colonización cultural” del populismo, Alvaro Vargas Llosa –hijo del escritor y político conservador– recurrió al análisis de las telenovelas. Sostuvo que fomentaban el populismo, porque –lejos de verse a personas produciendo riquezas– la heroína las suele obtener de una herencia de familia de la que ella no sabía. “Las telenovelas son populistas, nuestra batalla debe estar ahí”, advirtió.
La discusión entre el hombre de traje y la mujer de prolijo ambo celeste era acalorada:
–¿Por qué Mariano Grondona no dijo nada de este seminario? ¿Te das cuenta? ¡Este es un país de vedettes! –se quejaba él.
–No, no es así, hay que confiar –lo defendía ella.
–¿Sabés por qué no nos menciona? Porque él no es figura. Si él nos conoce, él mató el hambre comiendo acá durante muchos años.
La escena llamaba la atención. Un ex funcionario estadounidense de alto rango, acusado de haber sido una de las figuras clave del financiamiento a los contras nicaragüenses, micrófono y cámara en mano haciéndole un reportaje a un ex presidente salvadoreño de un partido que fue fundado por el líder de los escuadrones de la muerte. Roger Noriega y Francisco Flores, ellos eran el entrevistador y el entrevistado. Finalmente, No-riega reconoció a Página/12 que no se va dedicar al periodismo. “Es para un blog personal que estoy armando con opiniones de los líderes mundiales”, dijo.
“Estoy contento de recibir el cariño de la gente de nuevo”, dijo el falso ingeniero Juan Carlos Blumberg, que recibió más abrazos y apretones de mano en un día que en los últimos cinco meses, desde que perdió la elección. Blumberg se sintió entre amigos. “Siempre es bueno que a uno lo abracen”, dijo.
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