El sábado pasado se volvieron a dar cita en la Biblioteca Nacional intelectuales vinculados con la educación, la cultura, las artes, el periodismo y las ciencias. Pero, esta vez, el detalle estuvo en la concurrencia; como nunca hubo más de 200 personas. Es que luego de la publicación del martes de la Carta Abierta/1 en la que manifiestan una decidida defensa del “gobierno democrático popular amenazado”, el grupo salió a la luz pública. Así, los debates principales en las más de tres horas de discusiones giraron en torno de cómo continuar con el de-sarrollo del espacio haciendo los equilibrios necesarios para evitar el estigmatizador sello K. Por lo pronto, en asamblea resolvieron tres nuevos pasos: invitados por el senador kirchnerista Daniel Filmus presentarán el miércoles el documento ante dicha cámara, realizarán en junio cuatro jornadas temáticas de debate y, mientras tanto, comenzarán a sentar las bases que en un futuro permitan una segunda carta.

Hasta ayer, el único que formalmente había realizado una invitación fue Filmus, es por eso que el miércoles irá una comisión a Senadores. Sin embargo, resulta probable que el grupo, una vez en el Congreso, se pegue una vuelta por los diversos bloques de la Cámara baja. Sin ir más lejos, el sábado dijo presente en la reunión la diputada por el Frente para la Victoria Adriana Puiggrós.

Otra de las cuestiones resueltas fueron las cuatro jornadas de debate para junio. Fieles al estilo horizontal y asambleario que pregonan, la idea es convocar a actores políticos y movimientos sociales a conversar en torno de las temáticas centrales que consideran hoy están en disputa: el campo, la ley de radiodifusión, la ley de educación superior, la inflación. A tal fin, el martes Horacio Verbitsky había convocado al presidente de la Federación Agraria Argentina Eduardo Buzzi, a los dirigentes de la CTA Claudio Lozano y Víctor De Gennaro. Todavía no hubo respuestas.

El grupo nació a la luz del conflicto con las cuatro entidades ruralistas. Las primeras reuniones se comenzaron a organizar luego de aquel 25 de marzo de los cacerolazos, el discurso de CFK y la batalla por la Plaza de Mayo. Los miembros fundadores fueron el presidente de la Biblioteca Nacional Horacio González, el ensayista Nicolás Casullo, el vicerrector de la UBA Jaime Sorin, el psicólogo (residente en España pero de paso por Argentina) Jorge Alemán y el filósofo Ricardo Forster.

En la mayoría de las coberturas mediáticas se minimizó la vocación de autonomía y se subrayaron los vínculos con la Rosada. El adherente decano de la facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Federico Schuster, quien no hace mucho sufrió un embate similar por la iniciativa del Observatorio de Medios, lee el fenómeno: “Nuestro lugar es el de pensar, de analizar ideas con complejidad, no la consigna fácil y rápida. Sin embargo, el mecanismo de los medios es mostrar que estamos del lado del Gobierno, por lo que todo lo que digamos estaría construido de antemano para defenderlo. Así anulan el pensamiento y el análisis”, se queja.

Sea como fuere, el surgimiento del colectivo implica una vuelta de la intelectualidad a la arena política, terreno con el que hace tiempo se encuentra distanciado. Como explica la socióloga María Pía López, el panorama no es sencillo: “En los últimos años la figura del intelectual fue muy discutida. En los 90, el modelo sartreano de los 60 había quedado definitivamente detrás, sustituido por el especialista, el universitario-académico con un casi nulo compromiso público. Lo que pasa en 2001 pone en crisis la representación y abre la posibilidad de pensar la intervención pública sin la necesidad de la carga intelectual de los 60. Ahora estamos de cara a otra etapa en la que el intelectual adopta otras formas de activismo político: ya no se piensa como a la vanguardia ni como orgánico. Así, se pueden constituir lugares de enunciación más colectivos desde donde no se quiere explicar nada a nadie. Se vuelve a hablar colectivamente. Es que después de tantos fracasos ahora hay más modestia”.

Informe: Diego González.