Eran veinte hombres sentados alrededor de una larga mesa con cara de cansancio. “¡Piden mucho! ¡Sean razonables! Así no salimos de esto”, exclamó el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, en un momento de agotamiento en la extensa reunión con las cuatro cámaras que nuclean a los productores rurales. Tomó aire, expiró profundamente y remató más calmo: “Les propongo que hagamos un pequeño cuarto intermedio, lo hablamos con la Presidenta y vemos si tenemos una contra propuesta”.

Eran las 21.30. La reunión ya llevaba dos horas y media, apenas interrumpida un minuto a poco de comenzar por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para saludar a los dirigentes de las entidades agropecuarias. Después de estrechar la mano de cada uno de ellos les dijo: “Les quiero agradecer que estén aquí dialogando”. Saludó con una sonrisa y volvió de la Sala de Situación a su despacho.

Cuando se fue la Presidenta la reunión siguió amablemente, hasta que los ruralistas comenzaron a desplegar sus pedidos. El más llamativo habría sido que se suspenda por un año el aumento a las retenciones. El Gobierno, representado por Fernández; el ministro de Economía, Martín Lousteau; el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, y el secretario de Agricultura, Javier de Urquiza, ofrecía alternativas, como levantar la restricción a la exportación de trigo y, sobre todo, haciendo hincapié en beneficios para los pequeños y medianos productores.

Las ofertas y contraofertas iban y venían y nada terminaba de consensuarse. Fue ahí cuando el jefe de Gabinete pidió el intervalo. Los ruralistas se levantaron y algunos salieron a un pasillo, mientras el jefe de Gabinete se reunía a solas en su oficina con Lousteau, Moreno y De Urquiza. Pasaron en limpio todo lo que hablado con los ruralistas, evaluaron alternativas y los cuatro se fueron a ver a la Presidenta.

Cincuenta minutos después, a las 22.20, volvieron los cuatro a la Sala de Situación. Más café, más agua y abolición forzada de la prohibición de fumar para los adictos a la nicotina. Antes de entrar, Alberto Fernández ordenó que prepararan la sala de conferencias de prensa, que en 10 minutos la iban a usar. No se sabía si él sólo o con los ruralistas. Una u otra cosa era un dato decisivo para saber si había habido un acuerdo o no.

A poco de retomar la reunión –22.35– escucharon el ruido del motor del helicóptero. La Presidenta partía rumbo a la residencia de Olivos. Y los 10 minutos que había calculado el jefe de Gabinete se hicieron casi dos horas. ¿Qué pasó para el error de cálculos con el reloj? Al parecer creyó que lo que iba a ofrecer a los ruralistas sería suficiente para –sino dar por cerrado el asunto, impensado a esa altura– que se fueran conformes y terminar de cerrar un acuerdo el lunes.

Pero a los dirigentes les pareció poco. La negociación se extendió. Alberto Fernández habló al menos dos veces con la Presidenta para contarle en qué punto estaba la discusión y recibir instrucciones.

La delegación de la Federación Agraria, encabezada por Eduardo Buzzi, insistía en retenciones diferenciadas según la producción de cada chacarero y Fernández le ofrecía alternativas para garantizarle la misma rentabilidad que obtendrían con una variación de las retenciones. Pero se notaba que había desconfianza.

Finalmente a las 0.15 de hoy Alberto Fernández enfrentó a los periodistas para contar que el acuerdo alcanzó para seguir conversando el lunes y que el Gobierno iba a garantizar la rentabilidad de los productores. Para ese entonces ya hacía unas horas que había resuelto suspender el viaje que iba a emprender hoy a Estados Unidos para asistir al Consejo de las Naciones y reunirse con el subsecretario de Asuntos Hemisféricos norteamericano, Tom Shannon. El lunes tendrá en Buenos Aires un día más fatigado que el que hubiera tenido en Nueva York.